AMLO dedicado a la construcción de su Maximato

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Jorge Arturo Estrada García.

Toda mentira de importancia necesita un detalle circunstancial para ser creída.
Prosper Mérimée.

El amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevan dentro.
Friedrich Nietzsche.

El presidente gobierna poco. Los problemas del país no le importan mucho. AMLO, construye un símbolo: él mismo. Su gobierno no es un proyecto para desarrollo del país y sus habitantes. Es la construcción de un Maximato, de un estado que gire en torno a un hombre fuerte, que todo lo vigile, todo lo decida y todo lo castigue y no solamente por seis años.

Luego de rebasar su tercer año, Andrés Manuel, busca generar la fuerza moral del cardenismo y el poder de Plutarco Elías Calles.  Él, no se ocupa en organizar a su caótico partido, lo prefiere dividido y en permanente conflicto. Sabe que él es el dueño, que le tienen miedo y que él es quien escoge los candidatos relevantes. También, él personalmente genera su propia base social apelando a las emociones básicas: odio, aprobación, amor, rechazo. Habla mucho de justicia y de pobres y les entrega dinero. Así, nada importarán los resultados de su gestión.

De esta forma, cotidianamente sostiene una guerra personal que construye un imaginario en donde recupera al país y sus riquezas de las garras del neoliberalismo, de las trasnacionales voraces, de los empresarios abusivos y de los políticos vendepatrias.

Sin duda, es preciso observar detenidamente el momento histórico actual de México, se trata de un fenómeno político sumamente interesante. Es un proceso intenso y no solamente una colección de escándalos mediáticos del día a día. Indudablemente este no es un asunto de ideologías. Andrés Manuel no es de izquierda, es populista, tampoco es demócrata es autoritario, es un viejo priista insertado exitosamente en el primer cuarto del siglo 21, en la época de la posmodernidad. En donde se dicen las cosas sin sustento en la realidad.

Él ya logró polarizar al país. La mitad lo sigue ciegamente, la otra mitad de la población ya lo rechaza. López Obrador, furioso, ataca sistemáticamente a la clase media que lo abandonó el pasado seis de junio y que le costaron derrotas en su bastión de la Ciudad de México y en la integración de la Cámara de Diputados. Esos clasemedieros le mostraron que no es invencible y que entre ellos no existe la fe ciega en “el Proyecto” y que esperan resultados tangibles de su paso por el Palacio Nacional y no solamente saliva.

 En su palacio, el presidente ya hizo ajustes. Reformó sus estructuras clientelares y electorales, despidió a los que fallaron y rehace su equipo. Al mismo tiempo juega con los políticos opositores amenazándolos, seduciéndolos y sometiéndolos. Trabaja intensamente, todos los días, para debilitar la frágil Alianza por México. Las dirigencias de todos los partidos en el país son un desastre, están plagados de cuadros ineptos. Andrés Manuel es sin duda el mejor político en activo en México. Además, él acumula el enorme poder que le brinda la Silla del Águila.

 Para llegar, el tabasqueño vendió su alma al diablo, con riquillos y ricotes, con caciquitos, caciques y lidercitos en todas las regiones del país. Ya les pagó. Ya usó sus recursos financieros para sobrevivir 18 años y para ganar y llegar al cargo. Ahora, que dispone de todo el poder del gobierno ya podrá hacer todo a su manera y sin freno de ninguna especie. Ya no los necesita.

Así, AMLO, gobierna para sí mismo. Alimenta sus bases con discursos, con razones para alimentar rencores sociales nuevos o añejos. Revive imaginarios y trata de volverlos doctrina. De esta forma, para comprender su forma de dirigir el país ya no tiene importancia buscar sus resultados y la forma en que estos han tocado la vida de sus ciudadanos. Se requiere indagar la forma en la que se metió en la mente de sus bases populares y cómo lo sacaron de la de los clasemedieros que se sentían progresistas votando por él.

Incluso, ya no tiene mayor relevancia analizar la gestión y sus resultados, no se avanzará mucho y él lo sabe. Él ya no gobierna para el desarrollo, él erige su pedestal, construye el lugar desde donde revisará y reconstruirá la historia de México desde su visión. Miente con la verdad, la retuerce y la simplifica, para que le sirva para conectar directamente hasta con el menos brillante de sus seguidores, y así se capte el mensaje que quiere difundir, aunque no sea preciso ni cierto.

Las reformas energéticas serán un fracaso, la CFE y Pemex son pozos sin fondo de ineficiencia y corrupción, a través de ellas busca su estatua “al regresarlas a los mexicanos”. A estas alturas, la bandera de combate a la corrupción ya fracasó estrepitosamente.

La información de los medios formales llega solamente al 35 por ciento de la población. Al resto no le interesa informarse con hechos verídicos y a veces objetivos. Es claro, que en las redes se capta lo que se quiere consumir, para eso fueron diseñadas y para eso se usan.

El presidente está abiertamente en campaña, todos los días habla de eso. “El 2024 se pondrá muy caliente” anunció en La Laguna. Al PRI nacional, ya lo quebró y está vencido y cooptado por lo pronto. Alejandro Moreno, es un político perdedor, que busca sobrevivir y librarse de la cárcel en esta etapa de sálvese el que pueda. Alfredo del Mazo es un gobernador dócil que amaga con ser candidato del tricolor a la presidencia, aunque primero deberá ganar su Edomex en el 2023, en Oaxaca, Alejandro Murat ya está listo para entregar su estado a Morena y sumarse al gabinete. El PRI, también ya está listo para cosechar seis derrotas en las elecciones a gobernador, el próximo año. Con lo que acumularía 21 en línea en un par de años.

El tricolor está casi listo para ser echado al basurero de la historia. Andrés Manuel está preparado y dispuesto para hacerlo, con ese solo hecho pasaría a la leyenda. Estaría enterrando al partido de la revolución que marcó época con 90 años en el poder. 

López Obrador, ya venció en casi todos los frentes, ya desprestigió a los opositores y formadores de opinión de todos los tamaños. Trabaja sistemáticamente para acabarlos y aplastarlos, si se puede. Le atrae la idea de exterminar a sus adversarios y establecerse como el personaje hegemónico de la vida política y social del país. En lo económico ya escogió a su círculo de aliados: Slim, Salinas Pliego, Larrea, Azcárraga, y uno que otro más.

Por su parte, una amplia porción de la clase media está convencida de la necesidad de combatirlo y sacarlo del poder, pero no hay líderes a la vista. Por lo que se percibe actualmente, si pierden AMLO y su proyecto en el 2024 será por sus propios errores y por su soberbia.

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