Jorge Arturo Estrada García.
«Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás.”.
William Faulkner.
«Se mide la inteligencia del individuo por la cantidad
de incertidumbres que es capaz de soportar.”.
Immanuel Kant.
Secuestraron la verdad. Gobiernan a través de la demagogia. Destruyeron la esperanza e imponen un régimen autoritario. Desarrollan un gobierno tóxico. Secuestran, y entorpecen, el desarrollo pleno del país en el mundo del siglo XXI. Dilapidaron los recursos financieros acumulados por décadas y la deuda externa crece rápidamente. Sistemáticamente, destruyeron la democracia y al Estado de derecho. Dividieron a los mexicanos regalando dinero y generando rencor social y triunfos electorales. Así, llenos de triunfalismo y soberbia, desde Palacio Nacional, deben enfrentar a otro personaje populista, que busca imponer su visión neoimperialista al mundo; precisamente, a un lado de nuestra frontera.
La tormenta está en marcha. Donald Trump ya es presidente, su festejo populista ya comenzó, y nos quiere de piñata. A México lo escogió como el origen de todos los males que afectan a la superpotencia. Su proyecto implica que para hacer a America Great Again es necesario que el gobierno mexicano detenga la migración y el tráfico de drogas hacia Estados Unidos. Los nuevos inquilinos de la Casa Blanca establecen que están dispuestos a imponer sus políticas internacionales, por las buenas o por las malas. Desde el arranque, de su gestión, Trump quiere responder a sus bases electorales.
Así, presenciaremos una serie de disputas asimétricas. El gobierno Trumpista de la mayor potencia del mundo decidió que los gobiernos morenistas acaben con el tráfico de personas y de estupefacientes hacia su país. Si no lo hacen satisfactoriamente, se impondrán aranceles a las exportaciones mexicanas hacia el vecino país, que es a su vez el principal cliente de nuestras mercancías.
Actualmente, el tiempo se agota, Trump parece dispuesto a cumplir sus amenazas. Sin embargo, esas tareas son muy difíciles de cumplir para la Cuarta Transformación. Ellos se rigen por el lema impuesto por Andrés Manuel López Obrador: “Abrazos no Balazos. De esta forma, lejos de controlarse el problema de la delincuencia, la inseguridad creció exponencialmente, en los últimos seis años. Así, los grupos criminales dominan el 35 por ciento del territorio nacional, revelan las fuentes estadounidenses. Algunas entidades federativas ya son estados fallidos, según esos reportes.
En México el tejido social está roto. El rencor ha sido el motor del obradorismo para conquistar el poder. Alimentarlo con demagogia y dinero, en millones hogares, ha sido la receta para ganar posiciones políticas. Actualmente, consolidan un proyecto de poder depredador con un líder intransigente, que se resiste al retiro político y a modificar la receta.
Ya se dilapidaron los recursos financieros en obras y acciones que poco aportan. La recesión económica se asoma, ya hay alertas. El modelo de desarrollo neoliberal, con base en el T-MEC está en riesgo y el gobierno de Claudia Sheinbaum deberá comprenderlo rápidamente. Deberá decidir si se asumen las condiciones de Trump o las consecuencias. Será coordinación o altos aranceles.
Sabemos que los empleos formales bien pagados provienen, principalmente, de la inversión extranjera. La pobreza y la informalidad todavía agobian a la mitad de la población. Sin embargo, gracias al modelo exportador del TLC y el T-MEC nos convertimos en la economía número 12 en el mundo. También, es evidente que el nearshoring no ha llegado a México.
Asimismo, en el país, se quedan impunes cientos de miles de homicidios y desapariciones. Insensibles ante el dolor de las familias, en Palacio Nacional fueron omisos en la pandemia e incapaces para reconstruir un sistema de salud eficiente. Dividieron a los mexicanos. Los morenistas destruyeron la democracia y al Estado de derecho.
La cuarta transformación ya convirtió al discurso político en una colección de mentiras. Ya encumbraron a personajes impresentables, siniestros e incapaces. Con descaro se burlaron de los mexicanos cuando López Obrador “implementó” su sistema de salud mejor que Dinamarca, la megafarmacia más surtida del mundo, y el trenecito de la fantasía que conducía al Aeropuerto Felipe Ángeles.
Tenemos seis años en los que no hay medicinas ni tratamientos para las enfermedades catastróficas. Ya no hay fideicomisos que respalden esto, como lo hacía el Seguro Popular. De esta forma, 50 millones de mexicanos se quedaron sin acceso al servicio médico. En el gobierno federal actual ya llevan 100 días para programar la compra de medicinas y, pero les faltan 60 días más para que se las entreguen y ni siquiera estarán completas. Los miles de millones gastados en la farmasiota se fueron a la basura y a bolsillos desconocidos, claro.
El panorama futuro se percibe tormentoso. Los resultados del obradorismo son pésimos: el Déficit Fiscal ya es del 5.9 del PIB; es el peor desde Miguel de Lamadrid. La calificadora de riesgos, Moody’s Ratings, redujo su pronóstico de crecimiento para el país a 1.5% en 2024 y 1.3% en 2025, también señala riesgos a la baja para el crecimiento en los próximos años, por posible debilidad en la inversión privada. La Relocalización resultó afectada por los daños al Estado de Derecho y las medidas de Trump y sus invitaciones a regresar los empleos a los Estados Unidos.
Adicionalmente, están en juego las exportaciones mexicanas, hacia el vecino país, que ascendieron a 617 mil millones de dólares, en 2024. Ya la General Motors dijo que podría ampliar sus inversiones en Estados unidos antes que, en México, en un futuro próximo.
El fragor de la batalla, que se nos viene, ya ha sido esbozado mediante el ejemplo colombiano. El equipo negociador mexicano no se percibe muy potente con Marcelo Ebrard, Juan Ramón de la Fuente y Esteban Moctezuma. Gustavo Petro fue doblado rápidamente con las respuestas agresivas de Donald Trump.
Estamos en un mundo que se cimbra desde los cimientos. La democracia demanda una opinión pública amplia y sólida que sirva de contrapeso a los gobiernos. Sin embargo, en la actualidad, lo que están surgiendo son generaciones apáticas que evaden las noticias y consumen distracciones dispersadas por las redes sociales.
Así, con los magnates tecnológicos incrustados en gobiernos populistas, dominando a los principales medios de comunicación cuyas informaciones son filtradas por algoritmos de las redes sociales, la opinión pública no se consolida y los extremistas asaltan al poder rompiendo las estructuras democráticas.
En estas condiciones entramos a la batalla contra Donald Trump y sus planes de grandeza imperial. Se perciben nubes de tormenta, estaremos bajo la lupa del imperio, a causa de nuestros problemas y abrazos. Entonces, unas preguntas flotan en el ambiente: ¿regresará AMLO a negociar con el mandatario estadounidense, seguirá tras bambalinas, o la presidenta preferirá navegar sola? Vienen más cosas interesantes. Veremos.