José Guadalupe Robledo Guerrero.
Para noviembre de 2004, los buscachambas y oportunistas acompañados de las lideresas de las colonias juraban y perjuraban su indeclinable lealtad al precandidato de su conveniencia, por eso recordé una anécdota que viví allá por 1889-1990, y que muestra en todo su realismo la condición humana de estos especímenes.
En ese tiempo “gobernaba” en Coahuila el inefable “nalgas polveadas”, como le decía Flores Tapia a Eliseo Mendoza Berrueto. Faltaban meses para el “destape” de los candidatos del PRI a las presidencias municipales. Luis Fernando Hernández González, a quien conozco desde estudiante, se desempeñaba como secretario de Administración en el gabinete mendocista.
Una tarde que caminaba por el costado del Palacio de Gobierno, oí una algarabía que salía del despacho de Luis Fernando. Por curiosidad entré al Palacio para ver a qué se debían las porras y vivas hacia el secretario. En ese momento Luis Fernando despedía en la puerta de su oficina al numeroso grupo que producía el relajo, eran las lideresas de las colonias marginadas.
Luego de despedir a sus interesadas “fans”, Luis Fernando me invitó a pasar a su oficina. Todavía con la euforia dibujada en su rostro, con satisfacción me dijo “Voy a ser candidato del PRI a la Presidencia de Saltillo, felicítame”. ¿Ya te lo dijo Eliseo?, le pregunté. “No, contestó, pero me vinieron a dar su apoyo las lideresas, ¿Qué más quieres?”. Con mi poco conocimiento sobre las cuestiones electoreras le dije -No te creas de estas personas, pues andan recolectando dinero de los precandidatos. Que no te suban al columpio, pues el mismo apoyo que te dieron a ti se lo están dando a todos.
Sin razonar sobre mi escepticismo, me reprochó “Lo que pasa es que tú no quieres que yo sea”. Antes de que continuara lo atajé -Yo no soy el que decido. El que no quiere que seas Presidente Municipal de Saltillo es Eliseo. Y me despedí.
Meses después era “destapado” Abraham Cepeda Izaguirre como candidato del PRI a la Alcaldía saltillense, quien perdió la elección contra el panista de reciente ingreso, Rosendo Villarreal Dávila, como resultado de la concertacesión que Eliseo hizo con sus patrones, los dueños del GIS, los López del Bosque. Ante estos resultados, seguramente Luis Fernando agradeció mi escepticismo. Aunque a decir verdad, según dicen, Abraham Cepeda se ganó varios millones de pesos por legitimar el teatro y tirarse a la lona.
¿Y las lideresas? Rindiendo culto a su disciplina partidista. Ninguna se acordaba en esos momentos, que meses antes habían “subido al avión” con sus porras y aplausos a varios precandidatos priistas, incluso a experimentados políticos.
Pero esto no es cosa del pasado. Se seguirá repitiendo con todos los precandidatos mientras el sistema de partidos, la compra de votos, las dádivas y los programas sociales, sean el camino para llegar a los cargos de elección popular. Por eso, los pobres son rentables en votos para los politicastros.
A principios de 2005, los enterados insistían que Humberto Moreira llevaba la ventaja en la intención al voto, por eso era creíble la versión de que si a Humberto no le favorecía la decisión del PRI, se lanzaría por el PRD en alianza con otros partiditos, y ganaría la elección. Enrique Martínez había permitido que su delfín se fortaleciera con dinero público.
Jesús María Ramón no tenía la simpatía del gobernador y su popularidad no se incrementaba, por tal motivo Chuy María Ramón le exigió a Enrique Martínez que sacara las manos del proceso de la sucesión.
De los demás precandidatos ni qué hablar. Para los analistas, el próximo gobernador sería Humberto Moreira Valdés.
Por estos días, el priista-perredista Juan Pablo Rodríguez Delgado se quitó la máscara, y en un alarde de “izquierdismo” puro, es decir de oportunismo, declinó públicamente sus nulas posibilidades de convertirse en candidato del PRD al gobierno de Coahuila, en favor de Jesús María Ramón.
Y para mostrar el momento que vivía la sucesión gubernamental, el presidente del PRI coahuilense, Miguel Arizpe Jiménez, señaló que en el PRI, las presiones de los grupos y de la opinión pública no cuentan ni influyen en la elección del candidato priista. En otras palabras, la decisión estaba en el gobernador Enrique Martínez.
En el territorio de la Mara Salvatrucha
A principios de diciembre de 2004, los periodistas Alfredo Dávila Domínguez, Arturo Rodríguez García y yo, nos fuimos de aventura periodística-turística a Chiapas. Uno de los objetivos era visitar el territorio de los Mara Salvatrucha.
De Tuxtla Gutiérrez nos fuimos a Tapachula, en la frontera México-Guatemala. Allí vimos una ciudad llena de policías de todas las corporaciones mexicanas. La Mara Salvatrucha los tenía allí, supuestamente para evitar que estos pandilleros, los más violentos del continente, siguieran apoderándose de esta región fronteriza, en donde la criminalidad ha sentado sus reales.
Aunque los Maras se han extendido desde Los Ángeles hasta El Salvador, pasando por Guatemala, México, Estados Unidos y Canadá, la frontera México-Guatemala se ha convertido en un paraíso de la impunidad para estos pandilleros, en donde realizan todo tipo de delitos, tráfico de armas, drogas, trata de blancas e indocumentados, robos, secuestros, asesinatos, extorsiones y prostitución.
Para observar este mundo sin ley, nos trasladamos a la frontera de Ciudad Hidalgo, Chiapas. Allí presenciamos el tráfico ilegal de mercancías, personas y todo lo que pudiera introducirse en ambas fronteras a través del río Suchiate bajo la mirada de soldados y policías mexicanos, quienes también se benefician de los delitos.
El tráfico abierto se hace entre Ciudad Hidalgo, México y Tecún Umán, Guatemala, un miserable pueblo rebosante de prostitución, alcohol y droga, en donde el contrabando de mercancías y el tráfico de todo lo traficable es el pan de cada día.
Ante las autoridades mexicanas se realiza el intercambio de dólares y pesos por quetzales o viceversa, el tránsito sin documentos de todo tipo de mercancías, y por supuesto de personas.
Como si fuera una imagen de hace 300 años, un hombre gordo, con tipo de gangster, estaba a la orilla del río con una mesa llena de billetes de los tres países, cambiaba dinero sin temor a ser asaltado.
Por cinco quetzales (siete pesos mexicanos) atravesamos, sin documentos, la frontera México-Guatemala, cruzamos el contaminado río Suchiate, para llegar al paraíso de la ilegalidad, Tecún Umán. Allí, en las calles proliferan los prostíbulos y cantinas donde venden cerveza, alcohol y hermosas mujeres de distintas nacionalidades. La mayoría que no rebasan los 14 años, se dedican a atender a la clientela y a vender sus cuerpos a menos de 100 pesos mexicanos, con el fin de reunir fondos para pagar su traslado al sueño americano, Estados Unidos.
Después de vivir una serie de experiencias y recolectar información de esa kafkiana región, retornamos a Tuxtla Gutiérrez sin ninguna foto debido a que el río Suchiate cobró nuestra osadía, inhabilitando nuestra cámara fotográfica y los celulares. Pero nos salió barata nuestra aventura en la región de los Maras.
Luego vagamos por Chiapas: Tuxtla Gutiérrez, Chiapa de Corzo, El Sumidero, San Cristóbal de las Casas, Ocosingo, Toniná, Palenque, en donde disfrutamos sus ríos, cascadas, zonas arqueológicas, calles coloniales, gastronomía, artesanías y costumbres.
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En enero de 2005, apareció el nombre de José Ignacio Flores Guerrero entonces Tesorero del Congreso local y reconocido como uno de los enriquistas deshonestos. La tesorería del Congreso del estado ha sido desde siempre un cargo codiciado por los corruptos, allí hay suficiente dinero público para enriquecerse.
José Ignacio presumía su amistad y cercanía con el gobernador Martínez, incluso se aseguraba que era uno de los principales socios en los negocios del gobernante, de allí que siempre estaba presente en las áreas redituables de las dependencias gubernamentales.
Flores Guerrero quien para sus amigos es “Bebe Nacho”, por su costumbre cotidiana a las bebidas alcohólicas pagadas con dinero público, tiene la fama de corrupto y ladrón, con un pasado lleno de traiciones, de las que podrá dar cuenta otro enriquista, el entonces director del Deporte en Coahuila, Carlos Ayala Espinoza.
Según la denuncia, “José Ignacio Flores fue auditor en el sexenio de Eulalio Gutiérrez; luego funcionario del Infonavit en donde obtuvo gratuitamente dos propiedades. Una en la colonia Latinoamericana de Saltillo obsequiada por una constructora de Torreón, y otra en la Aurora que le regaló la empresa Server, propiedad de los hermanos Sergio y Virgilio Verduzco Rosán, en pago por sus gestiones en la dependencia federal.
Según los investigadores periodistas, entre ellos Arturo Rodríguez, se tienen registros que en seis meses que estuvo en la tesorería municipal de Saltillo, en el interinato de Mario Eulalio Gutiérrez, a través del PAI (Programa de Acción Inmediata) Flores Guerrero desvió más de cinco millones de pesos.
José Ignacio Flores, desde la tesorería del Congreso Estatal, promovió la construcción del nuevo edificio del Congreso, la remodelación del viejo y la construcción de una plaza pública que se llamará ‘Corredor o Plaza Legislativa’, y aun cuando no han salido a la luz pública sus ganancias obtenidas, entre los diputados se habla de una suma millonaria.
En cuanto a sus ingresos ‘laborales’, Flores Guerrero gana en promedio 150 mil pesos al mes, ya que tiene las mismas canonjías de los diputados. Además, con el dinero de la tesorería del Congreso paga la servidumbre de sus casas, los choferes de él y su familia, el agua, el gas, la luz, la despensa y otros gastos familiares, sin faltar sus acostumbradas borracheras diarias.
Sin embargo, el “peorcito” de todos los enriquistas señalados como corruptos y ladrones es Ignacio Diego Muñoz, que en ese entonces cobraba como Secretario de Planeación y Desarrollo.
Los investigadores dieron a conocer su negro pasado, Diego Muñoz llegó al actual gobierno con una gran fortuna malhabida, lograda en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Sin embargo, ha sido en la administración enriquista cuando logró graduarse con honores en peculado y corrupción, ya que utilizando su cargo incrementó su riqueza sustancialmente”.
Antes del actual sexenio, Ignacio Diego no tenía los terrenos que ahora posee en Ciudad Acuña, Coahuila, predios que colindan con la presa La Amistad. Diego Muñoz tiene además el mejor campo de golf del norte de Coahuila, ubicado entre Piedras Negras y el municipio de Nava, y recientemente estrenó una residencia valuada en poco más de cinco millones de pesos en el Nogalar del Campestre en Saltillo, destacando la fachada del predio por tratarse de una réplica del museo Marco de Monterrey.
Otros que aparecen en la lista de los funcionarios corruptos enriquistas son Inés Garza Orta, Amado Chapa, Gerardo Almaraz, Luis Antonio Valdez Espinoza, Mario González Rodríguez, Félix Flores Castro y Abraham Cepeda Izaguirre. Luego volveremos con ellos.
(Continuará).
La politiquería en el año de Hidalgo…