Cuando no hay harina todo es muina, olvidos y culpas ajenas

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

Ahora que las cifras de la elección presidencial han definido el aplastante triunfo de López Obrador, Morena y su Cuarta Transformación, dándole el triunfo a Claudia Sheinbaum con más votos de los que consiguió el Peje en 2018, por tal motivo los perdedores de la contienda buscan culpables para endosarles su derrota.

Ya se ha culpado de la debacle a los dirigentes del PRI y del PAN, Alejandro Moreno y Marko Cortés, y volvieron a revivir la animadversión que los ciudadanos sienten por estos partidos, como una justificación de la derrota, pero nadie analizó por qué Xóchitl Gálvez se apresuró a reconocer la victoria de su rival electoral, y según se filtró, sin avisarle al dirigente panista de su decisión.

Incluso, el grueso de los “analistas críticos” descartaron un posible fraude, y aceptaron los contundentes resultados que borraron toda la esperanza del triunfo opositor que habían alentado durante la campaña y antes, cuyos resultados daban al traste con todo lo que estuvieron predicando por semanas, y hasta algunos se dijeron engañados.

Lo cierto es que nadie ha logrado explicar el montón de cuestiones realistas que motivaron las esperanzas de que Morena no lograría obtener los votos necesarios para implementar su Plan C, es decir, ganar la presidencia, la Ciudad de México, 7 gubernaturas de 9 y obtener la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, para modificar la constitución y hacer desaparecer los contrapesos que constituyeron en varias décadas los mexicanos.

Curiosamente, en los “análisis” postelectorales, la inmensa mayoría descartó cualquier fraude, pero reafirmaron que había sido una elección de estado y todo lo que eso signifique, haciendo ver que los mexicanos habían apoyado con su voto el proyecto de la 4T, aunque la realidad que se había percibido durante los cinco años de gobierno de AMLO y principalmente durante la campaña motivaron el descrédito, porque los resultados de la elección no eran lógicamente los esperados.

A decir verdad, desde el inicio de las campañas, la esperanza no era que Xóchitl Gálvez ganará las elecciones, pero se tenía la seguridad que su candidatura atraería los votos necesarios para que Morena no logrará la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, incluso hasta se llegó a afirmar que si votaba el 62 por ciento, la candidata de “Fuerza y Corazón por México” tendría posibilidad de triunfo.

Durante la jornada electoral, todos los medios de comunicación se enfrascaron en informar que la votación era copiosa, proporcionando imágenes de largas filas de votantes, que esperaban horas para emitir su voto. Sin embargo, la cosa no fue como la relataron los medios, pues la elección no estuvo tan concurrida como se aseguró, pues según las últimas cifras del INE, el nivel de participación fue entre el 60 y el 61.5 por ciento del padrón electoral, que representa una participación ciudadana menor que en las elecciones de 2018. Aun así, el triunfo de Claudia Sheinbaum fue por 36 millones de votos, 6 millones más que AMLO, Y la abstención fue mayor al 38 por ciento.

También a los analistas se les olvidó mencionar la intervención en las elecciones del crimen organizado, las violaciones flagrantes de AMLO en las mañaneras, la compra de votos a través de los programas sociales, además durante la votación la compra del voto en efectivo, y la intervención de los gobernadores morenistas en apoyo a sus candidatos. También se olvidaron del pésimo gobierno de López Obrador, su polarización, sus insultos y diatribas contra feministas, buscadoras, intelectuales, periodistas, clase media, ricos, empresarios, chilangos, etc.; y principalmente de la corrupción obradorista y su pacto con los criminales.

Incluso, los críticos iniciaron una nueva narrativa de que ningún presidente ha aceptado la injerencia en su gobierno de su predecesor, porque “el poder no se comparte”, para crear una nueva esperanza: que Claudia Sheinbaum hará su propio gobierno, con su estilo y sin obedecer total y ciegamente al que la llevó a la presidencia, pero se olvidaron del Maximato de Plutarco Elías Calles que tanto se señaló como el plan futuro de AMLO.

Aún sin tener sustento esta narrativa, deseamos que la nueva presidenta, piense en el país, en todos los mexicanos y se olvide un poco de su ideología socialista, pero no nos chupamos el dedo, debido a que AMLO le impuso en el gabinete de Sheinbaum a su secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O. Esta nueva narrativa lo que busca es amarrar navajas entre el que se va y la que viene.

Por cierto, las preguntas que flotan en el ambiente son: ¿Por qué votó por Morena la clase media, la clase alta y los agraviados por el gobierno de AMLO? ¿Por qué sin terminar el conteo de los votos la mayoría de los críticos del sistema aceptaron los resultados sin hacer gestos?

Política aldeana

En mi comentario del domingo pasado, señalaba que la candidata que ganará la presidencia debería, como prioridad, reconciliar a la sociedad mexicana, para lograr la unidad nacional que se requiere para resolver los urgentes y grandes problema de México que heredará la nueva mandataria. Este comentario, le causó risa a un sujeto acomplejado y resentido que se autodefine como trotskista, señalando que los de la 4T no negociaban con delincuentes. Lo que no sabía este sujeto, es que todos los dirigentes de ambos lados, inclusive Claudia Sheinbaum, se pronunciaron por lo mismo que dije en mi comentario. ¿Qué ganaron los votantes por Morena? Nada, pues los programas del bienestar estaban asegurados por la Constitución ganará quién ganará, pero es cierto que votaron para que la violencia y la corrupción continuara en la impunidad, y por la falta de un servicio de salud con medicamentos, equipamiento de hospitales e insumos, y todos los demás beneficios que tenían y que desmantelaron. Pero cada quien se hace tonto como Dios le da a entender.

Preguntas huérfanas

¿Será verdad que a pesar de que el PRI está por desaparecer, los grupos priistas se están peleando por quedarse con lo que queda del otrora partidazo?

¿Por qué perdió Yucatán el panista Mauricio Vila Dosal, quien fuera considerado por años como el gobernador mejor calificado? ¿Le entregaría el estado a su amigo el presidente AMLO?

¿Cuál es el orgullo gay que tanto pregonan los activistas y propagandistas de ese importante y cuantioso sector de la sociedad mexicana?