José Guadalupe Robledo Guerrero.
En agosto de 1998, recordé en un escrito periodístico, la pugna que había entre Enrique Martínez y Rogelio Montemayor, señalando que se había agudizado cuando RMS no quiso dejarle a EMM la coordinación de la bancada priista en la Cámara de Diputados.
Mi comentario anunciaba que Montemayor haría todo lo posible para evitar que Enrique fuera su sucesor, como sucedió al final de su sexenio cuando impuso a Jesús María Ramón Valdés como precandidato gubernamental, aunque desde el principio de su gobierno había lanzado como precandidato a sucederlo a Melchor de los Santos Ordóñez, quien no estuvo a la altura de los planes montemayoristas, por eso con mucha anticipación estimuló al otro senador, al empresario-trailero Francisco Dávila Rodríguez, para que se autodestapara como aspirante a la gubernatura.
Montemayor utilizó al periódico Zócalo para que destapara como precandidatos a Carlos Juaristi Septién y a Óscar Pimentel González, pero éstos eran precandidatos de relleno, y tenían sólo una intención, debilitar las posibilidades de Enrique Martínez, y de paso anular totalmente a Humberto Roque Villanueva, quien seguía asustando con el petate del muerto.
Por su parte, Martínez y Martínez hizo todo por ser candidato a gobernador, cabildeaba en el despacho presidencial a través del secretario particular del presidente Zedillo, Liébano Sáenz Ortiz, y a través de sus lacayos hizo correr el rumor de que se iría por el PRD si no conseguía la candidatura del PRI. Pero luego el mismo Enrique lo desmintió, diciendo que estaba claro que la selección del candidato del PRI se haría democráticamente. EMM confiaba en la democracia, aun cuando todos sus cargos públicos los había obtenido por dedazo.
Como respuesta a mi comentario, Martínez y Martínez respondió a través de una locutora de televisión, desmintiendo el conflicto entre él y Montemayor. EMM quería que se olvidara esa pugna política, pues se acercaban los tiempos de la sucesión. De todos modos, ambos seguían dándose patadas por debajo de la mesa.
Por su parte, Montemayor temía que Martínez le sacará la enorme corrupción que instauró durante nueve años de poder en Coahuila, incluyendo los tres años de Sedesol. Pero eso no sucedió, según se sabe, a cambio de que el gobierno montemayorista pagara su campaña política. Fue tan eficaz el acuerdo entre RMS y EMM, que “la pareja gubernamental” (Montemayor y su esposa) salió a la calle a hacer propaganda a favor de Enrique Martínez, con gorra y atuendo adecuado para la ocasión. Ya no eran tiempos de pleito, sino de unidad en torno al candidato priista.
Otro de los priistas, Óscar Pimentel González, entonces secretario de Educación Pública, declaró -sin sonrojarse- que tenía a sus hijos en escuelas privadas para que no le quitaran oportunidades de estudio a los hijos de las familias de escasos recursos. Pinches farsantes.
Tiempo después, en plena lucha por la candidatura gubernamental, Humberto Moreira Valdés fue destituido del Instituto de Educación para Adultos por orden de Montemayor y por sugerencia de Óscar Pimentel, debido a que le estaba jugando las contras al gobernador, pues en lugar de apoyar al precandidato oficial, Jesús María Ramón, Humberto Moreira se había definido por Enrique Martínez.
Óscar Pimentel también apoyaba a Enrique Martínez, pero Óscar no quería competencia, por eso intrigó en contra de Humberto Moreira, pues además creía que si las cosas se ponían difíciles, él podría ser el tercero en discordia.
Finalmente, cuando Martínez y Martínez llegó a la gubernatura, le pagó a Óscar Pimentel con la Presidencia Municipal de Saltillo y a Humberto Moreira con la Secretaría de Educación Pública, luego le dio la Alcaldía saltillense, y al final de su sexenio lo hizo candidato a gobernador. Pero al inicio de la campaña moreirista nacieron los odios que hasta la fecha subsisten entre Martínez y Moreira.
La pugna por la gubernatura estaba protagonizada en su mayoría por millonarios que querían ser gobernadores: Enrique Martínez, Jesús María Ramón, Alejandro Gutiérrez y Braulio Fernández, ricos herederos de sus exitosos padres. Tres de estos aspirantes gubernamentales son parientes de exgobernadores: Alejandro es sobrino de un exgobernador, Jesús María es nieto de otro exmandatario, y Braulio es hijo de uno más que gobernó Coahuila. Por su parte, Francisco Dávila es un magnate del transporte público federal, Carlos Juaristi es un rico empresario de la comunicación. Sólo Óscar Pimentel provenía de la clase media, pero ya era un político rico, gracias a sus cargos públicos y a la corrupción.
En el PAN sucedía lo mismo, sus dos cartas, Rosendo Villarreal y Manuel López, además de ricos, pertenecían a la familia de los caciques locales, los dueños del Grupo Industrial Saltillo, los López del Bosque.
En ese tiempo, Coahuila fue centro de atención de los columnistas defeños que con sus escritos contaminaron, aún más, el viciado ambiente político.
Uno de estos columnistas, Ángel Ontiveros del periódico Ovaciones, señaló que la fortuna de la familia de Jesús María Ramón provenía de la Segunda Guerra Mundial, cuando proveían a la base militar de Del Río, Texas, de drogas, prostitución e información, e insistió en que Jesús María era el candidato de Montemayor.
De Alejandro Gutiérrez señaló que en los 70, aprovechó ser sobrino del gobernador para amasar una fortuna con la que suple su escasa capacidad intelectual. En el caso de Braulio Fernández, afirmó que su problema era el alcoholismo que lo había alejado por temporadas de la política.
También habló mal de Montemayor y su gobierno, pero al resto de los precandidatos del PRI y del PAN los trató bien, por eso se creyó que la información del columnista se la proporcionaron Enrique Martínez o Rosendo Villarreal, o ambos, que para el caso es lo mismo.
Por su parte, los enriquistas desbocados señalaban que “A Enrique se la debían”. Los cortesanos insistían que Enrique Martínez llegaría a la gubernatura “por el PRI o por el PRD”. Incluso aseguraban que “Enrique podía ganar la gubernatura sin el PRI”, pues con los miles que habían asistido a su fiesta de cumpleaños obtendría el triunfo, los cuales no rebasaron los cinco mil.
Para enero de 1999, último año de Montemayor, los enriquistas señalaron que EMM no necesitaba al PRI para ganar la gubernatura, acusaban a Jesús María Ramón de tener ventaja por ser el candidato del gobernador.
Por su parte, los montemayoristas insistían que el gobernador no estaba metiendo las manos en el proceso para elegir al candidato priista. Lo cierto es que Montemayor no metería las manos, pues nunca las había sacado.
A la mitad del “gobierno” de Manuel López, los saltillenses acusaban que el alcalde panista utilizaba la policía municipal para recaudar dinero y no para realizar sus labores de prevención de delitos.
Según el informe semestral de enero a junio de 1998, la dirección de Ingresos de la Tesorería del ayuntamiento de Saltillo informaba que la policía municipal había realizado 13,401 detenciones, de las cuales el 35 por ciento (4,687) correspondían a multas por ingerir bebidas embriagantes en la vía pública.
Por esos días, llegó a Coahuila un grupo de agentes de la Procuraduría General de la República, para investigar lo relacionado con el contrabando de armas que se hizo en el periodo que estuvo al frente de la Procuraduría estatal, Humberto Medina Ainslie, pero ese tráfico no terminó con su renuncia como Procurador. Las fronteras de Piedras Negras y Acuña estaban abiertas para pasar todo lo que se les ocurriera.
Para desmentir al secretario de Educación Pública, Óscar Pimentel, quien había declarado que en la SEP coahuilense no había “aviadores”, desde el interior de la misma dependencia se filtró la información de que el casateniente y notario público, Álvaro Morales Rodríguez, tenía 20 años de “aviador” en la nómina de la Sepec, y que este desvergonzado ricachón estaba pidiendo que le completaran el tiempo completo para jubilarse.
(Continuará).
EMM, el candidato ganador…