José C. Serrano Cuevas.
El Ayuntamiento de Tijuana acordó cambiar el nombre de la calle Río Bravo por el de Federico Campbell, como un homenaje al escritor y periodista en el 80 aniversario de su nacimiento. En la antigua calle Río Bravo en la colonia Revolución, Federico Campbell vivió su infancia. A partir del pasado jueves 1 de julio esa vialidad lleva el nombre del literato y, a un lado de la puerta de entrada al inmueble fue colocada una placa alusiva a tal acontecimiento.
Federico Campbell Quiroz nació en Tijuana, Baja California el 1 de julio de 1941 y falleció en la Ciudad de México el 15 de febrero de 2014. En el trayecto de su vida se desempeñó como periodista, editor, ensayista, traductor y narrador.
En 1960 se inscribió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde realizó estudios de derecho y filosofía; en 1964 ingresó al taller literario del escritor Juan José Arreola. Compartió esa experiencia con Elsa Cross, José Agustín y Alejandro Aura, entre otros.
En 1967 ganó una beca para estudiar periodismo en The World Press Institute, el cual lo ubicó en el Macalester College, Minnesota. En 1969 fue corresponsal en Washington, D.C. de la Agencia Mexicana de Noticias. En 1970 viajó a España, en donde realizó una serie de entrevistas a escritores, la cual fructificó en su primer libro, Infame turba, (1971).
Después de esa primera obra, ha publicado las siguientes novelas: Pretexta, FCE, (1979); Todo lo de las focas, UNAM, (1982); Traspeninsular, Joaquín Mortiz, (2000); La clave Morse, Alfaguara, (2001). Es autor de los cuentos: Los Brothers, UNAM, (1984), Tijuanenses, Joaquín Mortiz, (1989), Terrirorios sentimentales, Instituto Mexiquense de Cultura, (1990).
Tijuanenses es la historia de la vieja Tijuana; «lo irrecuperable y melancólico subsiste en esa prosa demorada y minuciosa; se trata de un fantaseo escéptico sólo posible en la ficción impune de la literatura», en palabras de Leobardo Sarabia Quiroz.
En los relatos de Campbell se advierte un esfuerzo por recobrar la memoria sentimental, que en muchos casos lo es también colectiva. Sus relatos giran alrededor de una ciudad convocada que es una y diversas. En Tijuanenses, aparece una ciudad apenas pueblerina que ya se reciente de un «pasado negro» (Rubem Fonseca). Es una Tijuana que un adolescente, paralizado por la timidez imagina dueña de gestas épicas; surcada por las pandillas de muchachos bien, enmarcada por el ritmo melódico del hit parade norteamericano.
En este relato, se advierte una ciudad al arbitrio de lo acumulativo, del todo sujeto a la transición y al cambio, al imprevisible itinerario de las biografías perdidas, en eterno desencuentro, por la migración profesional, por el desplazamiento citadino, por la desaparición de un lugar provisional, esperando esos papeles, ese cruce, ese destino a un suburbio de los Ángeles, en la Unión Americana.
Para Federico Campbell, Tijuana es tierra del Nunca Jamás, un escenario que la memoria apresa fallidamente. Ciudad Talismán, sólo posible en la alquimia de la escritura o en la fragua evocativa de quien se sabe forastero. La prosa de Campbell transcurre lenta y persuasiva, con una sequedad que neutraliza cualquier desafuero emocional, la prosa se ciñe a una finalidad narrativa.
Al fin y al cabo, Tijuana es una tierra entrañable para todos los tijuanenses.