La decena trágica

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Fernando Rangel de León.

La Decena Trágica, empezó el 9 de febrero de 1913, cuando las fuerzas conservadoras valiéndose de la prensa, de los articulistas, de la iniciativa privada, del embajador norteamericano Henry Lane Wilson, y de otros sectores de poder, desataron actos de protesta y de vandalismo, en contra del Presidente Francisco I. Madero, que provocaron un enorme caos en la Ciudad de México, al grado de que Madero, tuvo que recurrir a uno de los militares de mano dura para poder imponer el orden y la tranquilidad que clamaba la población capitalina.

Con algo de ingenuidad el Presidente Madero, nombró a Victoriano Huerta, jefe militar en la capital para que por la fuerza volviera la paz en la capital; puesto que éste aprovechó para confabularse con el embajador yanqui Henry Lane Wilson, Félix Díaz (sobrino de Porfirio Díaz), y otros, para preparar un golpe de Estado, en contra del Presidente.

El 19 de febrero de ese 1913, concluyó la decena trágica con el encarcelamiento de Madero y del vicepresidente José María Pino y Suárez; contándose el chascarrillo de que cuando le dicen a Madero “está detenido éste contesta: yo o Pino, y el soldado le precisa: los dos, usted y Pino; y Madero a su vez le aclara que yo opino”; también termina esta decena trágica, con la renuncia de ellos dos obtenida con la amenaza de muerte de Huerta.

Al quedar sin Presidente y vicepresidente, conforme a la Constitución de 1857, quien ocuparía el cargo del primero sería el secretario de Relaciones Exteriores, quien era Pedro Lascuráin, quien en sus solo 45 minutos de Presidente, tuvo dos acuerdos: nombrar a Huerta, secretario de Gobernación, y renunciar Lascuráin a la Presidencia, con lo que automáticamente Huerta, se convirtió en Presidente de la República; por eso en una ocasión en que el cómico político Jesús Martínez “Palillo”, preguntó al auditorio que quien era el Presidente de México que había robado menos y alguien le dijo que Lascuráin, porque solo lo fue tres cuartos de hora, y él dijo que no, que fue Álvaro Obregón, porque solo tenía una mano.

A eso es a lo que se le denomina golpe de Estado técnico, y que fue avalado por distinguidos juristas, articulistas, intelectuales y escritores de la época, y aplaudido por los conservadores y todos a los que la prensa había envenenado en contra de Madero.

El Presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, fueron finalmente asesinados por Huerta el 22 de febrero de 1913; lo que fue censurado por diputados como Serapio Rendón y senadores como Belisario Domínguez, que desde su curul y desde su escaño, respectivamente, lanzaron un yo acuso a Huerta; lo que le costó la vida al último.

Esto todo fue aprovechado por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, para levantarse en armas contra Huerta el 26 de marzo de 1913, con el Plan de Guadalupe, lanzado en la ex hacienda del mismo nombre en Ramos Arizpe, Coahuila, que inició la etapa constitucionalista, que pretendía el cumplimiento de la Constitución de 1857; y que se vino ganando gracias a Francisco Villa, a Emiliano Zapata y Álvaro Obregón, quienes posteriormente se enfrentarían entre sí dando lugar a la etapa de lucha de facciones.