Luis Fernando Hernández González.
El título de la presente colaboración tiene un sentido novelesco, pero más aún es parte de una realidad social que ha todos los mexicanos hoy no toca vivir y ser testigos de un encuentro intergeneracional entre el pasado y el presente, que propiciado por la política busca a toda costa confrontarnos y dividirnos como parte configurativa de una sociedad en confrontación, conflicto y agravio social en todas sus múltiples dimensiones.
Queda en el abandono el sentido real que como elemento de impulso y entendimiento tenía la política tradicional, la cual buscaba mediante sus distintas acciones y medios organizar, representar y resolver los diferentes problemas que se le presentaran a toda la sociedad, cuando su sentir se fundamentaba en la toma de decisiones para el logro de objetivos colectivos, sustentados en el respeto a un estado de derecho que conllevaba a la elección de líderes y objetivos que generaran la superación de la sociedad.
Así, de esta manera la política toma sentido para ser el eje radial sobre lo cual se dinamice toda acción gubernamental que de soporte a las políticas públicas en sus diferentes contextos y factores de aplicación, sean estos en cuanto a organización social, desarrollo económico y ambiental como de la misma forma a cada una de sus operaciones que den sentido y fortalezcan la superación general del ser social niños, jóvenes, mujeres y hombres, sin distinción de etnias, razas o credos religiosos, al constituirse la política en la herramienta de organización que de impulso dialectico a la creación de un hombre nuevo en el que se cimente superación del ser social en la colectividad.
De ahí el por qué cuando en este tiempo busca darse sentido a la expresión maquiavélica aversiones sustentada en el divide y vencerás, compuesta por agravios, aversiones y rencores, esto solo conlleva a la polarización y a la misma degradación de objetivos que debemos de superar para un auténtico avance de nuestra integración como sociedad nacional, razón que da sentido al ser testigos de este tiempo, cuando al ver que nuestra sociedad se confronta y se pervierte al grado tal de no contemplar su propia destrucción que la orilla a una discrepancia de difícil retorno, compuesta por odios, resentimientos y animadversiones, conducida por mentalidades mezquinas y enfermas que día con día abonan a la confrontación y a la discrepancia alejando toda unidad por la nación.
Entendamos pues, que la política y sus acciones se fundamentan en la democracia, al concebirse ésta como la forma hasta hoy conocida de regir los asuntos públicos dentro de la disputa pública de aplicación del poder para servicio de la sociedad, es de esta forma de cómo los ciudadanos que habitan en el territorio puedan tomar nota de la forma y matices con que se gobierna y se atienden las distintas causas que les generen atención y bienestar, garantizado su estado de derecho y el respeto íntegro que de sentido a su desarrollo personal, familiar y social.
Recordemos de forma reiterada que la política en el ciudadano debe de contemplar:
Toma de decisiones, elecciones claras y transparentes, leyes y normas, poder y autoridad, partidos y organizaciones, intereses y grupos, participación ciudadana, claridad de propuestas y objetivos, bienestares públicos, desarrollo y seguridad, derechos y responsabilidades, claridad del debate y puntos de negociación por alcanzar para una mejor sociedad.
En todo ello estriba en el ser testigos efectivos de este tiempo, para que dentro de nuestra participación democrática y la efectividad del voto razonado nos permita como ciudadanos aportar a una reconciliación nacional, para que nuestro país se encumbre al siguiente nivel de desarrollo.
Por último, recordemos en una apretado resumen de las condiciones descritas sobre México de Octavio Paz, lo que escribió la novelista y politóloga a finales del siglo pasado 1966, Ikram Antaki Akel en su obra editada “ El pueblo que no quería crecer”, una obra en la que la autora escribió lo que en su análisis fueron, eran y serían los grandes desafíos de México y su pueblo: la apatía, la violencia, la corrupción, el cinismo, la ambición desmedida por el poder y la falta de debates e ideas con valor en la sociedad.
¡Un Mexico confrotado y dividido no conduce a ningun sitio!