Larga vida al ejército electoral de Morena

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Claudia Sheinbaum ha generado controversia al sugerir que los legisladores deben regresar al territorio para defender proyectos como la reforma judicial, lo que ha sido interpretado como una continuación de la estrategia política de movilización territorial iniciada por López Obrador. Esta estrategia, clave en el éxito de Morena, se basa en la constante presencia física en las calles

Tomado de Emeequis

Claudia Sheinbaum causó polémica al declarar que los legisladores también deben regresar al territorio para comunicar y defender los proyectos de su gobierno, como la reforma judicial. Esta declaración, aunque cuestionada por muchos, no es un simple comentario casual.

Las críticas contra Sheinbaum no se hicieron esperar: que si está interfiriendo con otro poder, que si desviarán recursos públicos, que si es un intento de adoctrinar o incluso de influir en la elección de jueces.

Y aunque estas críticas pueden tener fundamento, el verdadero punto aquí es otro: Sheinbaum simplemente está recordando a los militantes y líderes de Morena que no deben abandonar la estrategia que les ha permitido llegar y mantenerse en el poder.

La movilización en territorio no es nueva en el obradorismo. Desde sus primeros pasos en la política, López Obrador entendió que el poder no se sostiene solo desde los curules ni desde los escritorios, sino con la presencia constante en las calles.

No se trata simplemente de escuchar a la gente, sino de mantener un aparato político-electoral activo, siempre listo para las siguientes elecciones.

Como jefe de Gobierno, organizó tres consultas ciudadanas en la Ciudad de México que, más allá de los resultados, fueron ensayos de movilización política.

Ejercicios como la consulta para cancelar el horario de verano, aumentar la tarifa del metro y la construcción del Segundo Piso del Periférico no eran decisiones meramente de política pública. Mediante estos actos buscaban mantenerse visibles, vigentes y en la conversación pública.

Cuando ganó las elecciones presidenciales de 2018, López Obrador continuó con esta estrategia. Lanzó dos consultas nacionales antes incluso de tomar posesión: una sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) y otra sobre sus 10 proyectos prioritarios.

Estas consultas fueron criticadas y ridiculizadas, además de tener resultados previsibles, pero cumplieron con su cometido: seguir movilizando a su base electoral y afianzando su presencia en lugares donde Morena aún no gobernaba.

A lo largo de su sexenio, esta estrategia se institucionalizó.

Se crearon los Servidores de la Nación, una estructura financiada con recursos públicos que permitió una presencia permanente en el terreno. Estos servidores no solo entregaban y registraban información sobre los programas sociales, sino que también reforzaban la simpatía ciudadana hacia el proyecto guinda.

Esta estructura fue clave para mantener activo su ejército electoral, siempre en contacto con la ciudadanía y siempre listo para defender y promover las causas del obradorismo.

Luego vinieron las consultas ciudadanas formales, como la del juicio a los expresidentes y la revocación de mandato, que tuvieron el claro objetivo de fortalecer la narrativa del movimiento y, al mismo tiempo, seguir movilizando a la base electoral.

Estos ejercicios, considerados anacrónicos por muchos en la era digital, han sido claves para el éxito del obradorismo.

La movilización en territorio –ese contacto constante y físico con la gente– sigue siendo una de las herramientas más poderosas de Morena para mantener su control político.Pero la movilización no se ha limitado a eventos esporádicos. López Obrador mostró que el poder no solo se gana tras una elección, sino que se mantiene con presencia constante.

De ahí la creación de infraestructura como los Bancos del Bienestar, las Universidades del Bienestar y los cuarteles de la Guardia Nacional en los rincones más alejados del país. Más allá de los resultados que pudieran obtener estas instituciones, lo esencial es que transmiten un mensaje claro: el proyecto de la Cuarta Transformación está presente, hasta en el lugar más remoto del país.

Durante el sexenio de López Obrador, los legisladores también fueron parte fundamental de esta estrategia territorial, organizando foros y asambleas informativas sobre las reformas clave del gobierno. Desde la reforma electoral hasta la de la Guardia Nacional.

Otro ejemplo ha sido la organización de eventos masivos, como los informes de gobierno en el Zócalo. Más allá de vestirse como actos de rendición de cuentas, son manifestaciones de poder político y social.

Cada evento es una reafirmación del movimiento obradorista, donde la movilización de simpatizantes y militantes es parte integral del mensaje: Morena sigue en el terreno, es fuerte y está preparado para lo que venga.

Los eventos de anuncio y entrega de programas sociales también están diseñados para reunir a simpatizantes y proyectar la imagen de un gobierno presente y activo en los estados. Dicha reuniones, retomadas del viejo PRI, no son improvisadas.

Y ahora, en la presidencia, Sheinbaum pretende darle continuidad.

Además de declarar que los legisladores deben regresar al territorio, ha anunciado políticas públicas como las Farmacias del Bienestar y el programa Salud Casa por Casa.

Aunque estas iniciativas se presentan como respuestas a la crisis de salud pública, en realidad son otra herramienta para mantener la presencia del gobierno en cada municipio.

No importa si estos programas logran o no solucionar la crisis de salud. Lo que verdaderamente importa es que Morena está allí, visible y activo.

Ante esta estrategia bien definida, la pregunta obligada es: ¿qué ha hecho la oposición?

La pasividad de los partidos opositores es evidente. Mientras Morena y sus aliados están constantemente en el territorio, organizando eventos, consultas y foros, la oposición está estancada, sin una respuesta eficaz.

No necesariamente tienen que responder con las mismas tácticas, las cuales son sumamente costosas en términos económicos, materiales y humanos, pero tampoco han logrado presentar una alternativa efectiva que les permita mantenerse en la conversación pública.

Si la oposición sigue dormida, Morena continuará ocupando ese espacio, reforzando su ejército electoral y asegurando que su mensaje llegue a cualquier localidad, por remota que sea.