José Guadalupe Robledo Guerrero.
En la toma de protesta de Claudia Sheinbaum como presidenta de México, su discurso fue considerado por intelectuales y periodistas como impecable en su redacción, pero también debe considerarse como una pieza de oratoria partidista donde enalteció la figura y obra de AMLO como el líder supremo de la cuarta transformación, aderezado con promesas a realizar, muchas de las cuales fueron hechas hace seis años por López Obrador, y para finalizar exaltó al sector femenino, arguyendo que su sexenio será el tiempo de las mujeres.
En el discurso y en sus primeros días como presidenta no se vio cambio alguno, pues no se ha salido del libreto de López Obrador al que le sigue llamando presidente, por tal motivo continuará con su política resentida y vengativa, seguirá con la desaparición de las instituciones autónomas y proseguirá su campaña de polarización, insistiendo que el pueblo mexicano son los 36 millones que votaron por ellos, y no los 100 millones del padrón electoral, y continuará desconociendo la realidad y los graves problemas de México. Demagogia pues.
Los halagos a López Obrador consumieron buena parte del discurso, porque era necesario quemarle incienso al HOMBRE que hizo posible que Claudia Sheinbaum llegará a la presidencia de la República, “amor con amor se paga”. Las promesas también eran necesarias, pues debía incluir las que no había realizado su antecesor y las suyas propias, que a la fecha no se sabe cómo las financiará, ya que AMLO dejó la presidencia con déficit y con un enorme incremento en la deuda del país.
Según los analistas, lo más emotivo del discurso fue lo referente a las mujeres; sin embargo, Claudia Sheinbaum no hablaba de todas las mexicanas, sino de las que se dedican a la política, pues la presidenta no se dirigió a las madres buscadoras de sus hijos desaparecidos, las que no están dentro de sus preocupaciones, y quienes no serán atendidas como no fueron escuchadas por AMLO.
Tampoco fueron incluidas las abuelas que se hicieron cargo de los hijos de las víctimas de los feminicidas, ni las miles de madres que se quedaron a cargo de los hijos de los asesinados y desaparecidos. Para ellas no hubo ninguna referencia, como si no existieran, a pesar que son las mujeres que deben ser empoderadas, escuchadas y protegidas en su afán de saber qué pasó con sus seres queridos y conseguir justicia.
Respecto a las mujeres indígenas, después del sexenio de AMLO continuaron siendo parte de la parafernalia, luciendo sus típicos vestuarios, entregando los bastones de mando y haciendo limpias con copal, mientras su condición de pobreza sigue siendo la misma, pero ahora con el crimen organizado gobernando los territorios donde han habitado por siglos.
Independientemente del ritual que se repite en cada cambio de presidente, en donde siempre se cree que el mandatario que llega, será mejor que el que se va; lo cierto es que Claudia Sheinbaum será más de lo mismo y no cambiará, pues no tiene por qué hacerlo; seguirá actuando como lo hizo su antecesor, con sus fobias y filias, respondiendo a las críticas con “otros datos”, gobernando con saliva desde las mañaneras y difundiendo odio y venganza para la polarización social, que es el sello que identifica a la llamada cuarta transformación.
Es fantasioso creer que Claudia Sheinbaum será mejor que López Obrador. Su gobierno será igual o peor que el de AMLO, su sexenio también será de ocultamientos, corrupción, crimen organizado e inseguridad, sin un sistema de salud, con carencia de medicamentos, pero con muchos programas sociales en efectivo, para la compra de votos y simpatías pagadas con los impuestos; todo esto apoyada por los militares a cambio de privilegios, recursos, contratos y los puertos, aeropuertos y aduanas bajo su control.
En síntesis, el discurso de Claudia Sheinbaum en su toma de protesta como presidenta de México fue impecablemente bien escrito… pero de lengua me como un taco.
Política aldeana
Una de las críticas más socorridas de los analistas políticos, es que AMLO ha encaminado a su hijo Andy hacia la presidencia de la república, aun cuando apenas se inicia el sexenio de Claudia Sheinbaum, lo cual no es nada extraño en nuestra putrefacta partidocracia, basta ver que en Coahuila, cuando aún no cumple su primer año de gobierno Manolo Jiménez, ya se han dado a conocer a los primeros “calefactos”, cuyos simpatizantes de cada uno, aseguran que será el próximo gobernador en 2030. ¿Quiénes son ellos? Usted descúbralos, solo puedo decirle, que tres son de Morena, tres del PRI y uno del PT… Más los que se acumulen en el resto del sexenio. Por tal motivo, se debe instalar a la entrada de Torreón y de Saltillo un letrero que diga: “Maneje con cuidado, no vaya a atropellar a un candidato al gobierno de Coahuila”.
Preguntas huérfanas
¿Sabía usted que en la UAdeC ya comenzaron los cambios, pues en lugar de Unidad Saltillo y Unidad Torreón ahora se llamarán Unidad Sureste y Unidad Laguna?
¿A qué se debe que Claudia Sheinbaum ha ocultado su militancia en el Partido Comunista?
¿Qué tan cierto es que la presidenta de México perteneció al grupo guerrillero colombiano M19, tal y como lo declaró el presidente de Colombia Gustavo Petro uno de sus líderes?
¿Cuántos narcopolíticos hay en la partidocracia, en el gobierno federal, en los estatales y municipales y en el Congreso de la Unión?