Jorge Arturo Estrada García.
“Quienes creen que el dinero lo hace todo,
terminan haciendo todo por dinero.”
Voltaire.
“Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal
resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable.”
Cicerón.
“El éxito es la capacidad de ir de fracaso
en fracaso sin perder el entusiasmo”.
Winston Churchill.
Es el fin de la primavera democrática del país. Solamente duró 24 años. Fue una lucha intensa, durante más de 50 años, que dieron muchas generaciones en diversos frentes. Estamos en un escenario sorpresivo y nefasto. Súbitamente, emergió con fuerza Andrés Manuel López Obrador con un movimiento político amplio y depredador. México vivirá etapas turbulentas en lo económico, lo social y lo político. El estilo personal del tabasqueño es de ambición desmedida y sin empatía por las condiciones de vida de los ciudadanos.
Sin duda, AMLO, era el mejor preparado para ganar las elecciones en junio del 2024. Él tenía más talento, mayores ambiciones y muchísimo más poder y dinero, que sus opositores. Así manejó a sus corcholatas y a su sucesión. Sin embargo, el ciclo de López Obrador no ha terminado. De hecho, el gobierno de Claudia se autoproclama como el Segundo Piso de la 4T.
Estos, primeros, dos meses de gobierno, parecen prolongación del mandato de Andrés Manuel. La presidenta, Claudia Sheinbaum, se percibe fuertemente acotada. Está, casi completamente enfocada en la destrucción de las instituciones, dictada por el Plan C, de López Obrador.
Es evidente que, el expresidente ganó la batalla de las percepciones y la guerra por el poder. Los ciudadanos se sienten felices por el dinero, de las Becas del Bienestar, que reciben a cambio de su conformismo y sus votos acarreables. El 64 por ciento, que no votó por la cuarta transformación en junio de este año, permanece igual de desorganizado y sin hacerse sentir. Así, hay algunos resignados, rumiando la derrota, y otros implacablemente apáticos.
Luego de conocer al tabasqueño como presidente, es evidente que no se trata de primero los pobres. Es un proyecto de poder, en donde el más preparado derrotó a los que ya no sabían ganar, ni les interesaba. Así, sin escrúpulos, llenó las urnas de votos acarreados. Sus pactos con traidores y delincuentes políticos, y de los otros, se concretaron en una serie de victorias electorales a lo largo del sexenio. Ya suma 24 gobernaturas, de las 32; y las mayorías en las cámaras legislativas federales, que le permiten cambiar a la constitución a su antojo. La cuarta transformación y sus acciones retratan la miseria de sus principales personajes. Tipos dóciles, sin escrúpulos, traidores y ambiciosos.
Así, los partidos opositores fueron aplastados. A nivel nacional la oposición está desvanecida. Sin líderes, sin figuras de peso ni de arrastre popular, salvo en contadas entidades.
Para el Partido Revolucionario Institucional, su negocio ya no es conquistar el poder a gran escala. Ahora, lo suyo es “administrar” los cientos de millones que el INE les entrega anualmente para sus actividades, así como el tráfico de candidaturas. El PRI perdió todo. Con el Nuevo PRI de Enrique Peña Nieto, dieron su último estertor. Su futuro se perfila oscuro. Traiciones, deserciones y la presencia de Alejandro Moreno lo complican todo. La tarea de regenerarlo, para reconquistar el poder, se ve como una misión imposible.
En el panismo la situación es similar. El PAN perdió su esencia y a sus figuras. Su llegada a Los Pinos marcó su declive. Ahora cuentan con grupos fuertes en pocas localidades y sin bases sociales amplias. Por su parte, el Movimiento Ciudadano, con sus figuras mediáticas pero mediocres, seguirá en sus objetivos de servir, a Morena, como esquirol en cada una de las elecciones. Incluso, la enfermedad de su creador y dirigente nacional, Dante Delgado, podría significar la debacle para ellos.
La crisis económica se asoma, como en el pasado, de las décadas de los setenta y ochenta del siglo 20. De esta forma, al gobierno de Claudia Sheinbaum solamente le quedará endeudarse y seguir repartiendo más becas y anunciando obras que difícilmente se consolidarán como motores del progreso. Pemex está listo para hundirse y arrastrar al país a mayores crisis. El tratado comercial con los Estados Unidos será revisado y reajustado a la medida de los deseos de Donald Trump.
El desarrollo seguirá estancado por seis años más, por lo menos. El gobierno morenista es corto de visión y está cegado por la ideología. El grupo en el poder seguirá repartiendo demagogia y dinero, para que su propaganda y sus estructuras las conviertan en votos.
Por lo pronto, López Obrador, nuevamente deberá lidiar con Trump, eso dejará a la presidenta atada con el tabasqueño, por más tiempo. Claudia Sheinbaum deberá hacer uso del pragmatismo de Andrés Manuel, un experto en populismo y demagogia. El tabasqueño es un buleador profesional que ya libró batallas y aprendió cuando hablar, cuando callar, y cuando obedecer los dictados del nuevayorkino.
Presenciamos como los problemas enormes, de México, servirán como los villanos del arranque presidencial de Donald Trump. El desempleo, las drogas, la violencia y los migrantes “que comen gatos y roban empleos” provienen de las fronteras mexicanas, ya establecieron. Para López Obrador, ese flanco estadounidense aparece como la única nube de tormenta en su futuro cercano.
En la clase política, de ese país, hay demasiados datos acerca de pactos de gobernantes mexicanos, con los delincuentes que ellos buscan castigar, para lucirse con sus electorados. Eso vuelve cauto a Andrés Manuel.
Por lo pronto, la pobreza aumenta. La calidad de los empleos está estancada. El nearshoring sigue siendo un espejismo. Nunca apreciamos ni comprendimos a la democracia mexicana. Tampoco la supimos defender con éxito. Además, casi siempre nos equivocamos al elegir a nuestros gobernantes. Frecuentemente han ganado los más corruptos y la mayoría disfruta de sus fortunas impunemente. Ahora, a cambio de los miles de pesos, en cada hogar del país, se la regalamos al Tlatoani tabasqueño y a su partido de inefables personajes. Las cosas vienen más interesantes. Veremos.