Los políticos no están a la altura del país

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Jorge Arturo Estrada García.

“Cuando la tiranía se derrumba procuremos no darle tiempo para que se levante.”
Maximilien Robespierre.

“Porque siento compasión por los oprimidos, no puedo sentirla por los opresores.”
Maximilien Robespierre.

Las señales son claras. Los personajes políticos actuales no están a la altura del país. Es tan bajo su nivel, que la figura del presidente López Obrador parece enorme y casi invencible. Con todo y un gobierno caótico y escaso en resultados positivos conserva amplias bases sociales que lo apoyan. Es evidente, que su Cuarta Transformación de ninguna manera será un cambio de régimen. Persistirá irremediablemente el modelo económico actual. Sin embargo, por lo que sí podría pasar a la historia, Andrés Manuel, sería por extinguir al PRI neoliberal, expulsándolo de todas las gubernaturas. Ya solamente le faltan Hidalgo, Oaxaca, el Estado de México y Coahuila.

Luego de tres años de gobierno se percibe que a AMLO lo único que le interesa, actualmente, es conservar el poder.

El presidente de la república está muy lejos de estar generando un Estado de Bienestar como base de una socialdemocracia o una Tercera Vía a la mexicana. Como casi todo lo que emprende el tabasqueño, esa y muchas cosas se quedarán en el discurso machacón y mentiroso. A lo más que ha llegado en este sentido es a bautizar a sus extrañas entelequias como: “Bancos del Bienestar, Gas de Bienestar o el fantasmal Instituto de salud para el Bienestar. Adicionalmente, podría regresar las leyes de la soberanía energética y mover al sur del país hacia el progreso.

 La creación de ese Insabi destruyó la seguridad social de decenas de millones de mexicanos que no cuentan con empleos formales, lo peor es que lo hizo por codicia, por los 80 mil millones de pesos del fideicomiso para la atención a las enfermedades graves que se había construido para el Seguro Popular. Él necesita miles de millones de dólares para sus obras faraónicas y programas sociales clientelares, no completa para mantenerlos y ampliarlos, pero son imprescindibles para construir su trascendencia sexenal. Entonces, los consigue exprimiendo y recortando presupuestos a todos los niveles.

Luego de tres años de gobierno se percibe que a AMLO lo único que le interesa, actualmente, es conservar el poder. Ya tiene a su candidata favorita para la sucesión, y también alguna que otra carta de repuesto, por lo tanto, se dedica a abrirle camino y a aplastar opositores. Ha construido un brazo de terror robespierrano que los persigue judicial y mediáticamente para sacarlos del escenario y sembrar miedos enormes entre la clase política mexicana. Todos esconden la cabeza, tal vez con la conciencia no muy tranquila. Además, el vendaval tabasqueño, los derrota sistemáticamente en cada elección estatal en que se presenta su partido. A excepción, claro, de la catástrofe de junio en la Ciudad e México.

Posiblemente, AMLO reescriba su historia “acabando con el neoliberalismo”, que para él se limita a acabar con el PRI y el priísmo, generados desde Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto. Ese partido de los tecnócratas con sus postgrados extranjeros que llenaron el gobierno y privatizaron cuanto pudieron, que hicieron grandes negocios para favorecer a las trasnacionales y se volvieron sus empleados y asesores posteriormente. “Los que aprendieron a robar mientras se educaban en las mejores universidades de otros países”. Los que los expulsaron del tricolor en los ochenta, por obsoletos. Además, son los que sirvieron de impulso y ejemplo para las nuevas generaciones de clasemedieros egoístas y aspiracionistas. De los que no se conforman con un par de zapatos y tal vez un auto viejo.

El presidente durante estos años ha ido creando un imaginario que alimenta consistentemente cada mañana. Desde su púlpito, va repartiendo insultos amenazas, desprestigio, y esperanzas a un país dividido, molesto, inconforme y convertido en un pozo de odios.

Así, Andrés Manuel sigue su plan, sin moverle ni una coma. Él transforma la realidad en su imaginario y busca imponerla en su discurso, en reiterados intentos de vencer a las tercas realidades que le estorban. Él sabe que junto a un ejército de impresentables construyó su camino al Palacio Nacional, también está consciente de que no les tiene confianza y que vendió su alma al diablo para llegar. Y, que su gobierno es inoperante y que su partido es una colección de tribus irreconciliables.

Pero el plan exige avanzar y tomar posiciones para el asalto final en el 2024. Ahora, él, el presidente transformador, el personaje histórico que ya es de la estatura de Hidalgo, Madero y Cárdenas quiere trascender a su sexenio. Ya sea su movimiento o su gobierno o tal vez los dos. López Obrador más bien parece construir la Sombra del Caudillo y el Maximato juntos.

Primero, en 2022, va por la Revocación de Mandato y ya está en campaña haciendo ajustes en su equipo proselitista, en seguida va por las seis gubernaturas en disputa ese año: Oaxaca, Hidalgo, Durango, Tamaulipas, Aguascalientes y Quintana Roo. Los sondeos preliminares señalan que el PRI perdería en las seis incluyendo a Hidalgo y Oaxaca en donde actualmente gobierna. El PAN, podría conservar Aguascalientes, Durango está cerrado con Morena, pero perdería seguramente Tamaulipas. En Quintana Roo, gobierna una coalición PAN-PRD, podría ganar Morena.

Así, al PRI solamente le quedarían dos gubernaturas, que se disputarán en el 2023: Coahuila y el Estado de México. Esto lo pondría al borde de la extinción y en el peor momento de su historia.

Al Partido Revolucionario Institucional no se le ve capacidad de respuesta, este año perdieron las 15 elecciones para gobernador en las que compitieron, en 13 de ellas en alianza con el PAN. La corrupción los expulsó de los gobiernos y ahora los va rechazando en cuanta elección en la que se presentan, salvo en contadas excepciones.  Cuando va en alianza con los panistas ha logrado que el voto útil y de castigo a Morena los endose, fenómeno que se expresa mayormente entre la clase media que es quien define elecciones cuando se acerca a las urnas.

Es evidente, que AMLO ya implantó un gobierno del terror, como el de Robespierre. La oposición carece de líderes y de opciones viables de candidatos. El PRI seguirá perdiendo elecciones y sin dirigencia ni candidaturas poderosas se encamina a su extinción o a convertirse en un partido bisagra. Las ideas de la Corriente Democrática que surgió del viejo PRI gobiernan a 30 años de distancia, disfrazados de Morena.

Ni en el PRI ni en el PAN se perciben, en este momento, líderes capaces de expulsar a sus multiderrotadas dirigencias. Entre la sociedad civil tampoco han surgido perfiles competitivos. El presidente es un gigante en medio de una clase política de enanos. Sólo Ricardo Monreal anda por fuera y se atreve a asomarse, incluso se maneja que regresaría al PRI para ser el candidato. Él ya asegura que estará en la boleta en el 2024, por lo pronto su mensaje se ha enviado.

Entonces, mientras los demás agachan la cabeza y mantienen perfil bajo, el presidente avanza con paso arrollador. Él construye su sucesión o prolongación de mandato, eso dependerá de las circunstancias del 2023. También, va imponiendo las emociones sobre las razones y los fracasos, su marcha va convulsionando al país, distorsionando a la opinión pública al tiempo que fortalece su base social, tan, económica y socialmente, dependiente para imponer su bienestar tropicalizado.

Sin embargo, López Obrador no es infalible. Morena no es una roca y podría haber rupturas. Ni Sheinbaum, Ebrard o Monreal son un dechado de carisma y talento. México es ya un país podrido e inestable y el mundo está trastocado.  Nada es inmutable. Veremos.

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