José Luis Rodríguez Flores.
Tuve la fortuna de tratar a don Óscar Flores Tapia, ya que guardaba gran amistad con mi tío, el ilustre poeta Jesús Flores Aguirre, (finado) incluso a la calle donde nació don Oscar, en la colonia Cerro del pueblo, por su cercanía con él, don Óscar le pondría Jesús Flores… guardo con aprecio en mi modesta biblioteca bello ejemplar “Memoria de Una Obra Sexenal”, (1975-1981), que tuvo a bien dedicarme el 4 de marzo de 1990, ocho años antes de su deceso, Flores Tapia tenía incluso impreso su libro, ahí resumiría sus obras de gobierno, para cerrar con broche de oro su sexenio, el destino no le daría esa oportunidad, concluiría 6 meses antes.
Nuestros conciudadanos, olvidan la bravura de don Óscar… se le puso levantar las vías del ferrocarril que impedían el crecimiento hacia el norte de Saltillo, donde ahora luce majestuoso edificio que fuera la estación de Ferrocarriles, erigida en el año 1910 en la esquina de bulevar Coss y Acuña, entonces citaría don Óscar a un grupo de funcionarios a las vías del ferrocarril, les dijo me retiran esa vías que impiden el crecimiento de Saltillo, en tono burlesco el funcionario contestó a mi ningún gobernador tal por cual, me dice que tengo que hacer… Don Óscar frunció el ceño, en tono apacible, le dijo al director de Policía, Lemuel Burciaga, ¿qué se hace cuando ofenden al gobernador?, Lemuel replicó, pues ¡sanción y cárcel!… pues procedan… enseguida elementos de policía trasladarían al ejecutivo a la penitenciaría, de ahí llamaría al director don Luis Gómez, quien a su vez llamó al presidente Luis Echeverría, quien se comunicó con don Óscar y le reclamó que tendría que pagar los terrenos… no te preocupes compadre contestó don Óscar a Echeverría, así lo haré.
Cuando el que esto escribe estaba en la Gerencia del Banco del Atlántico, (ya extinto), por el año 1980, me presentaron al cobro de parte de ferrocarriles nada menos que el cheque con el que el Gobierno de Coahuila, liquidaba el costo de los terrenos del bulevar Coss… ¡cuál no sería mi sorpresa! En aquel momento no tenía los fondos suficientes la cuenta contra la que se libró el cheque del gobierno de Coahuila, pero por ser de una cantidad que rebasaba mis límites de autorización, me reservé el dato y envié sin más al representante de ferrocarriles, a la matriz de calle Victoria con don Salomón Abedrop, entonces director del banco… asunto arreglado, el famoso cheque… $$$$, ya procederían a cobrarlo el representante de los ferrocarriles. Sin problema.
Cierto día en el año 1981 todavía estando el suscrito al frente del Banco del Atlántico, don Óscar fue a hacer un servicio bancario, le platiqué la anécdota del cheque sin fondos, a lo que don Óscar… me confiaría que al llamarlo por teléfono don Salomón, para que Tesorería del Estado cubriera él cheque, raudo le llamó a Paco Martín Borque dueño de Soriana, para que depositara el valor de los terrenos donde se alberga Soriana… y listo. (Pero me confesaba don Óscar que encuadrar todo no habría sido nada fácil)
Por azar del destino un nieto de don Óscar al saber que su abuelo me tenía estimación, me obsequió el grato libro titulado “HERODES”, enseguida narró unos párrafos a los que don Óscar hace alusión con su amena charla dice…caminado por calle Aldama me topé a Irineo Campanas (en el libro era Herodes), sigue el ameno relato en el libro 2ª. Edición publicada en el año 1978 como van al “VELORIO DE PRUDENCIO”Claveles
Prudencio Claveles, aquel “astoso” ciudadano que era lidiado por su propia mujer -según Polo Dávila-, (continua don Óscar… en faenas que jamás hicieran ni igualaran “El soldado”, “Armillita”, o cualquier otro coletudo más famoso, después de resultar manso en la “corrida” de la vida, como cualquier hueyón de los que lidian en la Plaza de toros de Saltillo, se entregó el puntillero y pasó a ocupar su gancho en la celestial tablajería.
Una esquela donde “su afligida esposa”, hijos y demás parientes lo participaron, “rogando a Dios por que le diera el eterno descanso” que aquí no le proporcionaron ni su mujer ni sus “retoños”, vino a parar a mi mesa de trabajo. Prudencio fue amigo de Ireneo y mío, motivo por lo que telefoneé a Herodes a fin de que juntos, fuéramos al “velorio”.
A las nueve de la noche pasó Herodes por mi casa y tomamos por el rumbo del “Ojo de agua” en donde viven los claveles. En las calles de Escobedo e Hidalgo… continuamos al “Ojo de Agua”, uno de los barrios más tradicionales del Saltillo, Juan Breceda nos indicó el lugar donde estaba el velorio y se ofreció a acompañarnos. Los “ayes” de dolor y los gritos de angustia de las lloradoras, nos ponían lo “pelos de punta”… — ¡Esposo mío: porque te “juites”…. Ay..ay…! ¡Papacito santo ay…. Ay…. Porque nos abandonas….¡
Cualquiera que sin conocer los antecedentes, escuchara aquellos lamentos de Bernarda y Pepita Claveles, creerían que en verdad madre e hija sentían la muerte de Prudencio, de cuyo deceso, en parte eran las causantes.
Contemplando aquel cadáver. Al ver la serena y difunta posición de Prudencio, sin querer recordaba aquello que nos dijo Polo sobre que “estaba entregando la zalea al divino curtidor”. Mentalmente media el tamaño de su cuerpo y me imaginaba lo que se podría hacer con su pellejo: “de la panza, sale un portafolio; de las piernas puede ser que se completen para unas botas federicas; de las orejas un monedero.
Amigo lector recomiendo leer “Herodes” para entenderlo. Don Óscar con su empuje traería entonces a grandes empresas automotrices a nuestro querido terruño. Así resolvía los entuertos aquel recio gobernador priista, muy querido por muchos ciudadanos saltillenses; obvio con claroscuros, el tiempo lo juzgará, a mi modesto y leal entender son más sus aciertos que sus errores.
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