José Guadalupe Robledo Guerrero.
A mediados de 1990, el exalcalde saltillense Mario Eulalio Gutiérrez Talamás, luego de varios meses retirado de la política, fue nombrado Presidente del Comité Municipal del PRI. Mario Eulalio aceptó ese cargo a sabiendas de que Eleazar sería destituido. Sabía de antemano que sería el sustituto interino de Eleazar Galindo Vara.
Entrevisté a Mario Eulalio Gutiérrez para preguntarle sobre la situación económica de los municipios coahuilenses. Invariablemente, los dirigentes priistas se abstienen de opinar sobre el desempeño de los alcaldes, y menos del de Saltillo, pero en esa ocasión Gutiérrez Talamás dijo: “En Saltillo tenemos una administración municipal desafortunada”. “Es prioritario que el Ayuntamiento de Saltillo recupere su capacidad económica, les exigiremos que mejoren la situación”.
A mitad de 1990, se comentó que Rosendo Villarreal Dávila, cuñado de Isidro López del Bosque y fracasado empresario, le había solicitado a Eliseo Mendoza la candidatura del PRI a la Alcaldía de Saltillo, aprovechando que EMB quería congraciarse con sus parientes políticos, los López del Bosque, pero no consiguió su propósito.
Lo cierto era que Eliseo Mendoza y Javier López del Bosque ya habían acordado destituir y encarcelar a Eleazar Galindo e imponer como alcalde interino a Mario Eulalio Gutiérrez Talamás, para después entregarle la alcaldía saltillense a Rosendo Villarreal Dávila que se había afiliado al PAN, partido financiado y manejado por los dueños del GIS, que lo convirtió, sin militancia ni méritos partidistas, en su candidato a alcalde.
Para que el circo electoral estuviera completo, alquilaron de patiño a Abraham Cepeda Izaguirre como candidato del PRI, para que se tirara a la lona a cambio de tres millones de pesos, según dijeron los enterados.
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Mientras la corrupción permeaba y se exhibía en todas las áreas del gobierno estatal, Eliseo anunciaba sus “trascendentes” obras: El proyecto de la construcción de la plaza tlaxcalteca y el regalo de automóviles del año para sus dóciles magistrados del poder judicial.
El verdadero problema de los alcaldes coahuilenses era la corrupción del gobierno mendocista, porque el tesorero Jesús García López les retenía el dinero que legalmente les correspondía a los municipios. “El Tesorito” les quitaba del 30 al 50 por ciento del dinero, las partidas municipales eran ordeñadas.
En agosto, aprovechando la visita a Saltillo de Salinas de Gortari, el diputado panista Humberto Flores Cuéllar publicó una carta dirigida al Presidente de la República, en donde denunciaba “Los escándalos de Eliseo Mendoza Berrueto, gobernador incapaz de poner orden en su casa”. Asímismo le advertía al presidente sobre el estado caótico de Coahuila, y la corrupción que privaba en los municipios coahuilenses.
Al final de su escrito, el diputado Flores Cuéllar le pidió a Salinas de Gortari que se llevara a Mendoza Berrueto, porque no era justo que los coahuilenses carguemos con esa cruz.
Salinas de Gortari nunca destituyó a Mendoza Berrueto, porque EMB no representaba ninguna oposición para los planes hegemónicos del presidente. Pero meses después, Salinas envió a Rogelio Montemayor a cogobernar Coahuila desde la coordinación federal de Sedesol, que fue su entrada a la gubernatura de Coahuila.
El encarcelamiento de Eleazar Galindo
Mendoza Berrueto ordenó que Eleazar Galindo Vara, pidiera licencia como alcalde de Saltillo. Luego sería acusado de un escandaloso fraude cometido en el Programa “Tierra y Esperanza”, de donde se desviaron 21 millones de pesos, y cuyo principal inculpado, Juan Francisco Guerrero Jiménez, se “escapó” de las autoridades que lo iban a detener, previa entrega de un maletín con 15 millones de pesos a Armín Valdez.
Al día siguiente de la aprehensión de Eleazar Galindo Vara fui a su casa para investigar los motivos de su encarcelamiento. Sabía algunos pormenores del asunto por las confidencias de Juan Francisco Guerrero Jiménez, director del programa “Tierra y Esperanza”, que había sido mi compañero de estudios en la UANE.
En una ocasión me dijo que estaban echando mano de los activos del programa “para financiar el funcionamiento del municipio, debido a que el gobierno estatal no entregaba completas las partidas económicas del ayuntamiento”, pero no dijo más, ni respondió a mis preguntas, sobre todo lo que se refería al monto de las retenciones.
Llegué a la casa de Eleazar, y no había nadie esperando audiencia, como cuando era el alcalde. Esto demostraba que en política los amigos son de mentiritas… Pero revelaba también que el ex alcalde estaba solo para enfrentar a sus persecutores.
Me recibió Angélica, la esposa de Eleazar, quien se veía sola, abatida e impotente. La señora tenía referencias mías y le dije a lo que iba. De pronto sonó el teléfono: ¿Qué quieres?, contestó la señora con dureza cuando supo quién hablaba, y le dijo: “Eleazar está preso porque lo traicionaste, preferiste taparle las marranadas a Eliseo. Ve y chingas a tu madre y no vuelvas a hablar”.
Colgó el teléfono, se disculpó por su exabrupto y dijo: “pues ya lo oyó, Eliseo es el responsable de lo que le pasa a mi marido, yo no puedo hablar pues lo expondría, lo único que le pido es que no lo dejen solo, los necesita”. Me pidió que visitara a su marido, pero me advirtió que no hablaría mientras estuviera encarcelado.
Al día siguiente recibí un recado del exalcalde que me pedía que fuera a verlo. Estaba abatido, el insomnio se le dibujaban en el rostro. Sumamente alterado me dijo que tenía miedo que lo mataran. La noche anterior apagaron las luces del presidio y pensó que era su final. No me dijo más, prometiendo que me contaría todo cuando saliera de la cárcel.
Eleazar salió de la prisión y no cumplió su promesa, seguramente temía que algo le pasara. Nunca dijo los motivos de su aprehensión, tampoco habló de los acuerdos que había hecho para recuperar su libertad.
Finalmente se supo que la persecución a Galindo Vara había sido ordenada por Mendoza Berrueto e instrumentalizada por “El Tesorito” Jesús García y Raúl Felipe Garza Serna, entonces secretario particular del gobernador. Ambos eran ya los más influyentes funcionarios del sexenio mendocista. Con ese abuso del poder se persiguió a Juan Francisco Guerrero, que desde que huyó en 1990 no retornó a Coahuila, y nunca se supo qué pasó con él.
Juan Francisco sabía todo sobre el desfalco. Eran pocos los que estaban enterados que con los activos del programa “Tierra y Esperanza” se estuvo financiando el funcionamiento del ayuntamiento saltillense, debido a que el gobierno estatal le escamoteó el presupuesto al municipio de Saltillo con la anuencia de Galindo Vara.
Días después de su “escape” Juan Francisco me habló desde Guayabitos, Nayarit, y además del maletín con 15 millones de pesos que le dio a Armín Valdez para escapar, señaló “No hui porque fuera culpable, sino porque tengo miedo que algo me pase”.
Juan Francisco fue muy generoso con las lideresas de las colonias, por eso los aplausos y las porras que le prodigaron hasta la saciedad, pero lo dejaron solo cuando ya no tenía que darles y estaba en problemas. Así es la política clientelar.
A inicios de 1991, luego de ser nombrado Procurador, entrevisté a Raúl Felipe Garza Serna, quien me dijo los motivos que llevaron a la cárcel a Eleazar Galindo Vara. Según el nuevo Procurador, al exalcalde saltillense se le detectaron desvíos por más de siete millones de pesos, originados por la entrega a personas de materiales de construcción pagados con el erario municipal, por recibos de pagos de honorarios a quienes jamás laboraron en el ayuntamiento, y por haber abultado el precio de dos terrenos adquiridos a particulares para el Programa Tierra y Esperanza.
Según Garza Serna, había dos formas de que Eleazar Galindo Vara saliera de la cárcel: resarciendo el daño causado, o garantizando el daño. Raúl Garza había manejado desde la secretaría particular del ejecutivo el asunto de Eleazar. Allí comenzó haciendo los trabajos sucios de Eliseo, revelándose como abusivo e intolerante.
(Continuará).
El “triunfo” de Rosendo Villarreal…