La 4T es un proyecto de poder político, no de desarrollo social

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Jorge Arturo Estrada García.

La más hermosa de las jugadas del Diablo es persuadirte de que no existe.
Charles Baudelaire.

No se me ocurre dónde diablos aprendió estas técnicas, pero poseía el secreto de alcanzar el corazón de las masas.
Haruki Murakami.

Hay plumajes que manchan los pantanos.
Sabiduría popular.

Ya quedó claro. La transformación prometida va tomando forma. La 4T de México, se consolida como un país con más pobres; con políticos corruptos vestidos de guinda; con el PRI aplastado y cooptado; con López Obrador aferrándose al poder y con el ejército convertido en su guardián. La democracia, el progreso y la calidad de vida van quedando en segundo plano, en el discurso mañanero solamente. Este es un proyecto de poder político, no de desarrollo social. Lo que interesan son las clientelas electorales. Y, por supuesto, mantenerse en el Palacio Nacional.

En medio de la tormenta de corrupción que lo azota y retrata, Andrés Manuel destruye a la alianza opositora prianista. Lo hace evidenciando al PRI, a su dirigencia y a sus legisladores, como reclutas del Primor que lo acompañará a demoler al Instituto Nacional Electoral. Simultáneamente, él y su legado quedarán marcados por la corrupción de la que se valió para llegar, para gobernar y para intentar trascender. La historia se encargará de ello, cada día surgirán nuevas evidencias.

Ya no hay contrapesos. Aislados, recelosos y conflictuados, los ciudadanos, medios y organizaciones de la sociedad civil lucen azorados e incompetentes. No pueden con el dueño del Palacio Nacional. Ante ellos parece un gigante.

La democracia mexicana apesta. Somos un país sin demócratas ni ciudadanos. Tenemos más de 100 millones de habitantes apáticos, poco enterados, individualistas e influenciables. Las élites económicas y políticas han procurado generar una sociedad de ese tipo, y se han despachado con la cuchara grande. Ellos, durante décadas la fueron construyendo. Solamente en ocasiones los mexicanos nos hemos unido y hemos logrado contados triunfos colectivos. Casi siempre las cosas nos caen desde las élites, las buenas y las malas; no exigimos ni peleamos por ellas, son concesiones desde el poder.

En esta ocasión, se ha dado un paso preocupante. Los militares andarán en las calles más abiertamente que nunca. Nos los toparemos en cualquier carretera o cruce de calles. Ya no como un apoyo en eventos de alto impacto, solamente. Nuestros legisladores así lo votaron, obedeciendo al tabasqueño que ordena desde el Zócalo. Como siempre, ni nos consultaron; esos diputados y senadores, están intentando salvarse de la cárcel, de conservar sus fortunas y sus carreras políticas. Sería cuestión de no olvidar sus nombres para cuando vuelvan a aparecer en las boletas o en los organigramas oficiales.

Ahora las cosas se salieron de control, en muchos sentidos. Hay un tipo con la banda presidencial que no está muy dispuesto a soltar el poder, ni a compartirlo mucho. Ya formó alianzas con grandes multimillonarios y con los militares. A ambos sectores los llenó de negocios y dinero.

Hace muchos años que no padecíamos a un fenómeno político de la magnitud del que despacha desde la Silla del Águila, en el Palacio Nacional. Entre más avanza el sexenio, él se ha ido encontrando que no existen contrapesos que le impidan seguir adelante con sus planes. Los que se atreven a enfrentarlo son doblados con rigor robespierrano. Solamente la maldita realidad es lo que le recuerda que no es invencible ni invulnerable. En ocasiones, sus errores y excesos lo hacen tropezar y dejan ver el lodo que lo rodea. Sin embargo, en un país tan complicado, estamos muy poco interesados en la cosa pública de tan abrumados que estamos por las nuestras.

La transformación está en marcha. No es la prometida, es una más parecida a unos tumores que se van agravando en los diversos segmentos de la sociedad mexicana.  Estábamos mal, con una injusta distribución de la riqueza, generando empleos de bajos sueldos, pero formales en las manufacturas de exportación, los servicios y el turismo. Ahora nos parecemos más a la ciudad de México, tan llena de ambulantes e informales, pastoreados por los gobiernos de “izquierda”.

López Obrador, es un tipo que a medida que se desgasta, va revelando las miserias en las que el país se encuentra. Morena es un partido de impresentables, de tránsfugas de los otros partidos. Andrés Manuel vendió su alma al diablo y nosotros pagamos las consecuencias de sus incapacidades, de sus fobias y de sus filias. La oposición, es una colección de los mismos perfiles carentes de liderazgo. de ideas, de arrastre.

La sociedad civil organizada, está desconcertada y desconectada. Durante los últimos 20 años la dejaron pastar en paz, desde sus organizaciones y sus recursos, sin que tuvieran necesidad de salir a combatir por nada. Así, con solamente unas cuantas quejas y menciones en los medios, las autoridades encontraban la forma de calmarlas y neutralizarlas. Su nuevo proyecto Unid@s, nació muerto.

La vida política nacional requiere una opinión pública sólida, enterada y militante que se haga escuchar en todos los espacios y ante las urnas. Sin embargo, no hay ideologías entre los mexicanos, nada o poco sabemos de política. Los políticos son élites que se reciclan en los partidos, los acaparan y forman dinastías, que se enriquecen a la sombra del erario, y que con sus decisiones afectan o arruinan las vidas de los ciudadanos, con mayor frecuencia y mayores impactos cada día. También, el periodismo nacional ha fallado. No estábamos preparados para dar cobertura y tratar de desentrañar y explicar la trepidante realidad de la actualidad. En este momento la batalla se trata de imponer narrativas. Finalmente será una guerra entre corruptos por los votos y las fidelidades.

Igualmente, habría que aprender a usar la democracia en una sociedad hiper comunicada. En México todos fallamos. Lo hemos hecho a lo largo de 200 años. Las élites dictan el destino de nuestras vidas mientras los demás, aturdidos, intentamos sacar adelante a nuestras familias. AMLO, no quiere abandonar su palacio. Ya dobló a magistrados y diputados. Ya destruyó al PRI y a la alianza. Ya tiene nuevos aliados, ya no necesita ni a la izquierda ni a los pobres. Con los supermillonarios y los militares le basta. Esto se pone más feo y más interesante, lo mejor está por verse. Faltan Coahuila y el Edomex. Muchas historias, habrá por contar. Veremos.