Higinio Esparza Ramírez
Sueño con convertirme en un líder sindical, de esos que duran de seis a ocho décadas usurpando las cuotas de los trabajadores; lucir relojes costosos, automóviles de lujo, residencias, yates anclados en el golfo de México y una ostentosa cadena de oro con dijes y centenarios colgando del cuello, ya sea a camisa abierta o sobre el traje que simula educación y cultura.
Nunca pensaría en la muerte, una posibilidad remota, dado que los líderes envejecen hasta la edad de las momias como el malogrado Fidel Velázquez y su heredero en la CTM Leonardo ”La Guera” Rodríguez, reacios de corazón al trabajo, pues a partir de que se apropian de la representación sindical -el ex petrolero Deschamp (A todos los de su clase Abel Quezada los pintaba con un anillo de diamantes en la nariz) y la Gordillo al igual que aquellos son modelos de riqueza explicable (las cuotas sindicales no lo olviden)-, ya no vuelven a laborar por el resto de sus vidas. Pura buena vida, dinero y paseos.
“Aviador” en el sindicato de maestros sería otra buena opción para mis ambiciones de enriquecerme sin esfuerzo ni sudores o en el sindicato de telefonistas, donde tampoco cantan mal las rancheras. O líder del PRI, o del PAN, o del PRD o del PVM, esos que nunca trabajan, pero que viven como potentados.
Mis sueños van más allá: meterme a la política de altos vuelos donde tampoco trabajan, pero que obtienen o sustraen del erario carretadas de dinero generalmente mal habido para la compra de residencias, departamentos de gran lujo y cabañas de recreo en las playas más sofisticadas del país y aún del extranjero.
Si la buena suerte no resultara favorable, es decir, que no me pudiera incorporar a la clase política oficial, a la llamada “mafia” gubernamental, daría el brinco a las filas de la oposición simulada donde tampoco sudan de la frente, pero cómo ganan los canijos con el pretexto de que ellos si pondrán fin inmediato a los miles de problemas que aquejan al país. Y el pueblo que aspira a mejorar sus condiciones de pobreza, les cree sin ninguna duda, tal vez esperanzado en que aquellos igualmente acabarán con la corrupción oficial y particular.
La vida sería llevadera sin riesgos de morir en la pobreza. Alegaría honestidad en todos mis actos y haría promesas, promesas y más promesas, al fin que el castigado pueblo nunca reclama.
Aclaro del mismo modo que no me quitaría el sueño no llegar a ser presidente de México, pues si no logro alcanzar con votos “la madre de todos los cargos políticos” sexenio tras sexenio, es porque simplemente una inmensa mayoría de connacionales no me quieren por antipático. Allá ellos, mientras mis prebendas no se esfumen.
Alcanzar una gubernatura tampoco entra en mis proyectos oníricos, pues ya sea más temprano que tarde, me caerán con las manos metidas en el dinero de las contribuciones y participaciones federales y tendría que sufrir gozando en los edenes que ofrece el mundo a los políticos bandoleros. Diputado mucho menos, porque estos buenos hombres y mujeres se la pasan siempre sentados y dormitando, una inmovilidad que atrofia el cuerpo desde la cabeza a los pies, menos las manos que usan para levantar el dedo o recoger el abultado cheque. Si me cayera del cielo una poltrona en la Cámara de Diputados, me haría rico sin sudores de conciencia.
Pero tengo un sueño más dorado que los anteriores: transformarme en ex presidente de México para gozar con las abultadas pensiones y prestaciones vitalicias que otorga el gobierno a sus hombres consentidos: 205 mil 122 pesos al mes, seguro de vida y seguro de gastos médicos mayores en sanatorios cinco estrellas no en el ISSSTE menos en el IMSS, pues estos son hospitales para los burócratas pobretones. Seis años de entrega total al servicio del incrédulo pueblo, bien valen la pena. No toda mi vida en el retiro estaría de flojo, pues me dedicaría a escribir libro tras libro para su venta obligada y rápida, a muchos mexicanos les encanta enterarse de los entretelones que hay detrás de cada figura presidencial. Por lo tanto, meterme a escritor y ganar dinero extra no es mala idea.
De pronto se interrumpen mis soporíferas ideas y me obligan a aclarar que lo que está asentado en este texto, lo sueñan todos los mexicanos, no hay nada novedoso, pero se vale dormir y volar… la forma más divertida para darle la vuelta a la cruda vida… la de los mexicanos comunes que trabajan y producen, no la de los políticos, fieles practicantes de aquel viejo axioma: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. (Garizurieta dixi).
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