Jorge Arturo Estrada García.
La política saca a flote lo peor del ser humano.
Mario Vargas Llosa.
El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente.
Lord Acton.
El poder no corrompe, simplemente refleja cómo eres. Las mentiras, las traiciones y la corrupción son las herramientas para acceder al poder y también para operarlo y conservarlo. Para hacer política en México es indispensable contar con mucho dinero. Casi todo está a la venta, pero casi todo es caro. El presidente López Obrador lo sabe, pasó media vida repasándolo. De esta forma, ahora bajo esas premisas, gobierna y destruye estructuras. El proyecto de poder populista que erige Andrés Manuel, la 4T, es la Presidencia Imperial restaurada al estilo viejo PRI. Además, está en temporada de elecciones no quiere críticas y desvía el debate mediático. No le gusta que se hable de sus fracasos, de sus muertos y de corrupción. No quiere soltar el poder.
Es así, como el presidente intenta la regeneración profunda del Estado mexicano, para que sea como el que imperaba en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado. En los estertores del viejo PRI, antes de la tecnocracia y el neoliberalismo. El del poder presidencial absoluto, sin contrapesos. Eso añora y en eso se empeña.
Vivimos en un país de tumbas clandestinas y cientos de miles de muertos, como consecuencia de un estilo personal de gobernar que resultó tóxico. Es un gobierno populista que domina el proceso de la comunicación. Que doblegó a los medios de información y a las encuestadoras aprovechando las coyunturas actuales.
Ahora, en plena campaña electoral, fiel a su estilo, inserta los temas que distraigan a la opinión pública de esos enormes fracasos gubernamentales en seguridad, salud, calidad de vida, escándalos de corrupción y endeudamientos. Le molesta que le señalen que ya agotó las reservas financieras y los fideicomisos, generados por décadas; también, que le señalen que la CFE y Pemex están en quiebra y son barriles sin fondo. Y que su gestión está manchada de corrupción.
En su esquema de poder, para él basta ganar una elección, y manipular las siguientes, para sentirse legitimado y amado por el pueblo bueno, para siempre y para todo. No le importa mentir, robar ni engañar. Cada día construye su Cuarta Transformación mientras debilita a las instituciones y los contrapesos. Le molesta rendir cuentas, le enfada someterse a la constitución, a sus leyes y a sus poderes. Los mexicanos somos fatalistas y apáticos. El 2024 estará en juego la vida democrática que tardamos muchas décadas en construir.
El presidente se endeudó para cumplir sus obras y programas prioritarios, y para completar sus planes sucesorios, pero se niega a admitirlo. Reserva la información de los presupuestos, contratos y obras a 5 y 25 años, por “motivos de seguridad nacional”. Le molestan que se exhiban los datos, que los obtengan de Instituto Nacional de Acceso a la Información y que se hagan reportajes denunciándolo. Le enfada que lo critiquen y que lo obliguen a entregar la información. No soporta que rivalicen con su poder y que le recuerden que la ley es la ley.
A la constitución hay que cambiarla a la medida de sus deseos, expresa machaconamente Andrés Manuel. Para eso tiene diputados dóciles, que no les cambian una sola coma a sus dictados. Él requiere usar los programas sociales y mucho dinero negro para ganar elecciones, acarreando votos, sin que nadie lo penalice. Por lo tanto, hay que desaparecer a esos organismos autónomos de transparencia. Son caros y son inventos neoliberales, se queja. El país del viejo PRI está siendo restaurado.
Estos organismos públicos, autónomos, son recientes y no dependen ni reportan al presidente. Están diseñados para cumplir sus funciones sin interferencias de Palacio Nacional. Son los contrapesos que han permitido el establecimiento de la democracia, la alternancia y el desmantelamiento de la ancestral Presidencia Imperial, que duró 70 años.
Así, han ido surgiendo a lo largo de treinta años. En 1992 se constituyó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), con autonomía constitucional. En 1994 se dispuso la autonomía del Banco de México, se buscó sacar al mandatario de la política monetaria. Los presidentes generaban enormes crisis económicas con sus disposiciones en este sentido.
Posteriormente, en 1995, se creó un Poder Judicial autónomo y la Suprema Corte de Justicia de la Nación pudo consolidarse como un contrapeso real del Poder Ejecutivo. En 1996 se instala el Instituto Federal Electoral, autónomo; que dio estabilidad y certeza los a resultados en las elecciones. Para el 2002, surgió el Instituto Federal de Acceso a la Información, IFAI, que luego se transformó en el INAI, como el mecanismo de acceso a la información pública
Adicionalmente fueron surgiendo la Comisión Federal de Competencia Económica, que en 2013 adquirió su carácter de organismo constitucionalmente autónomo. De igual forma, el Instituto Federal de Telecomunicaciones, IFT, fue en 2013 cuando se estableció su autonomía constitucional y se le dio la facultad de regular la competencia en el ámbito de las telecomunicaciones, además de regular el sector. Así se fortalecieron los marcos para dar certeza a las inversiones extranjeras.
López Obrador ya avanza en apoderarse del Poder Judicial, designando magistradas morenistas, ya logró infiltrar al INE, al Banco de México, al INAI lo tiene incompleto sin varios de sus titulares, lo mismo hace con el Tribunal Federal Electoral, en donde adicionalmente ya reclutó a tres de sus miembros.
El mandatario aprovecha coyunturas, mete ruido y saca provecho, tanto en lo mediático como en lo pragmático. Adelanta los debates. Y si nadie lo detiene y le pone un alto, continuará por ese camino, ampliando su sensación de poder, pensando que todo lo puede. No quiere mecanismos internos o externos que lo restrinjan. Ya no le importan las formas, ya la comentocracia repite sus rollos. Sin embargo, su popularidad no es fantástica su 60 por ciento es similar al que tuvieron Fox, Calderón y Zedillo a la misma altura de sus sexenios.
Será interesante conocer si al presidente le bastarán su discurso triunfalista de las mañaneras, y sus obras magnas, para contener el desprestigio, que podría consolidarse a partir de una avalancha de denuncias periodísticas, respecto a la corrupción que se generó en el gobierno que prometió ser diferente e incorruptible.
El encarcelamiento de un personaje subalterno por el desvío de 20 mil millones de Segalmex, Seguridad Alimentaria Mexicana, el organismo estilo Conasupo que se estableció para aliviar carencias alimentarias de los pobres, fue una pieza concedida desde Palacio Nacional a sus críticos, tras largos meses de resistencia. Sin embargo, la protección y defensa del amigo del presidente, Ignacio Ovalle Fernández, persiste. Adicionalmente, el mandatario catalogó la corrupción en este caso como “la única que se dio durante este sexenio”. Qué tal.
Nos encaminamos a la tormenta perfecta, sin embargo, el presidente mantiene el control del timón. Las cosas se ponen intensas. Veremos.