Autoridades nuevas o las mismas, lo mismo da, sin avances significativos

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Jesús M. Moreno Mejía

“Es más fácil gobernar un
 pueblo de incultos, que a
personas preparadas”.
Parafraseando a Honorato de Balzac.

            Ya sea a nivel municipal, estatal o federal, periódicamente hay cambio de autoridades, que a simple vista son diferentes, o son las mismas, y aunque se supone las elegimos libremente, o mediante la coacción del equipo de un partido que tiene el control del poder, finalmente nos damos cuenta que todo en la vida sigue siendo lo mismo, o peor en algunos casos, pues no vemos avances significativos en nuestro entorno (entidad o país en el que vivimos).

En mi ciudad fue reelecto el Alcalde, pues el partido que nos gobierna desde hace décadas tiene el control de una gran parte de los ciudadanos, a través de una estructura política sustentada en el manejo de importantes cantidades de dinero, que “distribuyen convenientemente”.

Recientemente se renovó al titular del Gobierno de Coahuila, el que la mayoría de los coahuilenses sabían era el “delfín” del gobernador anterior, mismo que obtuvo el triunfo electoral por circunstancias similares a lo dicho anteriormente, así como no tener un candidato fuerte de otro partido que lo pudiera derrotar.

Por lo que se refiere al reciente relevo del gobierno federal, el pasado mes de junio fue electa quien será la primer Presidenta de la República, la que entrará en funciones el próximo 1 de octubre, quien para sus opositores significa la continuación del gobierno del Ejecutivo Federal que está por  concluir su mandato, pues aparte de ser del mismo partido en el poder, ella ha manifestado abiertamente que continuará con “el segundo piso” del movimiento llamado Cuarta Transformación.

A nivel nacional tuvimos décadas de gobernantes de un solo partido político, que actualmente figura en el cuarto lugar de las preferencias de los votantes, si bien en Coahuila y en Durango todavía tienen el control del gobierno estatal y de la mayoría de los municipios.

No hemos querido mencionar en esta ocasión los nombres de los institutos políticos, ni siquiera por sus siglas, que son fácil de reconocer a nuestros lectores, aparte de aclarar que en lo particular, quien esto escribe, no tiene identificación con ninguno de ellos.

En la Escuela de Periodismo “Carlos Septién” se nos enseñó que no deberíamos tener preferencia alguna por ninguna institución en pugna, como es el caso de los partidos políticos y en mi vida profesional, el director del periódico “El Siglo de Torreón” nos marcó el mismo rumbo, pues un medio informativo debe ser imparcial en el trato informativo, respetando la diversidad de opinión de todos nuestros lectores.

La excepción de la regla era a quienes escribían en la página editorial del diario, a los que, incluso, se les identificaban en su firma como miembros de tal o cual partido político, pues era obvio que eran ellos del pensamiento de la institución a la que pertenecían y no la del rotativo donde escribían.

Pero volviendo al tema que hoy nos ocupa, después de aclarar que no tenemos preferencia por algún partido político, diremos que gobernantes van y gobernantes vienen, pero al final de cuentas la situación del gobernado en general, sigue siendo prácticamente la misma.

Al inicio del año 2000 se aseguró que el país entraba en la transición a la democracia, pero sin que se viera ningún cambio significativo en la vida nacional. En el sexenio siguiente se dijo que “ahora sí”, pero resultó ser peor, pues se desató la guerra del crimen organizado en todo el país, con un saldo considerable de muertos en plena calle y a muchos de ellos se les identificó como víctimas de los “daños colaterales”.

Lo anterior significó el regreso del partido que por años estuvo en el poder, con cero resultados, dando lugar a que surgiera otra alternativa de partido, que aseguraba la regeneración nacional y cuyo sexenio terminará dos meses antes (el 1 de octubre próximo), a fin de dar el lugar a la primera mandataria de México.

La pregunta está en el aire: ¿Vendrá un cambio significativo en el país, que beneficie a la gran mayoría? Pues se comenta, esperanzadoramente, de que la Presidenta emprenderá cambios radicales a todos los niveles, por el hecho de ser una mujer preparada científicamente y no un mandatario al que sus adversarios calificaron como un político revanchista, que tuvo aciertos en sus decisiones, pero también una serie de errores.

            No le deseamos mal a nadie, por el contrario, esperamos que el nuevo sexenio corrija los desaciertos de su antecesor y que le de mayores bríos a los logros de su predecesor.

¡Hasta la próxima!