Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México, pueden ser trazados desde la época de los indígenas de Mesoamérica. En la época prehispánica se compartía la creencia de que existe una entidad anímica e inmortal que da conciencia al ser humano y que, después de la muerte, continuaba su camino en el mundo de los muertos.
En el calendario mexica, destacaban los festejos dedicados a los muertos, el más importante era la fiesta de los descarnados, celebrada en el noveno mes, cercano a agosto, y presidido por la diosa Mictlacíhuatl, señora de los muertos y reina de Mictlán, y por Mictlantecuhtli, señor del lugar de los muertos y dios de las sombras.
En el Mictlán no existían las connotaciones del infierno ni del paraíso, sin embargo, para llegar a él los muertos debían pasar diferentes niveles del inframundo, para finalmente llegar al punto de su eterno reposo, liberarse de su alma y ser compensados por la presencia de Tonatiuh, el dios del Sol, al caer la tarde.
No fue hasta la llegada de los conquistadores, cuando la divulgación del cristianismo introdujo a nuestra cultura el terror a la muerte y al infierno; sin embargo, los evangelizadores tuvieron que ceder ante las fuertes creencias de los nativos, dando lugar a un sincretismo entre las costumbres españolas y las indígenas, que dio origen a lo que hoy conocemos como la celebración de Día de Muertos.