Fidencio Treviño Maldonado.
ed. 356, octubre 2018
Las parábolas bíblicas son aplicables en cualquier época y momento. Pasaba el mercante con su cargamento por un camino sinuoso para comerciar su diversa mercancía, y por esos caminos dejados de la mano de Dios y de los Guardias imperiales, andurriales éstos en donde abundaban los bandidos y maleantes y era común que al mercader le cayeran a palos, además de robarle parte de la mercancía, también era costumbre que después del asalto llegara un vecino y lo atendía, le curaba las heridas y por horas lo alojaba en su hogar. Esto paso por varios meses y un día que el hombre se acercó para curar y ayudar al comerciante le pregunto: ¿Dime buen hombre que más quieres que haga por tí? y el mercader le contestó quejumbroso -Te agradezco que me ayudes, sin embargo ya no quiero que cada vez que me asaltan y golpean me cures y consueles, sino lo que deseo es que de una vez por todas termines con este martirio y me quites a los bandidos y malhechores.
Esta metáfora o simple cuento llega a colación por aquellos que sufren los estragos de las lluvias en particular cada vez que empiezan a llorar las nubes y que desnudan las malas, mediocres y pésimas obras que nuestros gobernantes hacen con nuestro dinero. Más allá de que contra la naturaleza nadie puede, así como las religiones dicen que ante los designios del todo poderoso nadie puede, al menos remediar en mucho a los hogares más vulnerables: los pobres o miserables.
Nada cambia cada vez que exista una llovizna, que ahora los expertos en climas y tiempos les llaman “atípicas” y no que por las malas obras efectuadas el pueblo se inunde y sufra las consecuencias, inclusive sucede que ahora es culpa de la cultura de los habitantes, por tirar basura en la calle o en lugares no debidos, sin embargo también hay complicidad en las autoridades que al fin son las que salen ganando, por aquello de declarar a X municipio, X pueblo o Estado en emergencia y aplican el Plan X y que el FODEN (Fondo para Desastres Naturales) le mande recursos o dinero para reparar dichos daños. Regalar cobijas, hule, comida caliente y tener albergues es nada comparado con hacer buenas obras materiales que perduren y sirvan a la sociedad en general, es decir ya no cures la enfermedad, alivia de una vez por todas al enfermo.
Torreón es una zona o pueblo privilegiado por tener el cauce o lecho de un gran río, cause seco, sólo usado a diario para tirar escombros, basura y derramar aguas sucias de alguna factoría y desde luego cada dos o tres años soltar el agua que les sobra a los “lecheros” que son los dueños y quienes manejan el agua de las presas, los funcionarios de Conagua, Sagarpa y similares o recuas que les acompañan son simples veletas, cortesanos y bufones de LALA.
Torreón y la comarca cuenta con varias Universidades, y otros tantos tecnológicos y aparte existen miles de ingenieros ya profesionistas egresados de esas instituciones y que pueden elaborar un proyecto para que el agua de la lluvia caiga en el lecho del gran Nazas, como única y primera opción, esto como en cientos de grandes ciudades en el mundo y, que de hecho es un cause que para desgracia y complacencia de las “Instituciones” encargadas de cuidarlo sólo se usa como recolector de basura y desagüe de contaminación y materias peligrosas, inclusive una ocasión un político, ex gobernador de mal agüero y tristes recuerdos para Coahuila de nombre Humberto Moreira, y algunos brillantes asesores proyectaron una unidad deportiva en parte del cause o lecho del Rio Nazas. La propuesta sigue en pie y sólo falta voluntad política y usar el sentido común para evitar de una vez por todas que Torreón siga siendo cada año una laguna sucia, eso si con un teleférico y ahora un Metrobús a costa del mismo dinero del pueblo. Por otro lado, nuestras autoridades a todos los niveles, ni previenen , mucho menos remedian y como dijo el hombre vapuleado por los bandidos en la parábola…Ya no me cures, mejor quitarme a los bandidos.
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