Cañón de Zacarías

0
33

Rufino Rodríguez Garza.

Con el paso de los años es necesario confirmar datos e imágenes para mantener la presencia de un grabado o una pintura en la memoria.

Este año volví a repasar uno de los sitios icónicos en materia de grabados y pinturas de los antiguos pobladores de la región.

Con la suerte en ciernes nos tocó visitar el Cañón de Zacarías, lugar al que ahora es muy complicado llegar, debida cuenta a que al antiguo camino que llevaba al sitio, por el paso del tiempo y el desuso, fue cayendo en el abandono y después la naturaleza recuperó lo que era suyo, destruyendo por completo la vía por las inclemencias del clima y el abandono.

Antes se podía llegar de una forma más directa saliendo del Pelillal, pero a los nuevos propietarios que llegaron al lugar les dio por cercar los potreros y por lo tanto cerraron el acceso que llegaba al cañón que nos referimos, y de paso bloquearon el camino que lleva a otro sitio emblemático del Valle del Pelillal y que los lugareños llaman “Chupaderos”; donde hasta le fecha hay un modesto ojo de agua  que en un tiempo se entubó y llevaba el agua hasta el ejido.

En una colaboración posterior me permitiré detallar tanto los morteros, las pinturas y los abundantes grabados de este mágico lugar.

Llegar al Cañón de Zacarías es muy complicado pues no existen caminos sino veredas de ganado, (vacapistas) que sirven para que alguna camioneta los atreva a usar para sacar lechuguilla, candelilla y orégano silvestre (el cual es de recolección anual), se le palea, se encostala y se saca para su venta.

El rodado camino que pasa por el Pitahayal y que dobla hacia el norte, rodea el Frentón y se llega con mucha dificultad a una antigua presita, que en estas fechas de finales de febrero conserva algo del vital líquido y que le sirve al poco ganado que por allí deambula, rasguñando algunos zacates que a duras penas los alimenta.

El lecho de la presa (Zacarías) es el lugar escogido para montar el campamento y de allí partir a registrar el cañón; llevar a cabo los levantamientos, ubicarlos en el mapa con sus respectivas coordenadas, tomar su altitud, recabar referencias y todo aquello que en el futuro pueda facilitar su ubicación para los especialistas y estudiantes de este importante sitio y se puedan estudiar los grandes vestigios como lo son sus chimeneas, sus grabados y también sus modestas pinturas.

El cañón corre de oriente a poniente y de ambos lados podemos observar manifestaciones gráfico-rupestres.

Son de llamar la atención unas hermosas grecas que guardan un equilibrado diseño, grabados que conservan un magnífico delineado y un fino grabado en las inmensas rocas de este cañón.

Es difícil describir cada dibujo, pero si podemos ver algunas herramientas de caza y defensa pues son abundantes, las navajas enmangadas, también los proyectiles para sus flechas y sus lanzas.

Observamos un gran atlat´l de más de un metro con el maneral y el gancho a la derecha y como contrapeso una línea curva.

Aquí se representaron cuentas a base de puntos, quizá un conteo del tránsito de la luna, el planeta venus o el padre sol.

La fauna representada por los cazadores-recolectores en este sitio solo fue referente a los venados. Vemos astas y sus huellas debidamente grabadas.

Este rincón del Semidesierto en algún momento lo visité en compañía del buen amigo Ariel Colín (del meritito Tacubaya, como dice él) del siempre bien querido José Flores Ventura y José Antonio Ramírez Díaz.