Espionaje político en la Federación y en los Estados

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

Ahora que el presidente López Obrador ha puesto de moda –después de dos años y medio de su gobierno- el espionaje político que se realiza a través del programa israelí Pegasus, para continuar su campaña electoral permanente que tiene desde hace 22 años, es menester señalar que dicho espionaje fue denunciado en 2017 por el New York Times, pues dicho programa de seguridad, supuestamente para vigilar y detectar a terroristas y jefes del crimen organizado, estaba siendo usado para espiar a políticos opositores, periodistas y dirigentes sociales, a ciudadanos de bien no a criminales.

Este tipo de espionaje, que ahora se realiza a través del Centro Nacional de Inteligencia (antes Cisen), no es privativo del gobierno federal, sino también de los Estados. Incluso en Coahuila algunos ciudadanos se dedican a espiar a otros para vender esa privilegiada información confidencial a su mejor postor, y los espías de la Federación cobran sueldos en dependencias gubernamentales, por ejemplo, en la Comisión de Derechos Humanos.

El espionaje político se realizaba (¿o se realiza?) desde la secretaría de Gobierno por los “espías chinos”, apodo con el que conocíamos a los que realizaban dicha operación, por aquello de que eran “misteriosos y pendejos”, pues todos sabíamos quiénes eran.

Rosendo Villarreal Dávila, cuando fue alcalde de Saltillo, fue el primero en ser denunciado en 1993 por la compra de equipo para espionaje político, por su ex director de prensa Conrado García Jamín, en un libro de su autoría “Espías al rescate… de Saltillo”. Por cierto, lo chistoso del caso, es que en uno de los espionajes ordenados por Rosendo Villarreal, no sólo salieron a flote las corruptelas del entonces tesorero Municipal José Manuel Garza Ortiz de Montellano, también se descubrió un triángulo amoroso entre dos altísimos funcionarios municipales y una dama.

Por esos años, el entonces gobernador Eliseo Mendoza Berrueto sacó del clóset su preferencia por el espionaje y creó una dependencia de inteligencia que dirigió uno de sus sobrinos de apellidos Mendoza Kaplán, bajo el mando del sedicente Procurador Raúl Felipe Garza Serna, quien pese a su negro y tenebroso expediente insiste en convertirse en director de la Facultad de Jurisprudencia en donde se disfrazó de profesor.

Posteriormente, en el gobierno de Enrique Martínez y Martínez, la secretaría de Gobierno continuó siendo el centro encargado del espionaje político bajo el mando de su titular Raúl Sifuentes Guerrero, hoy dirigente en La Laguna de Movimiento Ciudadano.

El entonces Secretario de Gobierno, reunió un grupo que tenía sus mismas inclinaciones, entre los que estaban el entonces Coordinador de Análisis y Prospectiva Ricardo Mejía Berdeja, actual Subsecretario de Seguridad Pública en el gobierno de López Obrador. Otro miembro destacado de ese grupo al que los periodistas le dimos por nombre “La Búrbuja”, fue el “defensor de los derechos humanos” y ahora Magistrado del Tribunal Superior de Justicia Luis Efrén Ríos Vega, y otros semejantes.

En síntesis, el espionaje político es una de las áreas importantes en el gobierno federal y en los gobiernos estatales desde hace 50 años que sufrimos esa aberración, lo cual no ha cambiado, pese a que ahora López Obrador dice haberlo descubierto y desterrado. Lo que también es una mentira, pues casualmente lo saca a la luz pública, para incitar a la población a votar el Primero de agosto por su galimatías, y para tender una cortina de humo sobre los verdaderos problemas del país, además de hacerse la víctima.

Política aldeana

A Héctor Gutiérrez Cabello (a) “El Peque”, director del Instituto Municipal del Transporte, se le hizo bolas el engrudo con el problema de los taxistas que no quieren la competencia de los servicios tecnológicos de transportación, entre los que se encuentran: Uber, Indriver y Didi. Y no es para menos, “El Peque” nunca ha mostrado eficiencia alguna, en el sexenio de Rogelio Montemayor lo disfrazaron de director de la entonces Policía Judicial del Estado, y cuando Alberto Campos Olivo balaceó, frente a mi casa un auto de mi propiedad, Héctor Gutiérrez en lugar de investigar como era su obligación, pontificó “Robledo se auto agredió”. Por eso “El Peque” no es confiable como servidor público, siempre ha estado a la sombra de otro de sus pares: Óscar Pimentel González, que después de haber sido un mal alcalde, ahora cobra como director de Planeación del municipio de Saltillo.

Pregunta huérfana

¿Seguirá en Coahuila el espionaje político o sólo es un área consentida de la federación?