Los indicadores dicen que AMLO prepara al país para una nueva dictadura en AL

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Adolfo Olmedo Muñoz.

Los angustiados lamentos por el hambre, por la depauperación, por la insalubridad, la inseguridad, la injusticia, la impunidad, por la incultura política y en general humanística y tecnológica y el cinismo rampante en el abuso del poder, son ignorados soezmente por la frivolidad de un  dramaturgo afincado en la silla presidencial con el único anhelo de cebar su egolatría mientras cobra venganza de quienes lo vieron siempre como lo que es: un político de cuarta, aunque ahora le llame “cuarta transformación”.

La puesta en escena de la farsa de juicio contra del ex director de PEMEX Emilio Lozoya Austin; el ridículo dispendio en la caprichosa venta del avión presidencial llamado José María Morelos y Pavón, la insensatez de cumplir otro capricho populista más declarando que ¡sí! habrá celebración del “Grito de Independencia” y el subsecuente desfile militar; su sospechosa proclividad a mantener contentas a las fuerzas armadas otorgándoles estratégicas concesiones y privilegios, le interesan más que la salud moral, económica y física de la población en general, aunque, de una u otra manera, busca en todo momento mantener “contenta” a toda su “jauría” (la mayoría de ellos tuiteros subsidiados), queriendo jugar con los tiempos de la política.

Su tiempo, sus intereses, sus “vendettas”, sus preferencias y sobre todo el culto a su imagen mesiánica, son prioridades para él, aunque la economía se desplome vertiginosamente y que podamos retroceder prácticamente una generación merced a su ignorancia agravada por su veleidosidad.

A él parece no importarle -ni mucho ni poquito- el alarmante desempleo, fenómeno que en breve pudiera engendrar un alud de calamidades sociales, como la delincuencia y hasta la insania mental que con frecuencia se manifiesta con la incidencia del suicidio, sobre todo de jóvenes en edad productiva.

López Obrados cree tener una solución, en su proyección futurista del populismo, para mantener contenta a una buena parte de la población con el sebo de “programas sociales” disfrazados con subsidios a una clientela sumisa para con él, pero beligerante para los detractores de su amo.

Por ello, ha venido desmantelando sistemáticamente organismos -muchos de ellos con destacada participación ciudadana- que requerían recursos pero que a él no le redituaban. Dinero que esta acumulando para canalizarlo en su momento hacia el llamado “ramo 23”, la “partida secreta” con la que espera comprar el continuismo de la “cuatróte”.

Las más de cuarenta y cinco mil defunciones por el COVIT-19, las desdeña, porque él tiene otros datos; los cerca de trece millones de desempleos acumulados en los dos últimos años, los distrae con sus puntadas como aquella de que no debió nombrarse José María Morelos y Pavón al todavía etiquetado “avión presidencial”.

Aunque no faltó un comunicólogo (por eso los odia tanto) que sugirió que bien podría cambiar el nombre por el de López Obrador, o sea Andrés Manuel, porque, según éste perspicaz locutor, se trata de un “bien” u objeto que pedimos; luego nos dimos cuenta de que no sirve para nada y ahora, precisó, “es un pedo que no sabemos cómo deshacernos de él”.

El ciudadano presidente Andrés Manuel López Obrador está, sin lugar a duda, hipotecando al país, depauperándolo no solo en lo económico sino como una sociedad civilizada. México pierde cada día y solo hay un culpable, su discurso de odio vaciado contra sus enemigos del pasado, se viene desgastando tras las erráticas decisiones que deshonran ya el ejercicio de la justicia y el laureado honor militar sometido ahora a funciones de policía persecutores de delincuentes, sobre todo aquellos a los que se les puede exprimir recursos, aquellos, los acumulables para engrosar el “ramo 23”. Aunque aplicado también, por lo visto, en tareas de “custodia” del desempeño de periodistas que se “atreven” a hablar mal del “jefe de las Fuerzas Armadas de nuestro país”

Y si este comentario no les gustara a “honrados” miembros del poder judicial, pues simplemente les preguntaría: ¿Se están siguiendo las mismas formas procesales en los casos del deleznable traicionero, corrupto y cobarde Emilio Lozoya Austin y la ingenua Rosario Robles quien lleva más de once meses en el penal femenil de Santa Martha Acatitla, encarcelada con los más pueriles argumentos mientras el hijo de familia (la par de corruptos) Lozoya goza de libertad luego de haber sido consentido en un hospital de super lujo.

El “intimidado”, “influenciado” e “instrumentalizado” (cual bebe lactante, o sea: mamón) ha vuelto a vender no tan caro su “amor” y se dispone a inventar si es preciso, para comprar su libertad a cambio de la de los enemigos de AMLO. Su cheque de pago es en blanco, aunque cuenta con un renglón que dice “desprecio” y ese finalmente será el precio con el que será recordado en la nauseabunda historia política reciente.

Para nuestra desgracia, rondan ya en el ambiente más de cuatro jinetes apocalípticos, arreados por un AMLO que, seguramente de manera ocasional, está desdeñando una máxima registrada en ese libro de la mitología judaica y que en una de sus páginas reza así: “Con la vara que mides, serás medido”.

No tiene caso enumerar todas las calamidades que, en estos tiempos, padecemos en México, asistidas por la pervertida visión de un político muy ignorante, pero mucho más astuto y perverso con una dogmática visión de un socialismo hecho a la medida de las dictaduras latinoamericanas.