AMLO, viajero frecuente

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José C. Serrano Cuevas.

Tras su conferencia de prensa en el Palacio Nacional, el pasado viernes 31 de enero, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), arribó al Aeropuerto Internacional “Benito Juárez” de la Ciudad de México para viajar al sur del país, donde realiza una gira de trabajo por Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Aprovecha el periplo para dar inicio a la construcción de un gasoducto que lleve combustible barato a la zona.

El primer mandatario arribó a la aeronave pocos minutos antes de su despegue, lo cual es un indicador de que no llegó al aeropuerto con la anticipación reglamentaria a la que son sometidos los pasajeros comunes y corrientes.

Una familia que ya había abordado el avión comercial con destino a Villahermosa, Tabasco, vuelo 0507 de Aeroméxico, decidió abandonar la aeronave cuando sus integrantes se percataron de que el presidente López Obrador viajaría junto a ellos. Con temor, el jefe de familia argumentó que era un riesgo que su familia no quería correr: decidieron perder su vuelo antes que ir en el mismo avión que AMLO.

Tras el descenso de estas personas, se activó un protocolo de seguridad, mediante la revisión de los asientos que ocupaban los pasajeros. Tal medida ocasionó un retraso en el despegue de la aeronave.

La nota se comentó en algunos programas de radio sin darle mayor importancia; quedó archivada en el cajón de lo anecdótico. El desdén manifiesto de quienes aporrean el micrófono cotidianamente, puede ser interpretado como una especie de filia a quien gobierna este país, no obstante las pifias que comete un día sí y otro también.

La valiente decisión asumida por la familia que viajaba en el vuelo 0507 es una protesta comedida, una llamada de atención al ocupante del Palacio Nacional para que desista de su terquedad de viajar en aviones comerciales. Para algunos pasajeros una demora puede significar la cancelación de una cita de negocios, complicaciones en una cirugía urgente, la pérdida de una conexión a otros destinos y, un largo etcétera.

La Fuerza Aérea Méxicana (FAM) cuenta con una flota diversa, bien cuidada. Entre sus activos figuran las naves LR-35 A con capacidad para la tripulación y 8 pasajeros; SKA-300 con capacidad para la tripulación y 6 pasajeros, y C-500 con capacidad para la tripulación y 5 pasajeros.

Cualquiera de estas aeronaves satisfaría eficazmente los requerimientos de quien no acostumbra llevar grandes comitivas a sus giras de trabajo.
Ya es tiempo de que AMLO vaya dejando de lado la obsesiva pesadilla llamada Boeing 787 Dreamliner: palacio flotante que, ni rifándolo sale.