México atraviesa por momentos difíciles

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Jorge Arturo Estrada García.

«La dictablanda es la dictadura disfrazada de democracia».
Mario Vargas Llosa.

«La dictablanda es la máscara suave del autoritarismo”.
Octavio Paz.

«La dictablanda es la mentira que se viste de tolerancia
para seguir oprimiendo”.
Eduardo Galeano.

El totalitarismo se impone. La democracia ha sido destruida desde los cimientos. Ahora sigue la guerra política, por el poder real y absoluto, en México. La mesa está puesta. La partida, está en marcha. Sin embargo, las cartas ganadoras no las tienen ni en el Palacio Nacional, ni en Palenque. Están en Washington, en el despacho Oval de la Casa Blanca. El séptimo año, de Andrés Manuel, es intenso y apasionante.

A partir del 2 de junio, doblan las campanas, la Primavera Democrática mexicana ha sido asesinada. El golpe de estado blando está en marcha. El escenario es novedoso, el líder absoluto y moral de la Cuarta Transformación, y el morenismo, ya no trae la banda presidencial en el pecho, pero controla los hilos del poder.

Ahora, el poder formal de la república está en manos de la presidenta, Claudia Sheinbaum. Pero, ella, está acotada por el legado tóxico de Andrés Manuel. Y, ya, desde hace meses, la sucesión presidencial está en marcha. El exmandatario promueve a su hijo Andrés Manuel López Beltrán. Adicionalmente, la lista de Marco Rubio, el secretario de Estado de Trump, flota en el ambiente.

En la actualidad, el país atraviesa por momentos difíciles. López Obrador, dejó al país emproblemado en varios frentes. El gobierno, de Sheinbaum, no logra descifrar los retos de la herencia nefasta y, simultáneamente, lidiar con las exigencias de Donald Trump.

En el arranque de su gestión, Claudia no puede brillar, a pesar de no tener oposición, y pasa de obstáculo en obstáculo, muchas veces, a tropezones. La inseguridad y los homicidios persisten. La deuda externa crece y las obras de la nueva mandataria se retrasan, o ni siquiera inician. El tabasqueño, exprimió las arcas públicas. Entramos en recesión, los empleos nuevos de calidad ya no se generan al ritmo necesario. La incertidumbre, sembrada por las acciones de Trump, impera y agobia.

El séptimo año de AMLO, le ha sido productivo. Mandó al diablo a las instituciones. Ha actuado desde las sombras, silencioso pero efectivo. Ha doblado las apuestas sin estridencias y con audacia.

México atraviesa un momento crítico. Quizás irreversible, en décadas. La democracia ha dejado de existir para convertirse en una fachada. Un solo partido, que tiene un líder poderoso, domina los tres poderes. No hay contrapesos, no hay equilibrios. La ley se convirtió en herramienta de control; y las instituciones autónomas han sido desmontadas una por una. Lo que queda es obediencia o represión.

El morenismo ha logrado reconstruir en el siglo 21, la dictablanda que el PRI, del siglo pasado consolidó. Estamos ante una hegemonía total, legalizada a través de elecciones simuladas, bajo el disfraz de un mandato popular.

La captura del Poder Judicial, a través de una elección amañada, es la sentencia final de la división de poderes. La democracia mexicana fue desmantelada con eficacia, mientras millones de ciudadanos lo observan con resignación… o con gratitud.

Este 2025, treinta millones de hogares reciben dinero en efectivo, y eso basta para silenciar el descontento, al parecer. El gobierno reparte subsidios, no consolida derechos. Compra lealtades, no construye ciudadanía. La gente no exige servicios de salud, ni medicinas, ni escuelas, ni seguridad: agradece las transferencias.

En nuestro país, la corrupción ya no indigna. La violencia ya no sorprende. Los desaparecidos ya no conmueven. Las masacres se entierran junto con las víctimas. La delincuencia manda en regiones enteras, y la impunidad es casi total. México, se ha convertido en un país en donde la muerte es parte del paisaje.

En este momento, la narrativa del nearshoring ya es más mito que realidad. Las inversiones no llegan. Los grandes capitales no confían en los nuevos escenarios. La incertidumbre jurídica, el desmantelamiento institucional y la subordinación política del empresariado, también alejan cualquier intento serio de crecimiento sostenido. Las cifras oficiales, maquillan un estancamiento real. No se crean nuevos empleos formales. Pemex y CFE son ruinas que se sostienen con base en más deuda pública.

Adicionalmente, la renegociación del T-MEC ya es inevitable. Trump, de regreso al poder, impone condiciones, aranceles y amenazas. Quiere a las plantas automotrices de vuelta en territorio estadounidense. Quiere reducir el tráfico de drogas y de personas. Y quiere, demostrar que puede doblegar al vecino del sur sin despeinarse. México, con una diplomacia inexistente y una economía tan dependiente, no tiene con qué responder.

Mientras tanto, dentro del oficialismo, la lucha por el poder ha comenzado. No hay proyecto de nación, sólo ambiciones personales. No hay debate, hay reacomodos y traiciones. Se reparten los despojos de un país agrietado, que se desmorona. Un México estancado, sin desarrollo, con el tejido social roto y polarizado.

El país vive una tormenta perfecta: crisis institucional, inseguridad imparable, colapso económico, en cámara lenta y presión externa. Y, sin embargo, la sociedad permanece apática. Muchos celebran la ruina con banderas en alto. Otros guardan silencio. Algunos pocos aún resisten.

México no se desmorona con estrépito. Se hunde en silencio. Y lo más trágico es que gran parte de sus ciudadanos, esos que alguna vez salieron a las calles a gritar y pelear por la libertad y por la democracia, hoy no parecen dispuestos a luchar por recuperar lo perdido.

Es evidente, que el dueño de Morena es Andrés. La lealtad del ejército es de AMLO. El afecto de los ciudadanos es para López Obrador. Sin embargo, las cartas ganadoras ya no están en Palacio Nacional ni en Palenque. Por lo pronto, están en la Casa Blanca. Allá, en Estados Unidos, los principales líderes de la delincuencia organizada mexicana, ahora presos, hacen tratos a cambio de los nombres de los políticos con los que negociaron. La lista de Marco Rubio se enriquece y flota en el ambiente. En el círculo íntimo de Andrés Manuel se estremecen, señalan algunas versiones.

¿Entonces, habrá de enfrentar a Trump? Él busca lucimiento, en el corto plazo. Sus planes mundiales se atoran. Entonces, el rival más accesible es México Con su clase política tan llena de pecados, y con su modelo económico tan dependiente del tratado comercial, T-MEC. De esta forma, Andrés Manuel sería el más débil. La presidenta sería favorecida. Aunque se generaría a un partido en desbandada, si se activan las detenciones. En esas condiciones, podría suscitarse un duelo por el poder entre el tabasqueño y la presidenta.

El séptimo año de AMLO, ha sido exitoso para él. Mandó al diablo a las instituciones. Sigiloso, ha doblado las apuestas con audacia. Sólo el factor Trump podría hacerlo tropezar. Vienen cosas intensas, e interesantes. Veremos.