Unidad morenista entre vallas metálicas

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David Guillén Patiño.

¿Qué le habrán contado a la dirigente nacional de Morena, Luisa María Alcalde, que ella y su comitiva se rodearon de rejas durante la asamblea estatal que, junto con Andrés Manuel López Beltrán, encabezó el pasado sábado en Saltillo?

Hay quienes piensan que su enérgico llamado a trabajar en unidad, es decir, al margen de intereses individuales o de grupo, responde a su percepción sobre lo que ocurre con su partido en la entidad.

De cualquier manera, su mensaje constituyó un acre reproche a sus correligionarios, en vista de que Coahuila representa, vergonzosamente, el último bastión del PRI en el país. Los morenistas al sur del país aún no terminan de explicarse este fenómeno.

A pesar de que en la tierra de Carranza la embarcación naufraga, sigue habiendo poses triunfalistas entre las facciones que se disputan el control del Movimiento Regeneración Nacional.

De entre los cabecillas de los grupos, Luis Fernando Salazar ha sido, sin duda, el menos productivo, pero, eso sí, el más histriónico.

En general, ha habido “mucho ruido y pocas nueces”. El ánimo festivo del morenismo coahuilense definitivamente no tiene sustento alguno. He aquí, las evidencias:

En los 13 años de existencia, el partido apenas ha podido afiliar en el estado a 36 mil 795 personas, según datos del INE al 31 de agosto de 2023.

Esta cantidad significa un irrisorio nivel de afiliación promedio de 2 mil 830 individuos por año, considerando las diferentes listas de miembros con que cuenta la institución.

Con esa capacidad de crecimiento, ¿cómo se podrá alcanzar la meta anual de 250 mil nuevos morenistas que pidió en la asamblea Alcalde Luján?

La militancia guinda representa apenas el 11% de los 326 mil 255 individuos adscritos a los diversos partidos políticos en la entidad, cuyo padrón electoral hace un total de 2 millones 434 mil 765 personas.

Convengo en que uno de los factores clave para hacer realidad el desafío planteado por la ex secretaria de Gobernación consiste en retomar el ideario, el proyecto de nación y las estrategias que han llevado al partido a un arrasador triunfo a nivel nacional.

Todo esto debe estar regido, según dejó entrever la propia lideresa morenista, por un trabajo disciplinado y un espíritu de unidad a toda prueba. He ahí el problema.

En la asamblea “informativa”, convocada en el salón “Casa Grande”, se echó de ver la falta de cohesión de la militancia estatal y el distanciamiento que todavía existe entre ésta y su Comité Ejecutivo Nacional.

Un factor que contribuyó a enrarecer todavía más el ambiente fue que la propia Luisa María Alcalde dispuso que dentro del recinto se instalasen, por primera vez, vallas metálicas que la mantuvieran lo más alejada posible de la multitud.

Aunque no está claro si fue a Andrés Manuel López Beltrán a quien en realidad querían proteger de una eventual agresión por parte de algún inconforme.

El hijo de López Obrador, con todo y los vilipendios que lleva a cuestas, no deja de ser una figura simbólica. Hoy por hoy, el secretario de organización y tácito aspirante a la presidencia se placea por todo el territorio nacional… entre cercos.

En el encuentro de Saltillo se creó igualmente un “corral” (así lo denominaron) para los reporteros. La orden fue estricta: ningún comunicador debía salir del área delimitada.

También con rejas, se crearon corredores por los que Alcalde Luján y sus acompañantes transitaron desde una exclusiva sala de recepción hasta las sillas que habrían de ocupar frente a los convocados.

Hasta el lugar donde se encontraba, la dirigente alcanzó a escuchar furibundos reclamos y acusaciones provenientes de los militantes.

Queda para el anecdotario que, cuando estos escucharon que ya no se iba a tolerar a compañeros déspotas, corruptos o traidores, uno de ellos gritó: “¡Ahí te hablan, Diego!”.

Por cierto, Diego del Bosque, líder estatal de Morena, no pudo elevar el aplausómetro durante su discurso de bienvenida, por el contrario, se llevó varios abucheos, tanto como el ex panista Luis Fernando Salazar.

En el caso de Cecilia Guadiana, quien lidera de uno de los bandos, de no haber llevado su propia porra, habría quedado mal parada tras su alocución.

La pasarela de egos se vio interrumpida con la presentación de un decálogo para servidores públicos y la firma simbólica de los “100 postulados de un(a) morenista”, aprobados mediante votación espontánea, ya ni siquiera a mano alzada.

Carolina Rangel Gracida, secretaria general del comité ejecutivo nacional, puso al tanto a los asambleístas sobre diferentes asuntos del partido.

Pero fue Luisa María Alcalde quien confirmó que la tómbola volverá a ser el principal método para la selección de candidatos a cargos de elección popular; en su caso, se recurrirá a las también cuestionadas encuestas.

Así mismo, se asumió que el rescate del sistema de trabajo que ha caracterizado al partido será la única manera como la militancia coahuilense podrá ganar nuevos adeptos. Otra vez, habrá que conquistar al electorado “casa por casa”.

Mientras tanto, lo que queda del morenismo coahuilense, así como sus infiltrados y arribistas, siguen practicando su deporte favorito: pasarse por el arco del triunfo el postulado obradorista de “no mentir, no robar y no traicionar”.

En este contexto, la vieja clase política se ve cada vez más reflejada en el estilo de trabajo de ciertos funcionarios de Morena y sus bolsillos rebosantes.

davidguillenp@gmail.com