José Guadalupe Robledo Guerrero.
El título de este escrito me lo regaló un morenista, de los inteligentes, cuando hablábamos de la mañanera del viernes pasado, en la que el presidente López Obrador, fuera de sí y con incontrolable ira, le respondió al periodista Carlos Loret de Mola, dando a conocer -ilegalmente- los supuestos ingresos del comunicador, en venganza por haber puesto al descubierto la suntuosa vida que lleva su hijo José Ramón López Beltrán en Houston, Texas.
Este inusitado hecho fue considerado por propios y extraños como una acción cobarde y abusiva, pues proviene del Presidente de la República con mayor aceptación en la historia reciente de México. Por tal razón, sus ataques a un ciudadano, desde la tribuna más importante del país, constituye un asunto que debe analizarse profundamente, por las consecuencias que las venganzas presidenciales pueden acarrear.
Tal vez por eso, en su respuesta inmediata a la agresión del Presidente, el periodista Loret de Mola advirtió la vulnerabilidad en que lo pone a él y a su familia, los dichos presidenciales; además de señalar como un delito hacer público sus ingresos, los cuales calificó de abultados y falsos.
Esto me hizo recordar, una carta que recibió la redacción de “La otra Opinión” de Ricardo Alemán, fechada en mayo de 2018, dos meses antes de la elección presidencial, y enviada por José Garrido Ruiz, quien afirma haber sido compañero de primaria de Andrés Manuel López Obrador.
El remitente dice que nació en Macuspana, Tabasco, y actualmente (en 2018) tiene 65 años de edad, relata entre otras cosas, que en 1963 en Villa Tepatitlán, Macuspana, Andrés Manuel le pegó un pelotazo por la espalda a José Ángel de León y lo dejó paralítico para siempre, porque le ganó jugando béisbol. “Y claro, huyó cobardemente”.
Es obvio, que a AMLO le pegó duramente, no sólo en su discurso de austeridad y honestidad, sino en su supuesta lucha anticorrupción y en su recurrente frase “No somos iguales”, la investigación de Latinus y la ONG “Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad”, que descubre el conflicto de interés del hijo mayor del presidente, por vivir en una residencia propiedad de un alto ejecutivo de la empresa Baker Hughes que recibe contratos de Pemex.
A López Obrador se le olvida, y no tiene quien se lo recuerde, que es Presidente de todos los mexicanos, pues su alta encomienda la obtuvo de una elección democrática, en donde consiguió poco más de 30 millones de votos, de 60 millones de sufragios emitidos, y en donde se contabilizaron otros 30 millones de abstenciones. Es decir, 60 millones de los 90 millones del padrón electoral, no votaron por AMLO.
El presidente López Obrador confunde su derecho de réplica con las agresiones de un pleito de barrio, ya que desde la mañanera descalifica, enfrenta, insulta y difama a los periodistas que critican sus errores, omisiones, sus pocos resultados y su dejadez en cuanto a la salud, la inseguridad, la economía y la educación, cuestiones prioritarias para cualquier mandatario que le interesa el futuro de México, pues son trascendentes para el desarrollo nacional y la calidad de vida de los mexicanos.
La labor periodística, desde la trinchera crítica de Loret de Mola y otros semejantes, mantiene iracundo a López Obrador, pues sus investigaciones y escritos le han arrebatado la posibilidad de dictar la agenda nacional, en momentos en que su Cuarta Transformación se antoja fracasada, y él se encuentra solo, rodeado de lacayos, sin ninguna capacidad, talento y profesionalismo, para enfrentar los graves problemas del México actual.
Tal vez a muchos comunicadores poco les importa que la libertad de expresión se encuentra acosada, vilipendiada y agredida desde la tribuna presidencial, pues finalmente para qué le puede servir la libertad de expresión a un boletinero de las acciones gubernamentales, o a alguien que exalta las míticas cualidades de los políticos, o a un medio de comunicación que solo se dedica a vender publicidad a los gobiernos en turno.
Sin embargo, nuestro país está en serios problemas, gracias al presidente se encuentra dividido, polarizado, inmerso en la violencia del crimen organizado que para estas fechas controla y manda en vastas regiones del país, pero sobre todo, sin ninguna reflexión de los ciudadanos sobre lo que pueda pasar en un futuro cercano, tan lejos como 2024, en donde se cosechara lo que se ha sembrado en estos años de lopezobradorismo.
Al margen de filias y fobias, que son parte de la diversidad nacional y del comportamiento humano, es menester que los mexicanos busquemos puntos de acuerdo, para encontrar la unidad sin fanatismos, porque de eso depende el futuro en que habrán de vivir los hijos y los nietos de los pobres, de los clasemedieros y de los ricos, pues si continúa la polarización todos saldrán perdiendo. En las revueltas no hay distinción de clase, eso lo demuestra la historia.
Política aldeana
Así como están las cosas, nadie duda que pronto las investigaciones periodísticas escalarán al otro hijo del presidente López Obrador, Andrés Manuel “Andy”, a quien en los corrillos políticos lo ven como el más cercano a Claudia Sheinbaum, candidata de AMLO a la presidencia de la república, y al Secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.
Andy es el que se encuentra más metido en la política, y el que se introdujo a los negocios con la marca “Rocío Chocolate”, que también ya ha sido señalada por presuntos beneficios recibidos del programa “Sembrando Vida”.
Incluso, para estas fechas, ya se señala a la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller de ser la causante de los desencuentros de López Obrador con España, pues según dicen, ella fue la inspiradora de las cartas que le exigían a España y al Vaticano pedirle perdón al gobierno mexicano por las atrocidades, saqueo y explotación de los pueblos originarios en la conquista española.
Preguntas huérfanas
¿Por qué se dice que hay movimientos muy raros de personajes cercanos al poder que se antojan contrarios al precandidato priista Manolo Jiménez Salinas?
¿Tomarán en cuenta las encuestadoras a los abstencionistas o solamente a los votantes?