Los demonios andan sueltos

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

El pasado domingo 18 de mayo, en mi comentario semanal, relacionaba los asesinatos de políticos de bajo nivel y de policías con la venganza de los cárteles de la droga, quienes se sienten traicionados y en su submundo eso se paga con la vida. También aseguraba que hasta ese día no había asesinatos de políticos de alto perfil, pero eso no quería decir que ellos no estaban en peligro, que lo que pasaba era que los cárteles no habían escalado los crímenes a ese nivel.

Sin embargo, dos días después de este comentario, los asesinatos escalaron al primer círculo de la política mexicana, y los criminales ajusticiaron a plena luz del día y en una de las arterias más transitadas de la ciudad de México, la calzada Tlalpan, a dos altos funcionarios de la ciudad de México, a la secretaria particular de Clara Brugada, Ximena Guzmán Cuevas y a su coordinador de asesores, José Muñoz Vega.

Estos crímenes se consumaron mientras Claudia Sheinbaum estaba en la mañanera hablando de seguridad, acompañada del secretario de la Defensa Nacional, la secretaria de Gobernación, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana y el Fiscal General de la República. Allí frente a la nación, les darían la brutal noticia, y el único que actuó en consecuencia fue Omar García Harfuch, quien se puso a informarse y a dar órdenes por su celular, mientras el General Ricardo Trevilla ni se inmutó y doña Claudia Sheinbaum no pudo ocultar su preocupación en su rostro.

Desde ese momento surgieron muchas especulaciones, pero al margen de todo lo que se dijo, ahora se sabe sin mayores datos, que los asesinatos además de ser un mensaje, el primero de alto nivel, para la presidenta Sheinbaum y Clara Brugada, habían sido ejecutados desde adentro del gobierno federal, pues manipularon cámaras de seguridad y lo hicieron con alto nivel de planeación y ejecución del crimen. Un asesinato político con precisión militar.

Lo bien planeado y profesional de la ejecución reveló que el gobierno federal está infiltrado por el crimen organizado y los políticos asociados con los narcos, lo cual es fácil de entender, pues durante los seis años del narcopresidente Andrés Manuel López Obrador, los cárteles tuvieron la impunidad y el permiso de invadir las funciones más importantes de la vida nacional, de la misma manera que nuestro país está gobernado en una tercera parte del territorio nacional por los cárteles de la droga, y si eso fuera poco, le han dado cabida en México a terroristas y criminales de todo el mundo, incluyendo a cientos de espías cubanos y rusos, que mucho saben de estos menesteres.

Aún así, la presidenta pidió que no se especulara, que dejaran correr las investigaciones para saber los motivos, no para saber quién los había condenado a la muerte; y por su parte, Clara Brugada insistió en que la seguridad pública está en buenos rumbos, pero eso sí, ella se rodeó de guardaespaldas, policías y guardia nacional.

El mensaje enviado por los facinerosos al primer círculo de la política mexicana fue recibido, pero aún no se sabe que secretos querían mantener ocultos asesinando a los altos funcionarios, pues estos eran los más cercanos a la gobernante de la ciudad de México, que sigue siendo el centro político de lo que queda de república.

De todos modos, los demonios andan sueltos, y ninguno de los funcionarios de primer nivel se encuentran libres de peligros y riesgos, más aún si quieren callar a los que saben mucho. El peligro es latente, ya han silenciado a varios de estos personajes, uno de ellos, por ejemplo, es Sergio Carmona, “El Rey del Huachicol”. No por nada, nuestro país es considerado un narcoestado, con un narcopartido y políticos narcos. Al menos esa es la imagen que México tiene en el mundo, aunque la presidenta y sus voceros sigan negandolo.

Política aldeana

Para Ripley: Según se informó, el diputado morenista Alberto Hurtado se ofendió porque uno de sus colegas, el diputado panista Gerardo Aguado lo relacionó con el crimen organizado, lo que parece una actitud de moralidad, es simplemente un acto teatral, pues Hurtado sabe que en su partido hay infinidad de narcopolíticos, uno de ellos es el gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, padre de Américo Villarreal Santiago, delegado del Bienestar en Coahuila, y parte de la tribu en que milita. Ni modo de pedirle seriedad, los morenistas no son serios ni creíbles en sus pleitos. Para muestras basta un botón, vean en lo que quedó el pleito entre Antonio Attolini y Cecilia Guadiana, en un amoroso e hipócrita abrazo. Creo que confundieron su vocación, en lugar de ser “políticos” deberían dedicarse a la actuación. Harían menos daño. Pero es lo que hay.

Preguntas huérfanas

¿Cuál será la verdad: al dirigente del SNTE, Alfonso Cepeda Salas, lo critican porque quiere ser gobernador de Coahuila o porque es un corrupto junto con su hijo?

¿Tendrá autoridad moral Rubén Moreira para hablar en contra del nepotismo, de la corrupción, del autoritarismo, de la deuda pública o ya se le olvidó su pasado?

¿Por qué hasta ahora dice el director del CEAS, Lauro Villarreal, que a Saltillo solo le queda agua para los próximos 10 años o acaba de descubrir el hilo negro?

¿A qué se debe que se sigan sorprendiendo de lo que hace y dice el porro mugroso de Gerardo Fernández Noroña?