DENTRO DE POCO, UNA MUJER EN LA EMBRUJADA SILLA PRESIDENCIAL

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Jesús M. Moreno Mejía.

Esperemos lo mejor,
sin esperar lo peor.
Parafraseando a Lin Yutang.

            Falta poco más de medio mes para saber quién será la primera mujer que tenga el legítimo derecho a sentarse en la famosa, anhelada y embrujada Silla Presidencial.

¿Será Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez? Los seguidores de cada una de ellas esperan que su “suspirante”, sea la mandamás del país a partir del 1 de octubre del presente año.

Comencemos por aclarar que en sexenios anteriores los presidentes electos tomaban posesión ante el Congreso de la Unión, el 1 de diciembre del mismo año que resultaron electos.

Pero este año, por modificación al artículo 83 a nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el titular del Ejecutivo Federal asumirá su encargo el 1 de octubre y no el 1 de diciembre, como ocurría en sexenios anteriores, y las elecciones serán el primer domingo de junio y no en el mes de julio, como anteriormente.

En consecuencia, el actual Presidente, Andrés Manuel López Obrador, tendrá el sexenio más corto, al dejar el puesto dos meses antes que todos sus antecesores.

Pero volvamos a lo emblemático, la Banda y la Silla Presidencial, que es lo que hoy nos ocupa.

La Banda Presidencial en México es uno de los símbolos que sólo puede portar el Ejecutivo Federal, consistente en una estola de fina tela formada por tres franjas correspondientes a los colores de la bandera mexicana, con el escudo nacional bordado con hilo de oro en el centro, por encima de dichas insignias.

Debe ser usada en forma transversal al tórax del Presidente, desde el hombro derecho al costado izquierdo, uniendo los extremos a la altura de la cintura. Conforme a la legislación mexicana es una forma de presentación de la bandera de México y emblema del jefe del Ejecutivo Federal.

La Silla Presidencial es en nuestra nación, uno de los objetos, atributos y emblemas que, junto con la banda presidencial, es considerado como un distintivo del cargo de Presidente de la República.

Esta silla se encuentra actualmente en el Palacio Nacional como parte del mobiliario, para uso exclusivo del Presidente de México en público, y por su simbolismo popular, es usada sólo en actividades protocolarias. Dentro del recinto ejecutivo, en cada salón, existe una silla o sillón por cada área, que por su ornamentación tiene un escudo nacional como cabecera.

Sin embargo, ha existido un uso retórico y simbólico el término silla presidencial a lo largo de la historia, principalmente, para referirse al cargo presidencial, o al poder político conferido al puesto de Presidente de México.

Es el símbolo del poder y, en consecuencia, se le han aplicado muchas anécdotas, tales como lo manifestado por Emiliano Zapata, el sureño líder revolucionario en 1914, “Esa silla está maldita y el que se sienta en ella se vuelve loco”, e incluso quiso quemarla.

El Dr. Luis Alberto Vázquez, en una de sus columnas periodísticas, refiere que desde antes de la conquista española, “El tlatoani mexica poseía (una) en un lugar especial, donde se ubicaba para hablar y que todos lo obedecieran.

Cuando en 1522 se construyó el primer palacio virreinal… se elaboraron dos sillas gemelas, una para el rey y otra para la reina (llamados los Reyes Católicos), que nunca fueron utilizadas ya que los monarcas nunca se dignaron visitar sus posesiones en el nuevo continente.”

También los virreyes tuvieron una silla especial, colocada en un nivel más bajo que las de los reyes. Agustín Iturbide mandó construir un trono soberbio, que se guarda aún en la Catedral de la CDMX. Maximiliano mandó construir una, traída de Europa.

Benito Juárez utilizó la primera silla republicana, que luego utilizaron, con algunos cambios estructurales, Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Victoriano Huerta, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, etc.

Refiere el propio Luis Alberto Vázquez que hubo políticos que pudieron usar la “embrujada silla presidencial”, pero jamás lo hicieron, por aquello de “ganates, pero no salites”, como sucedió con José Vasconcelos en 1929; a Andrew Almazán, en 1940, y a Cuauhtémoc Cárdenas, en 1988.

Ahora está la incógnita del uso de ese simbólico asiento hasta finales del domingo 2 de junio o cuando se oficialice el resultado de las elecciones de ese día, para saber quién se sentará en la famosa, anhelada y embrujada Silla Presidencial.

Sin embargo usted, amable lector, tendrá su personal opinión, pero habrá que esperar los resultados de las ya próximas elecciones.

¡Hasta la próxima!