“Qué agradable sería un mundo en el que no se permitiera a nadie operar en bolsa a menos que hubiese pasado un examen de economía griega, y en el que los políticos estuviesen obligados a tener un sólido conocimiento de la historia y de la novela moderna”.
Bertrand Russell.
“La política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano”. Dwight D. Eisenhower.
“He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”.
Charles de Gaulle.
Jorge Arturo Estrada García.
Ya lo sabemos. Estamos metidos en un problema de enormes dimensiones. La pandemia está sin control. Las vacunas anunciadas no aparecen, son acaparadas y disputadas por los países del primer mundo, que son quienes las desarrollaron. La solución elegida por el gobierno federal se va diluyendo hasta que reaparezcan los aviones con cargamentos, y que ahora sí lleguen los millones de dosis que necesitamos. Mientras, el conteo de muertos y la tragedia persisten.
Cuando era indispensable tener un gobierno muy capaz, confiable e incluyente, que, junto al resto de las élites económicas y políticas, fuertemente respaldados por ciudadanos solidarios y exigentes, conformáramos un frente que venciera la amenaza mortal de la pandemia y protegiera la vida, la salud, los empleos y el patrimonio de los mexicanos, nos percatamos del bajo nivel de los políticos y de nosotros, los ciudadanos de todos de los estratos sociales.
Hemos fracasado y dependemos de la capacidad de los laboratorios, investigadores y mandatarios extranjeros para que nos faciliten vacunas. Así se han presumido, con tintes de orgullo, los “generosos acuerdos” con Donald Trump y Vladimir Putin. Nuestro subdesarrollo es más que evidente.
La pandemia nos ha mostrado la debilidad de nuestro país, tras 30 años de gobiernos neoliberales, de políticos corruptos por 100 o 200 años y por una multitud de funcionarios públicos incapaces y de ciudadanos apáticos e ignorantes, no hemos podido madurar como tales. La política es un tema tan sucio en México que los políticos usan los términos “politizar” o “le dan tintes políticos” para descalificar a un tema o a sus adversarios. En este país no se debe hablar de política ni de religión, a pesar de los siglos de dominación que ambos sectores han ejercido sobre las personas. “La política es aburrida, no la entiendo y no me interesa” es una pose muy popular.
Somos unos ciudadanos pésimos y resignados: “ellos hacen lo que quieren y no tienen remedio”. Somos apáticos, abstencionistas y desconfiados. Somos individualistas, tal como el neoliberalismo nos ha formado y conformado. Así, divididos y etiquetados, envueltos en discursos de odio permanecemos desunidos, poco solidarios agobiados por las crisis.
De igual forma, en 1846 luego de apenas tres décadas de vida independiente, esas circunstancias facilitaron que unos invasores bien adoctrinados, bien equipados, bien entrenados y muy bien dirigidos, nos invadieran, nos derrotaran y nos arrebataran medio país. Unas decenas de miles de tropas fueron capaces de ocupar durante dos años el país y despojarnos.
Nuestros políticos y gobernantes, de esa época, también eran ridículos, incapaces y corruptos. También medraban en facciones en las élites del poder, también tenían discursos incendiarios para formar sus bases sociales.
Así, los estadounidenses desembarcaron en Veracruz y rápidamente conquistaron la capital mexicana. En los otros frentes, vencieron en Monterrey y en Saltillo y ocuparon sus posiciones estratégicas. Permanecieron dos años dominando el país. Nuestros ejércitos no eran profesionales, fueron integrados mediante la leva en las ciudades, en donde literalmente “levantaban” a los jóvenes para ingresarlos a los ejércitos.
No tenían zapatos, tampoco uniformes, mucho menos abrigos, armas, municiones ni entrenamiento. Ni siquiera había cómo alimentarlos. El ejército que enfrentó a los norteamericanos en Saltillo, en La Angostura, estaba conformado en su mayoría por personas que no querían ser soldados. Ellos fueron “reclutados” en el camino del centro del país hacia el Noreste, en cada ciudad y poblado iban recogiendo a quien se descuidaba y lo ponían a caminar en las filas. Tampoco les daban caballos y al pasar por mercados, haciendas, pueblos y ranchos, tomaban maíz, frijoles, reses, puercos, gallinas, etcétera para alimentar a casi 20 mil personas. Por las noches había que vigilarlos para que no desertaran. Cientos, se escapaban cada noche luego de largas jornadas. Algunos historiadores relatan que solamente poco más de 12 mil hombres llegaron y enfrentaron a los norteamericanos en la capital de Coahuila.
Los “soldados” llegaron caminando desde San Luis Potosí con temperaturas bajo cero a unas cuantas horas de la batalla. Muchas armas, de las que les proporcionaron, eran viejos fusiles usados por los ingleses en 1815 en la batalla de Waterloo cuando napoleón fue vencido. Eran obsoletas, las municiones eran escasas y de calibres diversos. En México no teníamos fábricas de armamento ni dinero, los norteamericanos sí.
En 1844, México tenía siete millones de habitantes, la economía estaba destrozada por guerras intestinas y no teníamos un ejército profesional. Los Estados Unidos tenían 20 millones de habitantes, una economía cada vez más próspera y sólida, además de un ejército profesional y armas modernas. Nosotros no estábamos preparados y ni siquiera unidos. Las asonadas eran frecuentes. Mediante esa guerra los gringos se anexaron la Alta California, Nuevo México y Texas, que integran los actuales estados de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y parte de Wyoming.
En la emergencia actual, el presidente ha escogido imponer su narrativa y la enfrenta contra la realidad sistemáticamente. Enseguida, se genera un gran debate entre la fe ciega y los resultados y carencias. Estamos ante un tipo con mucho poder y pocos resultados. Estamos arriba de un navío que hace agua por varios lugares. Vamos guiados por un timonel que no sabe conducir trasatlánticos. No es lo mismo ser lanchero que navegante.
Vamos perdiendo las batallas y no llegarán refuerzos de calidad, nos cargaremos con más lastres. Los candidatos de todos los colores no han sido particularmente brillantes. Los partidos políticos y sus líderes están desgastado y desprestigiados. Sus dirigentes son de escasa estatura política. Mario Delgado, Alejandro Moreno, Marko Cortés, Dante Delgado, Alberto Anaya y los demás, son de los peorcitos que han encabezado sus partidos. Es un mal momento para la precaria democracia mexicana y para el país.
Para obtener votos, para no perder el registro y tal vez ganar algo, el PRI- PAN-PRD pactaron una alianza. Ahora, los personajes de la farándula, los deportes y los influencers han sido escogidos como candidatos generadores de votos por todos los partidos, nuevos y viejos. Serán decenas de ellos, ya no solamente tendremos los casos de personajes bizarros como Irma Serrano, Silvia Pinal, Cuauhtémoc Blanco, Carmen Salinas y Ana Gabriela Guevara.
Con el viejo PRI, por dedazo personajes de todo tipo eran promovidos y los líderes de sindicatos de todos los sectores ocupaban cargos de elección popular. Ellos, al menos eran compromisos políticos para los sectores y las estructuras movilizadoras de votos. Los candidatos actuales, salvo algunas excepciones, no representan a nadie ni a nada. Son un retrato de la realidad política mexicana, sin ideologías ni bases sociales. Solamente fans y followers.
Esos personajes surgieron por todo el país, pero en Monterrey y Nuevo León hasta el PRI, en medio de sus crisis, postulará a conductores de espectáculos, de noticias, de deportes, modelos, influencers, actores y exfutbolistas para alcaldías y diputaciones. En el vecino estado, Morena irá con una priista para gobernadora y un panista para presidente municipal de Monterrey. Ambos, desertores recientes, eso no importa. En México no hay ideologías, solamente oportunistas y presupuestos enormes para las campañas y los partidos. Todos son iguales y además son los mismos.
Sabemos que los mexicanos estamos despolitizados, que ni siquiera tenemos izquierdas ni derechas, y que solamente votamos por instintos, por moda y por castigo. Morena mismo es una ensalada desprestigiada, que irá igual que los demás con candidatos de perfiles cuestionables. Sin embargo, es el único que partido que cuenta con un líder carismático en el que millones de ciudadanos confían y obedecen ciegamente. Ellos, están atados con el presidente Andrés Manuel López Obrador por fuertes lazos afectivos y monetarios. Habrá campañas electorales y la tragedia seguirá casi imparable.
Las vacunas y la ciencia están muy lejos para México, hace muchos años que renunciamos al desarrollo, al progreso, a la educación de calidad y al impulso de la ciencia y la tecnología. Así, esperaremos largos meses para poder inmunizar a nuestra población. Como siempre, estaremos a expensas de la “generosidad” de los líderes de los países desarrollados. Exactamente igual que el resto de los países tercermundistas. En tanto, las facciones políticas se disputan el poder en medio de la tragedia y el conteo de votos y muertos. También perderemos mucho en esta ocasión, así lo decidimos nosotros.
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