Oliverio Ascascius.
La voz del amo rasgó el silencio
que se ocultaba tras las rocas.
Su bramido de 150 decibelios
repiqueteaba en los oídos
de su sumiso sirviente,
de su empleado servil y temeroso,
quien acosado por tan potente voz
se hacía cada vez más pequeño,
y más pequeño…
Ciertamente su vida era ínfima,
más ínfima que la de un mosquito,
pero a diferencia del mosquito,
su vida no era tranquila
sino temerosa, cruel y ultrajada