Samuel Cepeda Tovar.
Justo en estos momentos, el precio del kilo de sandía en Soriana es de 15 pesos, por su parte en Walmart tiene un costo de 19 pesos. Y así puede uno ir a cualquier establecimiento comercial en cadena y constatar este tipo de precios, sin embargo, a los productores el precio de la sandía en estos momentos se les paga en 1 peso.
Entiendo que los grandes establecimientos deben obtener ganancias derivadas de su inversión y el pago de servicios y empleados, sin embargo, el margen de ganancias es bastante jugoso en comparación con las ganancias de los productores de este tipo de productos, quienes en últimas fechas han tenido que regalar su producto entre la población antes de venderlo en esa ínfima cantidad que resulta ser una burla ante su trabajo, inversión y esfuerzo en siembra y cosecha para terminar beneficiando a los llamados “coyotes” o intermediarios que son quienes les compran su producto y lo terminan vendiendo a las grandes corporaciones comerciales.
Los coyotes son quienes acaparan cosechas y productos a bajos precios en perjuicio del productor, pero en beneficio de ellos. Así los coyotes se enriquecen y anulan toda ganancia de los productores; en otras palabras, estos intermediarios son agentes económicos que realizan la actividad comercial y se apropian de una parte considerable del valor generado en las unidades de producción.
El coyotaje es un serio problema que azota al campo mexicano y es causa de la pobreza de miles de personas que se dedican a estas labores. A ciencia cierta no se sabe el verdadero impacto de esta nefasta práctica de manera general en el campo mexicano, existen estudios bastante enfocados ya sea por producto o por región, sin embargo, independientemente de esta segmentación, los datos son alarmantes, pues se calcula un 90% de la producción agrícola total a merced de esta práctica que no está totalmente regulada, pues miles de campesinos vende su producto sin reportarlo como tal a las autoridades hacendarias, y por lo tanto lo venden a quienes sí cuentan con sociedades mercantiles registradas para poder comerciar con los grandes establecimientos o supermercados.
El problema pareciera ser entonces la falta de regulación gubernamental, pero meter en cintura a todos los productores agrícolas también es complicado, pues cobrarles impuestos implica no tener en cuenta los riesgos del campo como lo son las plagas, granizadas, sequías, que pueden echar a perder cosechas completas y dejar sin ganancias a los agricultores. Lo ideal sería que el gobierno fomentara la creación de organizaciones comerciales entre pequeños productores con las facilidades de registro para formalizar la venta de sus productos ante grandes comerciantes y con esto eliminar al intermediarismo de tajo, a la par que el cobro de impuestos a productores estuviera acompañado de un seguro ante posibles catástrofes climáticas que pudiesen afectar a los productores y que les alentara a pagar impuestos con seguridad y certeza.
No es un proyecto imposible, es un proyecto que requiere voluntad y planeación gubernamental para realmente apoyar a familias que dependen de las cosechas anuales para poder subsistir de manera digna. La solución está a la mano, la voluntad no tanto.