Samuel Cepeda Tovar.
La esencia del servicio público es en sí un pleonasmo, pues cuando una persona trabaja en el sector público se supone que lo hace para servir, sobre todo con la certeza de que dicho cargo, puesto o encomienda es perentorio, es decir, que tarde o temprano se acabará junto con los estipendios correspondientes al trabajo inherente al cargo, pero este pleonasmo deja de tener sentido cuando el encargo finaliza, pero se le sigue pagando a la persona de por vida, como si al final se tratara de un cargo para servirse y no para servir, por ello en un pueblo azotado durante siglos por la pobreza es un insulto que además de los jugosos sueldos que perciben algunos funcionarios, todavía se les tenga que pagar de por vida una vez que han concluido su encargo.
Por ello el presidente Andrés Manuel López Obrador logró eliminar las pensiones vitalicias para expresidentes, pues además de insultantes no tienen sentido alguno, porque entonces la desigualdad se hace presente debido a que el resto de las y los mexicanos debemos trabajar más de 30 años para poder recibir una pensión.
Tal es el caso del Poder Judicial que otorga pensiones vitalicias a sus exministros, pues cada año, la Suprema Corte de Justicia de la Nación destina más de 60 millones de pesos del erario al pago de pensiones vitalicias a 32 ministras y ministros en retiro (13 de esas pensiones se paga a las viudas) que cobran mensualmente 286 mil pesos, más un mes adicional por aguinaldo. Entre los beneficiarios están Diego Valadés Ríos –quien sólo se desempeñó cuatro meses como ministro–; Eduardo Medina Mora Icaza, quien habría salido de la SCJN por un expediente de presunta corrupción en su contra, que incluía una revisión a su situación financiera no acorde con sus ingresos y que sólo laboró como ministro 4 años.
Es decir, no conforme con prestaciones nominales, prima vacacional y gratificación de fin de año, entre otras prestaciones que suman aproximadamente 700 mil pesos mensuales, reciben una pensión de por vida de más de 200 mil pesos mensuales hasta que dejen de existir; y si les sobreviven viudas, pues hay que pagarles hasta que fallezcan.
La sola palabra “vitalicio” es anacrónica, desfasada, nos remonta al pasado y a los reyes, virreyes, altezas, etc., lo cual no tiene sentido en la sociedad actual en que vivimos, por ello es bienvenida la iniciativa de Morena en el senado para eliminar estas absurdas prebendas vitalicias a ministros y exministros que violan todos los días el artículo 127 constitucional al percibir más ingresos que el presidente de la República.
No por austeridad, no por revanchismo, no por igualdad, sino por justicia social, por respeto al trabajador que se levanta a las 5 de la mañana diariamente para trabajar 10 o 12 horas de lunes a sábado para percibir un sueldo de 62 mil pesos ANUALES según estudio presentado por mx.talent en cuanto a trabajadores de maquila se refiere.
No se trata de pensiones vitalicias, sino de aberraciones vitalicias que laceran a nuestra sociedad y que no permiten arrancar de tajo la idea de las clases privilegiadas en detrimento de las mayorías. Idea por demás inveterada en la historia de este país.