La pandemia dejó en evidencia a la sociedad y al país que hemos construido

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Jorge Arturo Estrada García.

Cuando se sugieren muchos remedios para un solo mal,
quiere decir que no se puede curar.
Anton Pavlovic.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean…
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Eduardo Galeano.

El mundo ha cambiado. La vida de miles de millones de personas se ha desestabilizado por tiempo indefinido. Ha transcurrido un año, y en casi ningún lugar del planeta la normalidad que conocimos ha sido retomada a cabalidad. Todo se trastocó, seguramente deberemos a aprender a sobrevivir en estas condiciones y añorar los tiempos idos. Por lo menos hasta recuperarlos, si es posible.

Todo indica que las medidas que pensamos que serían temporales como el uso del cubrebocas o la prohibición de reuniones multitudinarias, bien podrían instalarse en nuestra vida de manera permanente durante los próximos años. Las vacunas reducirán la velocidad de los contagios, evitarán decenas de millones de muertes, pero el peligro del virus y sus mutaciones podría mantenerse. Incluso, con vacunaciones anuales, como sucede con la influenza. Aunque para muchos su vida se alteró poco, salvo algunas molestias y ni cubrebocas usan.

El estado de emergencia en nuestras ciudades, a lo largo de un año, nos ha mostrado la magnitud de nuestras carencias, del daño que le hemos hecho al planeta; de cómo nuestras carreras egoístas por obtener éxitos y dinero nos arrebataron la solidaridad y el tiempo para apreciar las cosas simples que la vida ofrece.

También, han dejado en evidencia el modelo industrial que te arrebata más de medio día, diariamente, en fábricas y transportes industriales, de día o de noche, a cambio de salarios que apenas permiten adquirir micro-casas en orillas de las cañadas de la sierra y que no deja márgenes para el ahorro, para que en casos de enfermedades se puedan adquirir medicinas, consultar buenos doctores, acudir a hospitales equipados y hasta para comprar el oxígeno vital. Mucho menos para contar con una buena pensión en la vejez. El México contemporáneo, se diseñó para enriquecer a pocos a costa de los invisibles, de los Nadies.

Construimos ciudades hostiles, mal diseñadas e inseguras. Desperdiciamos varias horas cada día detrás del volante, o dormitando en el incómodo transporte público, atorados en el tráfico. Manejamos compitiendo ferozmente para ganar unos metros a nuestros compañeros de bulevar, maldiciendo y texteando casi simultáneamente. Pero, insistimos en ir al OXXO en auto, aunque esté a unas cuantas cuadras de distancia.

Competimos por comprar el mejor auto, que tardaremos en pagar cinco años. De igual forma, entre más cara sea la colegiatura del colegio de nuestros hijos, nos sentiremos más importantes, también pensaremos que con eso somos buenos padres y que les estamos consiguiendo un buen futuro. Buscamos felicidad en las compras.

También, vemos como muchas familias se esforzarán mucho para vencer la marginación en la que nacieron y que sus hijos lleguen y se gradúen en la universidad. Sabemos bien que las escuelas públicas no tendrán aulas suficientes, ni agua en los sanitarios o los bebederos; que estarán ubicadas junto a los arroyos y por supuesto, no tendrán ni computadoras, ni internet, ni proyectores para mantener alertas a los alumnos y actualizado el aprendizaje de los niños y jóvenes del siglo XXI. 

Cuando al fin se adquieren algunos de esos equipos, las policías municipales y los vecinos son incapaces de mantener seguras las escuelas para que no las roben. En la Ciudad Inteligente, que no existe, más que en el discurso, mediante grupos de whats app y guardando las cosas en bodegas gubernamentales se combate la inseguridad y el vandalismo que invade a las colonias y saquea a las escuelas.

Somos malos para disfrutar de la vida a plenitud, cuando se ha presentado la oportunidad. Y lo más grave, es que somos peores para elegir a los que nos gobiernan. Frecuentemente lo hemos hecho por los tipos que hacen grandes negocios con sus cargos públicos, a los que no les importamos y que serán los que tomen las decisiones, generalmente para mal, o algunas veces para bien.

Llevamos al poder a los que no han podido comprar 150 millones de vacunas de calidad y andan comprando saldos, de todas marcas y de bajos precios en la cola de la fila. Cada vacuna cuesta 400 pesos las dos dosis, en promedio. Con unos 60 mil millones de pesos se completan. El costo del aeropuerto Felipe Ángeles será de 80 mil millones, lo que retrata claramente en donde se pone más entusiasmo por parte del gobierno federal. En el país hay muchos mexicanos invisibles, que para las prioridades oficiales parece desechables. Son los Nadies.

Somos un país lleno de pobres pero que tiene la economía número 12 del mundo en magnitud. No hay escasez de generación de riqueza, lo que hay es desigualdad e injusticia social. Lo que mejor funciona en nuestro país son las fábricas de pobres y las de pretextos. En lo que respecta al ingreso per cápita, México ocupa el lugar 63 a nivel mundial y está por debajo del promedio de ingreso en el mundo. Si el PIB cae en 12%, la pobreza llegará al 61,9% de la población mexicana, y la pobreza extrema casi se duplicaría, con efectos directos a un 31,2% de la población del país.

México está entre los primeros 15 países con mayores niveles de desigualdad, según el coeficiente de Gini, del Banco Mundial, que mide la desigualdad de los ingresos. El 10 por ciento de la población más pobre vive con 28 pesos diarios, es decir que unos 12.5 millones de personas no tienen suficientes ingresos para comprar la canasta alimentaria en zonas rurales.

Esa pandemia dejó en evidencia la sociedad que hemos formado y el país que hemos construido. Cuando finalmente lleguen vacunas en grandes cantidades, el presidente las distribuirá de acuerdo con sus planes para consolidar su poder. Primero sus clientelas, los demás pueden esperar o morir en el intento. Hay más de 180 mil muertos por covid y por hospitales colapsados en México. En los micrófonos del Palacio Nacional no se habla de ellos, los afanes van hacia recordar los excesos del pasado ante la ausencia de logros. El fracaso que marcará el siglo XXI la historia de México es el episodio por el que vamos atravesando. El gobierno de López Obrador podrá conservar el poder, pero ya perdió el juicio de la historia. Su estrategia de vacunación se perfila como clientelar y con criterios electorales con un burdo disfraz de “primero de los pobres”.

El mundo se sacudió y cambia a toda velocidad. La dependencia tecnológica se acentuó. El internet pasó a ser el eje de nuestras vidas. Con la movilidad restringidas, la red aporta soluciones diversas. Habrá que adaptarse y actualizarse para sacar provecho.

El home office abre posibilidades, en ciertos estratos; la banca y el comercio electrónico aportan soluciones; el periodismo va perdiendo calidad, pero ganando inmediatez. Estamos conectados mediante dispositivos y desconectados de quienes presencialmente comparten los mismos metros cuadrados en nuestro derredor.

El mundo cambia, la pandemia se alarga. Habrá que adaptarse. Mientras, los grupos políticos se reparten el poder. Algunos van por grandes tajadas y otros se conforman con repartirse las migajas de las plurinominales. El poderoso PRI nacional se encamina a sus peores días. Solamente en algunas entidades se conserva el poderío. En junio todos seremos puestos a prueba de nuevo en las urnas, con vacunas o sin ellas, con la pandemia dominada o agobiándonos. Veremos.

jjjeee_04@yahoo.com