Más allá del bien y del mal. Friedrich Nietzsche

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José Luis Rodríguez Flores.

Desde el inicio de la creación, en los confines del mundo (en latín: términos mundi) creo, a mi modesto entender, que los individuos se cuestionaban que sucedería con la vida del hombre después de morir en el más allá, o si todo termina con la muerte… Para la mitología griega, las almas de los muertos, tras un juicio iban a parar a un lúgubre reino subterráneo gobernado por el terrible dios Hades y su esposa Perséfone; o a iban a un paraíso a los Campos Elíseos, una morada reservada para las almas virtuosas, protegida por la diosa de la fecundidad Deméter. Para hacernos de una idea, tendríamos que profundizar en algunos de los párrafos de la Odisea de Homero. Para pasar la laguna, el alma de los muertos tenía que pagar una moneda al barquero Caronte, que los hacia beber agua de la laguna, aguas letales, o del olvido, que les permitía olvidar su pasado.     

            Los mesopotámicos no veían la muerte física como el fin último de la vida. Los muertos seguían con una existencia animada en forma de espíritu, se conocía por el término sumerio gidim y su equivalente acadio, eṭemmu. El eṭemmu se entendía como un fantasma… Los egipcios consideraban la muerte terrenal como una interrupción temporal, ya que el ser humano tenía la posibilidad de vivir eternamente. Este privilegio, que en un principio afectaba únicamente a los miembros más importantes de la sociedad, poco a poco acabó por extenderse a todos los habitantes del país.

Desde el punto de vista ritual, la momificación del cuerpo era el proceso que condicionaba en mayor medida la posibilidad de vida eterna. Del mismo modo, el individuo debía disponer de una tumba o casa de eternidad que acogiera su momia, el equipamiento necesario para su subsistencia y una zona de culto. Pero de nada servían estos preparativos si el alma del difunto no superaba el juicio a que era sometida por parte de un tribunal presidido por Osiris, dios de los muertos. Un juicio que valoraba la rectitud y voluptuosidad de la persona, en el caso de resultar favorable el acceso a la inmortalidad estaba garantizado y de no ser así, perecía irremediablemente. (Barcelona)

Platón en el libro “Fedón”, escrito el año 370 a. C., a través del diálogo que se da en la cárcel donde permanecería Sócrates durante su juicio, condenado a muerte obligado a beber la cicuta; como de interlocutores a Equecrátes, le pregunta a Fedón del probable suplicio de Sócrates esperando la muerte; quedan atónitos, ya que Sócrates, “contesta que con la muerte el espera llegar no solo con los mejores hombres, sino también junto con otros dioses, y de que existe algo para los muertos, y que éste algo es mejor para los buenos, que para los malos, los verdaderos filósofos se preparan constantemente para la muerte y para ninguna otra cosa”….  Sócrates veía en su muerte el alivio, dejando a sus discípulos una frase enigmática: ¿Debemos un gallo a Asclepio? Entonces a darle un gallo a Asclepio; para los griegos era el dios de la medicina, y la forma de agradecer por adelantado “la curación”. Ya que en su morada final, consideraría la muerte como cura final a todos sus males…

De lo anterior se pudiera deducir, sería Sócrates el primero que citó la inmortalidad del alma, si bien, curioso no escribió ninguna obra, fue el único filósofo ágrafo, todos sus pensamientos nos llegaron por medios de sus alumnos: Platón, Aristófanes, Jenofonte, Aristóteles,  (Herrmann, s.f.)

 El escrito más antiguo de que se tenga sobre escatología, el AVESTA (Joshua J. Mark, 2020) colección de textos, sagrados entre ellos, los Ghatas, su dios Ahura Mazda, el Sabio Señor, creó el mundo sobre la base de la veracidad; se atribuye la autoría a Zoroastro probable 1 milenio a. C., Zarathrusta (en avéstico) pudo haber sido contemporáneo del rey Assur-rabi II, rey asirio (1012 a. C. – 972 a. C.) Del llamado Imperio Medio. Tenía tres principios: (1) buenos pensamientos, (2) buenas palabras y (3) buenas acciones, Spenta Mainyu y el espíritu maligno Angra Mainyu. Lo inmortalizaría  Friedrich Nietzsche, en su libro “Así Habló Zaratrusta” un libro para todos, y para nadie. Friedrich Nietzsche. En el sigilo XIX. Desde una perspectiva, ¡Yo os conjuro hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales, son envenenadores; agregó todos los dioses deben morir! Nietzsche acabó loco

            Para los judíos, “La Torá” nos enseña que Dios decretó: “Ningún hombre puede verme y vivir” (Éxodo 33:20). El alcance es claro: con el fin de la vida se nos garantiza el regalo de una diminuta visión de Dios. Esa es la razón por la que debemos cerrar los ojos de los muertos….

Definirían la escatología con desiguales puntos de vista, los ilustres filósofos: San Agustín. Teólogo cristiano en el siglo IV. Su escatología la refirió sobre el fin de los tiempos. Immanuel Kant, en el siglo VIII en su libro “Critica de la Razón Pura” la abordó desde una perspectiva racionalista. Karl Barth. Teólogo suizo del siglo XX. Abordó la escatología desde un matiz teológico.    

Advertimos, la escatología ha llevado al ser por caminos diferentes, no coincido con Nietzsche que decía ¡estar más allá del bien y del mal!, su servidor quisiera permanecer en “EL BIEN”. ¿Habrá quienes creen que al morir termina todo? Los católicos, me incluyo, creemos que hay resurrección. Los musulmanes creen en la trasmigración. La literatura india cree en reencarnación. Creo que tenemos grados de iluminación diferente, hay que respetar a cada quien en sus creencias; probable mi grado de iluminación, es menor que el de usted amigo lector, pero si nos respetamos en nuestras creencias podremos vivir en un mundo de amor, respeto y paz.

Dudas al correo joseluisrf1@hotmail.com

El guía de las almas en los infiernos.

Heracles y Cerbero.