EL PLAN DE AMLO ES DESTRUIR LA VIDA DEMOCRÁTICA

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Jorge Arturo Estrada García.

La historia de la libertad es la de la lucha por limitar el poder del gobierno.
Woodrow Wilson.

“Deseo que el pueblo siempre tenga las riendas del poder
en sus manos. El pueblo pone y el pueblo quita y es
el único soberano al que debo sumisión y obediencia”.
Andrés Manuel López Obrador.

“La historia es un sistema de investigación: como un conjunto
de métodos cuya finalidad principal es la de ayudar a los hombres
a que, a través del desciframiento de su pasado, comprendan
las razones que explican su situación presente y las
perspectivas de que deben partir en la elaboración de su futuro.
Josep Fontana.

La corrupción en el país es endémica. Entre políticos y sus socios empresariales, ha sido sistemática por décadas. En la actualidad, el presidente López Obrador se ha esmerado en refinarla. Desde un inicio, llegó al Palacio Nacional, con sus listas de amigos, aliados y adversarios, bien preparadas. Pronto, se dedicó a premiarlos, amenazarlos o a castigarlos. Así, luego de cinco años de gobierno unipersonal, Andrés Manuel ya sostiene con fuerza los hilos del poder en el país. Además, ya ha sumado a las fuerzas armadas a su equipo y ha construido una amplia base social, dependiente del dinero en efectivo, en forma de programas sociales. Así bien pertrechado, se encamina para ganar las elecciones del superdomingo de junio del 24. En contraste, la oposición está integrada por partidos en ruinas, poco confiables, y compite con una candidata muy novata. Será momento de tomar decisiones.

A López Obrador, le faltó grandeza y le sobró poder y soberbia. El mandatario falló en lo más importante para los mexicanos. Su gobierno se convirtió en una serie de tragedias y tumbas. La violencia se volvió incontrolable. Sin embargo, él está enfocado en mantenerse en el poder a través de su sucesora. Es un personaje de ideas fijas, al que ni la emergencia de la pandemia, ni la magnitud de las crisis de salud e inseguridad, lo hizo cambiar de idea.

El tabasqueño aprendió que hacer política exitosa cuesta muchísimo dinero. Entonces, desde que llegó a la presidencia se dedicó a acumular miles de millones. Así estuvo destruyendo fideicomisos y recortando presupuestos, para construir los cimientos de su poderío. Simultáneamente generó un sistema de amenazas, castigos y cárcel; fiscalías, funcionarios, algunos jueces y medios de comunicación lo redondearon. A estas alturas del sexenio, la atmósfera política y social de México está enrarecida por su estilo personal de gobernar.

Desde hace tiempo, los ciudadanos reprueban a su gobierno. Sin embargo, su popularidad personal se mantiene arriba del 50 por ciento. El potencial de su maquinaria electoral ya es formidable, pero su candidata presidencial no es atractiva para los votantes, no conecta ni genera empatía. De esta forma, tendrá que recurrir al acarreo masivo de votantes y a aplicar todas las mañas del Viejo PRI, que conoce a la perfección.

Las encuestas, le dan a Claudia Sheinbaum algo más del 40 por ciento de los votos potenciales. A Xóchilt Gálvez, su opositora, le dan alrededor del 30 y al Movimiento Ciudadano, que anda de esquirol, entre el 8 y 4 por ciento, con cualquier personaje como aspirante. Todavía hay muchos indecisos, mucho voto oculto y faltan ocho meses para la jornada electoral.

Lo cierto, es que el presidente marca el ritmo de las precampañas extraoficiales, que ya se dan en todos los partidos. Al Instituto Nacional Electoral lo tiene doblado y temeroso. Lo mismo pasa con los magistrados del Tribunal Electoral. AMLO parece dominar, casi completamente, el escenario electoral del país. Tiene cinco años trabajando en ello. Es su obsesión.

Por su parte, los opositores cuentan con tres partidos semi desmantelados y mal dirigidos. Cuyos únicos aciertos han sido unirse para ganar algunas gobernaturas y postular a una candidata outsider, con potencial para ser competitiva ante el oficialismo. Entre los votantes libres los partidos y sus militantes ya no tienen prestigio, ni confianza. Para ellos, solamente los votos de castigo al obradorismo y los votos útiles para hacer ganar al menos peor han quedado como opciones.

Andrés Manuel diariamente ataca a sus críticos y se encarga de desprestigiarlos, como parte de su plan para destruir la vida democrática. Se enfoca también, en los medios de comunicación y en la comentocracia. El contrapeso natural de la democracia ya fue debilitado, la opinión pública ya se genera deformada, alimentada con fake news, agresiones y un discurso mentiroso.

El presidente, calcula su base electoral en 20 millones, pero además quiere asegurarse de ganar la mayoría de los asientos en el poder legislativo, en ambas cámaras. Para ello, se ha dedicado a engrosar a sus beneficiarios, para darles cada vez más dinero, a cada vez más hogares, y por diversas vías.

En un país tan lleno de pobres, tres mil pesos mensuales forman un ingreso adicional importante para los adultos mayores y sus familias. El 70.5 por ciento de los jubilados del IMSS, son un total de 2 millones 976 mil, recibe una pensión de menos de 4 mil 999 pesos al mes. Solamente el 12.6 por ciento, equivalente a 532 mil 89 personas, recibe entre 5 mil y 9 mil 999 pesos, reporta ese Instituto.

En el país, la población de adultos mayores es de 10’939,569 personas, indica el INEGI. Este organismo señala que existen un total de 28’159,373 hogares censales. Por su parte, el gobierno federal publica que: “de los 35 millones de hogares que hay en México, el 71% ya recibe por lo menos uno de los Programas para el Bienestar”. Aunque haya contradicciones, en los datos, el alcance y la penetración es impresionante.

Sin embargo, 50.4 millones de personas carecen de acceso a los servicios de salud. En 2022, el 36.3% de la población se encontró en situación de pobreza, es decir 46.8 millones de personas. Entonces, para medicinas y atención médica habrá que buscar soluciones privadas, pagando. La destrucción del Seguro Popular los dejó indefensos. En contraste, para el acarreo electoral, el gobierno federal dispone de más de 20 mil servidores de la nación. Sus seguidores devotos irán por sus propios medios.

Andrés Manuel lleva 18 años escrutando, y comprendiendo, los resortes que mueven la vida política nacional y a sus actores. Entonces, él sabe cuáles mecanismos mover, para lo cual genera un entorno de premio o castigo en ese ámbito. A estas alturas, su poder es indiscutible.

Así, desde hace muchos años, en cada rincón del país, reclutó a los exprianistas que integran su partido y ya ejercen cargos, en todos los niveles. Cuentan los enterados que así surgió y se nutrió el Rey del Cash. De esta forma, a cambio de apoyos en metálico, ellos recibieron recompensas al ancestral estilo de la política del tricolor.

Actualmente, hay rupturas y fracturas internas en su partido. Pero, para él, sus morenistas son desechables. López Obrador es un tipo duro como una roca. Ni siquiera se conduele por los asesinados, los desaparecidos, los enfermos sin medicinas, ni por los fallecidos en pandemia. Son más de un millón de muertos, en exceso, en sus cinco años de gestión. Mucho menos se ocupa de los damnificados políticos en Morena, a los cuales en cada proceso de selección deja humillados.

AMLO necesita dinero, muchísimo dinero para construir su andamiaje de poder. Pero ya a todos les encontró su precio. Se los pagó y los tiene de su lado. Los super millonarios mexicanos y el ejército son los pilares que sostienen a su gobierno. A sus adversarios los desgastó durante cinco años y los llenó de desprestigio. Al pueblo bueno lo hace generar agradecimiento interesado y dependiente del dinero. “Amor con amor se paga”, es su frase. 

En sus juegos de poder, el presidente destruye a las estructuras que le estorban. Usa como peones, ni siquiera como alfiles, a los diputados, gobernadores y funcionarios morenistas. Nadie tiene su estatura, ni su respeto. La Silla del Águila la convirtió en trono de la presidencia imperial, y su mañanera es su púlpito. Su casa es un enorme palacio vallado, inexpugnable e inaccesible.

Así, dañados nos encaminamos a las elecciones más importantes de los tiempos modernos. La frágil democracia mexicana está más cerca de desaparecer que de fortalecerse. El presidente ya decidió que le estorba. La corrupción no desapareció solamente la usa para sus propios fines. Así, los exprianistas toman el poder que les otorga el dedo presidencial. Es otro sexenio de la guayabera, ahora es estilo tabasqueño. Hombres y mujeres morenistas la usan como uniforme. ¿Es otro vendaval de la guayabera? ¿Tendrá un final caótico como el echeverriato?

El mapa político y electoral actual lo construyó Andrés Manuel, palmo a palmo. Actualmente, tiene 24 gobernadores y se apresta para ganar otros cuatro o cinco en junio del 2024. Los gobernadores priistas le entregaron el poder sin pelear, agobiados por el peso de sus fortunas mal habidas y sus cuentas mochas. Con ellos el miedo funcionó y no dudaron en entregar Sonora, Sinaloa, Hidalgo, las Baja Californias y hasta el Estado de México, entre otros.

De esta forma, el presidente construyó una sólida plataforma para retener el poder. Y para asegurarse que la transformación se convertirá en un nuevo régimen a su imagen y semejanza. Para detenerlo, los ciudadanos solamente contarán con un personaje, que es un fenómeno político en potencia. Aunque por el momento, su paso es titubeante. Sin embargo, Xóchitl Gálvez, es un personaje con capacidad suficiente para vencer al poderoso tabasqueño.

El sistema de partidos entró en crisis. AMLO, construye uno a imagen y semejanza del PRI ancestral, un partido de un solo hombre. Esta será una partida entre un gran maestro contra la novata. Será un duelo por el destino futuro del país y su precaria vida democrática. Será un duelo por la calidad de vida de las próximas generaciones. El vendaval de la guayabera piensa quedarse otros seis años. Tal vez tengamos otra docena, otra vez trágica. Entonces, la tarea sería echar del gobierno a un personaje que resultó tóxico. Veremos. Las cosas se ponen interesantes.