Lic. Simón Álvarez Franco.
A don Jaime Mario Torres Bodet es casi imposible encasillarlo en una sola profesión o carrera, Secretario de Educación Pública, Embajador y Encargado de Negocios de nuestro país no sólo ante varias naciones, así como Rector de la UNESCO, Secretario de Relaciones Exteriores, fue además: Escritor, Ensayista, Orador y Poeta, fundador entre otros personajes del grupo literario “Los Contemporáneos”. Prolífico escritor, dejó 17 libros de poesía, 6 de narrativa, infinidad de artículos en varias revistas, guiones para cine, piezas oratorias y discursos. Escribió su autobiografía en 5 tomos, además de las vidas de Balzac, Tolstoi, Rubén Darío, Proust y la historia de cómo se formó la UNESCO, de la cual fue el primer director.
Nació en la capital de la República el 17de abril de 1902. Falleciendo en la misma ciudad a los 72 años de edad por su propia mano el 13 de mayo de 1974. Miembro de distinguida y acomodada familia, una placa conmemora este hecho en la casona colonial contaesquina de la Cámara de Diputados en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Los primeros pasos de su educación estuvieron a cargo de su madre, después sus padres decidieron inscribirlo en la escuela primaria Anexa a la Normal, donde se graduó a los 11 años, enseguida ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria para continuar sus estudios en la Facultad de Jurisprudencia y en la de Altos Estudios de la UNAM donde terminó la carrera de Filosofía y Letras. En esa Facultad fue secretario particular del rector de la misma universidad, don José Vasconcelos en 1921. En 1925 fue secretario del Secretario de Salubridad y al mismo tiempo profesor de Literatura francesa en la Escuela de Altos Estudios entre 1925 y 1929.
A partir de 1929, después de aprobar el examen para ingresar al servicio Diplomático mexicano como tercer secretario de la Legación de México en Madrid hasta 1931, y en París como encargado de negocios de 1932 a 1934. Durante 1935 a 1936, encargado de negocios en Bruselas donde la invasión nazi lo sorprende. Entre 1937 y 1938 fue jefe del Departamento Diplomático de la Cancillería. En 1940 a 1943 es subsecretario de Relaciones Exteriores. En 1945 fue el promotor del Museo Nacional de Antropología, del Museo de Arte Moderno y de la organización y adaptación del Museo de Pintura Colonial. También en esta época dio impulso al Instituto Politécnico Nacional en Zacatenco, inaugurado en 1964. Culminó su carrera diplomática como Embajador de México en Francia en 1971. (1)
Torres Bodet ingresó en la Academia Mexicana de la Lengua como miembro de número el 12 de junio de 1953. Fue miembro del Colegio Nacional a partir de 6 de julio de 1953.
Recibió varias veces el título doctor honoris causa; por la UNAM, Universidad de Sinaloa, por las universidades de Burdeos, Lima, Lyon, Bruselas, La Habana, Mérida y París y muchos otros títulos nacionales y extranjeros, sin olvidar su preparación e intervención en las distintas campañas de alfabetización y construcción de escuelas nacionales.
Padeció cáncer durante16 años, se suicidó en la sala de su casa con un disparó en la sien el 13 de mayo de 1947. Se le rindió un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes para ser sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres en el Panteón de Dolores de CDMX.
Tan vasta, tan grande su obra en poesía, que por espacio, solamente nos concretamos a citar dos poemas de las centenas citados dentro de las casi 900 páginas que ambiciosamente contienen toda su producción poética, (2) conscientes de que es sólo una cita de su sabio saber.
LA VIDA
Paso, todos los días, frente a las mismas casas.
Hablo, todos los días, con las mismas personas.
Leo el mismo periódico, hago los mismos versos,
beso la misma boca.
A veces, estoy triste; por momentos, alegre.
¿El alma? Sí, me acuerdo… Yo tuve un alma. Ahora
no soy más que un pedazo de máquina.
… Yo tuve un alma, dulce como las rosas…
Yo sabía que había tras del aspecto duro
de la tierra, la línea de un ensueño. La onda
de un ideal mecía mi pensamiento. El mundo…
La juventud… ¡El vino de mi copa!
Pero, ahora, ¡qué tedio! Y vivir, ¡qué rutina!
Los relojes sincrónicos que regulaban las horas;
el paso de los astros por el cenit; ¡los sabios
que nunca se equivocan!
Ah, sí, yo hubiera sido una fuerza rebelde,
¡una gran voz de júbilo en la aurora!
Pero, entre tanto vámonos… Es la hora de irnos,
La hora de vivir, la hora sorda
de trabajar, de amar o de morir…
¿Y el alma? El alma, sí. Me acuerdo ahora…
No sé ya dónde la dejé. Sin duda
me estorbaba para ir entre las cosas
ESTACIONES
PRIMAVERA
Los días se van alargando.
Se quiere besar y soñar…
He visto, al volver por la calle.
Dos novios, del brazo, cruzar…
¡Qué fuego brillaba en sus ojos!
Amor… ¡No lo puedo olvidar!
ESTÍO
Es el sol en las bardas. Es el peso
del calor en la nuca… Y la mirada
sensual de las muchachas… Y, en las calles,
detrás de las ventanas,
el grito de un fonógrafo imprevisto
que gime una canción napolitana…
OTOÑO
Suave estación de los crepúsculos
Y de las horas elegantes…
La vida se pasea en automóvil
Y toma el té en el parque
Que mira, sin rencores,
El paso sin rumor de los amantes
¡Otoño! Se adelgaza
la brisa, entre los sauces,
y el alma es como un libro no leído
en las manos abiertas de la tarde…
INVIERNO
Es un cuadro sin marco, desvaído
En una amarillenta ramazón…
Tiene el color que tendría el olvido
si hubiera tonos en el corazón.
NOTAS:
(1) Torres Bodet, Jaime Instituto de Investigaciones Filológicas UNAM.
(2) Poesía Completa, Fondo de Cultura Económica, 2017