Jorge Arturo Estrada García.
Un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores, no es víctima, es cómplice.
George Orwell.
No puedes imaginarte lo efectiva que es la Mentira. El hombre medio nunca se atreve a sospechar que los que están en el poder tienen sus mismos perversos instintos. La diferencia es que pueden realizarlos.
Norman Mailer.
La historia es implacable. La transformación no llegó. Andrés Manuel, no estuvo a la altura de su leyenda. Su sexenio se agotó y México es casi un estado fallido. La violencia invade cada día más territorios. La tragedia marca indeleblemente a este gobierno. López Obrador, prefirió gastar en sus obras caprichosas. Su paso por el Palacio Nacional no aportó competitividad, ni calidad de vida. Su gestión, tampoco, estuvo a la altura de sus propios sueños, mucho menos de sus promesas. Su inscripción en la historia será la de un personaje apasionado por el poder que atentó contra la democracia. No será considerado estadista, ni mucho menos un arquitecto del México que emerge del subdesarrollo. AMLO resultó un impostor, que fracasó como gobernante.
El poder no corrompe, simplemente refleja cómo eres. El presidente Andrés Manuel López Obrador se convirtió en un personaje muy poderoso. Se presentó como un político honesto, aunque luego de cinco años de gobierno ya está claro que no lo es. La corrupción, también será una marca de su sexenio. Ya quedaron al descubierto demasiados casos. No es un estadista, su obsesión, es pasar a la historia como una figura relevante y retener el poder, aunque sea a través de su sucesora.
Es así, que se percibe cada día, que a medida que llegaron los triunfos electorales, y posteriormente las encuestas “cuchareadas”, se le infla el ego. López Obrador, se ha ido llenando de soberbia. Se siente intocable e inapelable. Presume ser amado por “el pueblo bueno”, a quienes distribuye miles de millones de pesos cada mes. Su proyecto personal es imponer como su sucesora a Claudia Sheinbaum; y así, va avanzando, atropellando leyes y adversarios, que se le atraviesan en ese camino. Ya ni siquiera cuida las formas. No es un demócrata, está dispuesto a ganar a toda costa.
Su desempeño ha sido malo. Su gobierno es una tragedia, que deja al país sembrado de más de un millón de tumbas, de muertes en exceso. Sus ocupantes son mexicanos que no debieron morir, si se hubiera atendido con seriedad y eficiencia a la pandemia; si se hubiera detenido a los grupos criminales, que asesinan a más de 80 personas cada día. Y, también, si no se hubiera destruido el sistema de salud, y estuvieran disponibles los servicios médicos y las medicinas para los ciudadanos. Es evidente que no es un humanista.
En el proyecto de AMLO no hay humanismo, ni ideología. Mucho menos es un proyecto de izquierda democrática. Es un proyecto de poder, descarado e implacable. López Obrador es un personaje tenaz, que llegó a la presidencia por la debacle del PRI y el PAN que habían implosionado espectacularmente.
Dos sexenios, en Los Pinos, desgastaron a las figuras nacionales panistas que lo habían convertido en partido viable y ganador. Adicionalmente, en muchos estados, quedaron fracturados y reducidos a grupitos de “familias felices”
Por su parte, el PRI que emergió con Peña Nieto ya no era ni la sombra del viejo partido que gobernó durante 70 años. En el Nuevo PRI había más advenedizos y corruptos que políticos capaces. Los gobernadores de Peña Nieto, salvo algunas excepciones, estuvieron encarcelados, prófugos de la justicia o de plano claudicaron. Así, en serie, traicionaron al PRI, se sometieron a AMLO, y entregaron sus gobiernos estatales a cambio de impunidad y embajadas.
De esta forma, en esa coyuntura. Luego de dos fracasos, con sendas derrotas ante panistas y priistas, se montó en las circunstancias y ganó. Prometió soluciones mágicas de todo y para todos. Los electores, hartos de la corrupción del peñismo y de la debilidad y desgaste del panismo, votaron por el tabasqueño masivamente.
Así lo han hecho durante siete años. El partido de López Obrador ya gobierna en 22 o 24 estados y va por más este 2024. Morena, es una colección de impresentables, que el tabasqueño fue recolectando a lo largo y ancho del país, por más de una década. Ellos, financiaron al Rey del Cash y a sus proyectos de poder. Es evidente, que la codicia, las ambiciones de poder y riqueza son el motor de la política mexicana, actual.
Luego de cinco años de gobierno, conocemos que su estilo personal de gobernar resultó tóxico. El suyo, es un gobierno populista que domina el proceso de la comunicación. Que doblegó a los medios de información y a las encuestadoras aprovechando las coyunturas actuales. Él no gobierna en el sentido amplio de la palabra, él construye base social, que pueda ser acarreada para mítines y elecciones.
Ahora, en plena campaña electoral, fiel a su estilo, inserta los temas que distraigan a la opinión pública de esos enormes fracasos gubernamentales en seguridad, salud, calidad de vida, escándalos de corrupción y endeudamientos. Le molesta que le señalen que ya agotó las reservas financieras y los fideicomisos, generados por décadas de ahorros específicos; también, le enfada, que le señalen que la CFE y Pemex están en quiebra y que son barriles sin fondo. Le indigna, que digan que su gestión está manchada de corrupción.
Las elecciones más importantes, del México moderno, están cada día más cerca. Los problemas de inseguridad y las protestas van escalando en diversas partes del país. Ya hasta los obispos ya intentan arreglar cosas. El presidente insiste en que todo va bien. Vienen meses intensos e interesantes. Veremos.