Oliverio Ascascius.
Netanyahu debe morir
y no una, sino mil veces,
y, aun así, su muerte no sería castigo suficiente.
Porque no hay peor criminal que aquel que asesina niños
cortándolos de tajo antes de florecer.
Que lo azote la sentencia bíblica
para empezar con su larga muerte.
Que al que a hierro mató, que a hierro muera.
que se le cobre el ojo por ojo y el diente por diente,
porque desmembrar niños,
cercenar las cabezas de los niños
y dejarlos incompletos e inválidos para siempre,
merece el peor de los castigos.
Que sus crímenes no queden impunes
que no muera así sin más, sin dolor.
Debe morir despedazado y tener la más horrenda de las muertes:
Que se lo coman vivos los gusanos, que un rayo lo haga pedazos,
que el hacha del verdugo haga rodar su cabeza
que la guillotina lo decapite
que la hoguera lo convierta en cenizas
que la silla eléctrica le queme la sangre
que el ácido le perfore las entrañas
que la cicuta lo mate lentamente.
Esto no sería justicia – porque la justicia no la merece –
Sería un castigo ejemplar. Y, aun así, no sería suficiente.
Que sea una muerte sin juicio ni consideraciones
Directo a la picota
Que solo cuenten sus actos miserables,
ningún truco legaloide para salvar su pellejo.
Muerte sin más por toda la sangre derramada
Que tenga su infierno aquí en la tierra
Que la muerte lo arrastre por las calles
Que su cuerpo sufra una y mil laceraciones
Que todos escupan sobre sus despojos
Que su muerte se repita una y mil veces
Que no tenga perdón
Que nunca sea perdonado
