Los anglicismos me marean

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Higinio Esparza Ramírez.

Lamentablemente las palabras foráneas cada día ganan terreno y desplazan a los vocablos nacionales tan líricos, populares y atrevidos. Va una breve lista: (Los significados aparecen en el diccionario) zarcillos, doñas, almandina, zascandil, corni noble, niño sangolotino, igüedo, cabrón, cacoquimio, sopandas, proloquios, trampantojos, bernardinas, abolorio, jáquimas, cañafístula, papahuevos, mogrollo, lautos, encalobrinándose y lo que falta… Su uso cotidiano nos daría personalidad lingüística.

Palabras del castellano arcaico que bien merecen ser conocidas y actualizadas por los que mastican voces prestadas. Y hay muchas más, pues Gabriel García Márquez y Artemio del Valle Arizpe las rescataron e incorporaron a sus grandes obras literarias.

Las antes citadas son de don Artemio (La Guera Rodríguez) y las que siguen aquí abajo, del Gabo, el colmilludo reportero de guardia y luego escritor de fama sideral:

En El Amor en los tiempos del cólera, remite a los lectores al diccionario para saber el significado de: matalotaje, almojábanas, culebrones, alcaraván, potra, gusarapo, animes, camándula, panetelas, caramillo, lebrillos, balsaminas, astromelias, tabonucos, anjeo, tremolo, momposina, patacones, turiya, espliego, miriñaque, cabuyas, papiamento, tagua, hicos, calillas, albayalde, trapense, marimonda, más el pilón: impecundio, plutocracia, teocracia, expoliar, corolario, seglares, autocrático, secular, levítico, cábala, ingénito, fariseos, saduceos, ecuación, pródromos y relapso. Son expresiones propias de Colombia, la tierra natal del autor de “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”.

Yo no las había leído antes y por ignorancia no las utilizo en mis textos como tampoco algunas de las que siguen: laminero, serendipia, melifluo, limerencia, sonámbulo, arrebol, iridiscencia, epifanía, luminiscencia, incandescencia, elocuencia, inmarcesible, efervescencia, ordalía, inmanente, omnímodo, omnipotente, omnipresente y sibilino. Es que mi pobre lenguaje no llega a tanto

El hipercrítico de cine Jorge Ayala Blanco me deja turulato: “…El idioma español es lengua muerta. Ya pasó su mejor momento: el Siglo de Oro. No vas a escribir como en el Siglo de Oro ni con la sutileza, la delicadeza y la elegancia de entonces. Para que el español tenga vida, tiene que ser muy ecléctico, lleno de neologismos, de tecnicismos. Mientras más rico sea tu lenguaje, mejor. Los límites de una persona son los límites de su lenguaje”. En ningún momento se refiere a los anglicismos.

Aclaro: Lo antes escrito es pura divagación. De ninguna manera estoy proponiendo que tales palabras del Medioevo las utilicen los actuales o que los paisanos prescindan de los extranjerismos. A fin de cuentas, cada quien escribe como quiere ¿okey?)

Por eso la práctica del día en el taller sobre literatura, se intitula: Me gusta no me gusta…

Yo, por ejemplo: -Me gusta la crónica, me gusta la prosa y el verso; me gusta codearme con los literatos, los naturalistas y los bebedores de cerveza y vino tinto; me gusta Lyn May pero solo de espaldas; no me gustan los lugares comunes, las repeticiones y los gerundios que saltan a cada rato en mis escritos. Me ando yendo, estando viendo, creciendo y haciendo, caminando y orinando…

Me alegro con la presencia a mi lado del niño que urge la proyección de películas sobre El Hombre de Acero y El Hombre Murciélago (en inglés Superman y Batman), Los tres cochinitos, o de Eugenia León interpretando “El comal le dijo a la olla”.

Me gusta distraerme sin culpa ni remordimientos, leer los poemas becquerianos y acudir a las noches bohemias de los viernes en el centro social La Tertulia . No canto ni bailo pero me gustan los boleros, la música clásica, el teatro guiñol, Marcel Marceu, Erón Vargas (como actor especializado en la expresión corporal teatral, aclaro), el Monteviña y “Los marcianos llegaron ya”.

No me gustan las efigies descomunales de los políticos que alteran y denigran el paisaje, sus mentiras y aspavientos. Me gustan el béisbol, el fútbol, el golf, el baloncesto, el boliche, el tenis y el ping pong. El jaibol no. Antes sí. No me gustan los trancazos ni a favor ni en contra. En cambio me gustan las mujeres luchadoras triple AAA por rudas, malhabladas y arrancadoras de ropa.

Me gusta la actividad diaria, regar árboles y flores en el jardín conmemorativo de los inicios de la Revolución Mexicana en la colonia El Campestre. Me gustan las damas caminantes que se detienen en el parque para saludarme. -Qué bonito su jardín, dicen por cortesía y sonrío. Eso me gusta. No me gustan los zancudos, la mosquita blanca y la manguera cuando se enrosca o se anuda y no me doy cuenta por estar a plática y plática con las féminas.

Si no me duelen los dos pieses, voy corriendo con gusto a la tienda de la esquina por las tortillas y le leche; me gusta leer a Hugo y a Moreno. Me gusta Nomádica. No me gusta lo que escribo, pero a Renato si le gusta… Me gustan libros como la Biblia, aunque todavía no la termino de leer -apenas voy en el copirrait- (derechos de propiedad literaria) pero lo haré en cualquier mómen.

No hay prisa. ¿Okey?

Baaay…

N. de la R. El autor –con los ojos cuadrados- fue en busca de un diccionario en latín para descifrar un subtítulo del cabezal Natera: “Se cumplió con la encomienda” aparecido en un tabloide local: Ictibus pro offic tem quatene omnis magna quia velis etui? Qui ullacea tiusandelam (¿),