Pantalones V

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Rufino Rodríguez Garza.

La Presa Pantalones es todo un tesoro de información, pues el arte rupestre dejado por nuestros antiguos pobladores así lo revela.

En un rincón, muy cerca de Paredón, no hace mucho localicé una vírgula, pero ¿qué es una vírgula? Es un símbolo que expresa la comunicación, es la máxima expresión utilizada en épocas prehispánicas para representar la palabra, el habla y las ideas, era considerado como un símbolo sagrado ya que también con ella representaban “lo que fluye”, como el agua o el viento, el cielo y asimismo la voz.

La vírgula es esa voluta que aún en nuestros tiempos es utilizada en los “comics”, esa envoltura donde va contenido el texto de la palabra.

Todo esto viene a cuento, porque se trata de un símbolo mesoamericano que por azares del destino o por intercambio comercial llegó al norte de México, allá por el siglo XIV o XV y dichos mensajeros o comerciantes empezaron a dejar otras marcas, otros símbolos no propios de las culturas del desierto. Había empezado el encuentro con otro “mundo”, el mundo mesoamericano.

Desgraciadamente de este símbolo solo nos hemos topado una sola vez, pero eso nos da idea que hubo relaciones tempranas entre estas extrañas culturas.

Fue precisamente en Presa Pantalones donde se localizó otra representación que no correspondía a nuestras plantas norteñas, la representación del maíz (zea mays) tanto en el lado poniente de la cortina, como en las inmediaciones del vertedero.

La representación encontrada en el lado poniente corresponde a dos claras muestras de esta gramínea, que para estas alturas del siglo XVI ya tenía algunos milenios de ser una planta “domesticada”, pasando de ser un zacate a una planta de 90 o 120 días para su producción.

La agricultura fue temprana en estos desérticos territorios, pues la falta de agua hizo que solo se practicara en pequeños humedales, cerca de arroyos, lagunas o simplemente con las aguas de temporales.

Aparte de estos dos sitios de Presa Pantalones, también localizamos representaciones de maíz en El Huizachal, cerca de Paredón; al igual que en los alrededores del arroyo de Patos, por Puerto Margarita, en lo que ahora es el municipio de General Cepeda.

Y a propósito de este municipio, hay un antiguo documento que data del año de 1568, donde se relata que Francisco Cano y 17 españoles más caminaron hacia el norte en busca de minas de oro y de plata y llegando a lo que ahora conocemos como Laguna de Patos; narra que en el «inter» de Mazapil (venado chiquito) hacia el norte, fueron encontrando y observando fauna diversa como osos, bisontes, venados, etc., y  algunos frutos como uvas pequeñas pero de muy buen sabor.

También se menciona que los nativos eran “mansos” que les ofrecieron comida tanto de carne como de peces; que tenían casas de esteras y que les ofrecieron maíz.

Ésta sería una de las primeras referencias escritas a esta planta en esta región de Aridoamérica.

Se supone que de checar con los historiadores que aún se conserva nombres de esas antiguas fechas. Hablamos de 1568, Saltillo se funda “oficialmente” hasta 1577.

Dichos nombres pueden ser los de la Florida y Patos. También nos ha llamado poderosamente la atención una extraña representación del dios Tláloc, dios importado en el panteón mesoamericano al que aún se le sigue venerando en algunas regiones de México en pleno siglo XXI. El dios Tláloc, “dios de la lluvia”, era deidad de los cerros, del agua y de la fertilidad.

Según la cultura náhuatl regía fenómenos meteorológicos como los relámpagos, los truenos y el granizo o las tormentas y frecuentemente se le asociaba con las cuevas.

Tláloc se caracteriza por tener una cara feroz, ojeras grandes y dientes en forma de colmillos enormes. Solo tenemos en el estado dos sitios con esta representación, al oriente de la Presa Pantalones y uno más en Puerto Margaritas.