AMLO ESTÁ OBSESIONADO EN RETENER LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA

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Jorge Arturo Estrada García.

“Quien hace política pacta con los poderes
diabólicos que acechan a todo poder”.
Max Webber.

“Cuando el debate se ha perdido, la calumnia
es la herramienta del perdedor”.
Sócrates.

“Quien vive de la política hace de ello su vida en un sentido íntimo;
o goza simplemente con el ejercicio del poder que posee”.
Max Webber.

El presidente sabe que puede perder en el 2024. Él, ya conoce el tamaño del rechazo que genera, luego de casi cinco años de gestión. El país está polarizado. Por eso acelera la marcha. Ya destruyó al PRI y le arrebató su último bastión importante. La primera parte de su plan fue un éxito, el tricolor es solamente una fuerza política marginal. Ahora seguirá desafiando al estado de derecho y lanza a sus corcholatas a la campaña. Mientras, la oposición desconcertada y descabezada se va rezagando.

El Partido Revolucionario Institucional, ya no existe. Ya no es el partidazo aplanadora que conocimos, por décadas y décadas. Andrés Manuel López Obrador, puede jactarse de haber destruido al PRI. Lo que queda, es solamente un membrete, una franquicia para participar en las elecciones y una agencia de colocaciones para el grupúsculo de políticos, que está apoderado de sus despojos. Es un grupo, que medra entre sus ruinas hipotecando sus activos. Aunque, su historia todavía resuena en la vida política mexicana, ya que tres de las cuatro corcholatas del presidente son expriistas.

Sin embargo, AMLO es un político desconfiado. No le gustaron los procesos electorales, del 2021 ni el del 2023, los cuales revelaron las debilidades de su partido y también que su sombra personal no es tan poderosa. Solamente, la mediocridad opositora mantiene a los morenistas adelante, rumbo al 2024. No es un asunto de ideologías, ni de justicia social. Es una batalla por el poder. Es la guerra entre los oficialistas contra los opositores. A la oposición le urge encontrar a un fenómeno político si quiere ganarle a AMLO.El PRI está destruido, Andrés Manuel López Obrador lo hizo añicos. Tras la derrota en el Edomex, el tricolor despertó sin gubernaturas ni candidatos. Solamente con organización, talento y carisma se podría vencer a AMLO; y esas son, las condiciones difíciles de generar en estos momentos.

Aun así, la desconfianza agobia a Andrés Manuel. Su mala salud le preocupa; entonces, la posibilidad de ser derrotado en la presidencial del 2024, y en la legislativa por el control de las cámaras le quitan el sueño, y lo mantienen elaborando planes y anatemas, para recitar en las mañaneras. Además, los fracasos de su gobierno han sido enormes, diariamente requiere cortinas de humo y demagogia.

El presidente quiere cambiar al país, pero sabe que se va quedando corto y que el tiempo se le agota. De esta forma, cada día, agrede con fuerza a sus adversarios, persistiendo en su interés en debilitarlos y desprestigiarlos. Cada día, profundiza en la polarización. Vive consultando sus encuestas y haciendo sus cuentas. Ya sea para sopesar su popularidad, o para convertirlos en votos para su delfín o delfina. Él vive, y sobrevive, para conservar el poder. Tal vez, ya no resistiría vivir sin él. En consecuencia, la ansiedad lo consume y se lanza a la batalla. Está dispuesto a romper las leyes electorales e invita a los consejeros del INE al Palacio Nacional para que sientan de cerca el peso de su carisma y su poder.

En el Estado de México, el PRI y la alianza, perdieron mucho más que solamente una gubernatura. Era una mina de votos casi cautivos y acarreables, mediante la mayor estructura electoral del país. También, era una fuente de dinero que emanaba de un gobierno estatal que gasta 300 mil millones de pesos anuales, mediante miles de contratos por obras y servicios.

Sin embargo, esos millones de votos cautivos, que volvieron poderoso al PRI durante décadas, casi seguramente han desaparecido para ellos, para siempre. Los modelos tricolores usados en Coahuila y en el Edomex, en el 2023, que casi igualaron los sufragios morenistas, difícilmente podrán ser aplicados a gran escala en la elección presidencial del año próximo. Las condiciones cambiaron. El estado norteño será el único con estructura intacta y eficiente en las 32 entidades del país.

El PRI, pronto podría parecerse al Verde Ecologista o al Movimiento Ciudadano. Sería un partido bisagra, como los que usó, para dividir oposiciones y mantenerse en el poder, en múltiples ocasiones. De las entrañas de ese viejo PRI, que fracasó en su nacionalismo populista setentero, surgieron los monstruos que lo destruyeron.

Los actuales dirigentes tricolores le tienen miedo al mandatario, y además son incapaces de armar proyectos competitivos.  Sin embargo, Andrés Manuel, sabe que estuvo a punto de ser alcanzado en el Estado de México, si la afluencia a las urnas de los clasemedieros, mexiquenses, se hubiera intensificado.  En Coahuila, fue derrotado, ganó la Alianza, con la ayuda de las traiciones de los “aliados presidenciales”.

El presidente, ya ganó la Joya de la Corona, destruyó al PRI, lo redujo a despojos. Los adversarios están descabezados, desconcertados, traicionados, temerosos y sumamente debilitados. El tricolor ya se quedó, casi, sin nada que aportar más que el membrete electoral. Las estructuras del acarreo se desintegran en cada estado que se ha ido perdiendo, y no hay ni habrá presupuestos para mantenerlas operativas.

Ante estas señales, AMLO, de inmediato reorganizó a sus corcholatas. Los sentó ante él, juntos, para leerles la cartilla; así, estableció, con claridad, la lista de aspirantes; las reglas, y los plazos, de la precampaña morenista. No quiere fracturas, que amenacen la permanencia de su proyecto de poder. Él está obsesionado en retener la presidencia de la república. No quiere sorpresas. Dejó asentado quien manda.

El presidente avanza, casi sin adversario al frente. Los partidos no están a la altura. Sus dirigencias, ya solamente piensan en su sobrevivencia política personal. La ciudadanía se rezaga y se dispersa, está confusa. Parece paralizada. Las listas de aspirantes, de sus adversarios, están gordas de caballos flacos y famélicos. 

El 2024, ya comenzó. Las elecciones del 2023, ya establecieron las fortalezas y debilidades de ambos bandos. Será una guerra feroz por la democracia del país. A México, le urge que las dirigencias del PRI y el PAN sean renovadas. Que los militantes y ciudadanos se decidan a echarlos.

Aunque eso, difícilmente sucederá, es urgente que surjan mejores líderes y talentos entre la gente que rodea a Claudio X González, al parecer los actuales ya llegaron al tope de sus capacidades. En el Estado de México, no supieron impulsar el voto masivo y ganó la estrategia morenista de desalentar la afluencia a las urnas. Esa derrota fue un fracaso monumental, del que será dificilísimo recuperarse.

El PRI está destruido. Andrés Manuel López Obrador lo hizo añicos. La derrota del tricolor en el Estado de México establece la fecha del fin del partido que gobernó a México durante casi un siglo. Del partido, que reconstruyó al México posrevolucionario y que lo erigió a su imagen y semejanza.

Es indispensable que surjan mejores personajes, capaces de unir a los mexicanos en un proyecto ganador para el 2024. De otra forma, nadie será capaz de detener a Andrés Manuel López Obrador. Él, a lo largo de estos años, ya reveló sus secretos, es un costal de mañas y pecados. Pero es el mejor estratega político de la actualidad. Sus corcholatas son mediocres, pero solamente con carisma, organización y talento se les podrá ganar. Vicente Fox, Cuauhtémoc Cárdenas y AMLO fueron unos fenómenos políticos, como candidatos. Se requiere encontrar a alguno de ese tamaño. Está difícil, Veremos.