Empoderar la mediocridad para Sostener el parasitismo social

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Adolfo Olmedo Muñoz.

¡Ya me apareció el peine! Y creo que fue gracias a las muchas veces vilipendiadas “redes sociales”: Me llegó un mensaje que al parecer se le atribuye a Albert Einstein. En verdad yo no lo pude corroborar, pero no deja de ser interesante el mensaje que ahí nos consigna: “Intentar redistribuir la riqueza eliminando las fortunas es tan absurdo como eliminar a los genios para que el pueblo sea más inteligente” …

Así como en alguna ocasión Friedrich Nietzsche decretara la “muerte de Dios” para dar paso, según él, a una razón “pura”, tesis filosófica que junto con una amplia gama de propuestas existenciales que influyeron definitivamente en la mente y las acciones, y desde luego en la creación de nuevos ordenes de estructuración social e individual, en muchos casos de acratismo y hasta parajes patológicos de auto destrucción (suicidio, individual y a veces colectivo) bajo el yugo dogmático de “Mesías”, falsos profetas de un cielo en el infierno, social, político, económico, cultural y desde luego, la erosión sistemática de las religiones, sobre todo la católica que tantos enconos sembró a lo largo de muchos siglos, y que en esas generaciones posteriores a los cincuenta del Siglo pasado, se empezaron a desvanecer.

De manera muy peculiarmente análoga, en esta “nueva realidad” con que nos advierten nos habremos de enfrentar dentro de poco, ha surgido en voz de, otra clase de “super caudillo”; que amenaza con decretar el implante de un nuevo código axiológico por el cual la razón, la estabilidad económica, la preparación educativa, científica y tecnológica, la calidad y calidez de los servicios de salud, además del acotamiento de los niveles de apropiación privada, e incluso la apropiación del monopolio de la verdad, quedarán al arbitrio del criterio evaluativo del idolillo que despacha en Palacio Nacional, quien por ese “decreto”, “definirá” los niveles de progreso, bienestar y felicidad del pueblo, independientemente de la visión que tengan los que sí saben de las materias correlativas, economía, política, salud, seguridad, de administración, de ingeniería, de ciencias, en fin, los profesionales.

¿De qué sirven los ingenieros, de qué sirven los arquitectos, de qué sirven los economistas?, ¿de qué sirven las hasta ahora llamadas profesiones libres? “Son fuente de corrupción; de conservadurismo, de neoliberalismo satánico” ha sentenciado el “pejelagarto”.

Desde hace varios años, si no es que lustros, se había venido cuestionando, no solo por parte de prestigiados miembros de comunidades científicas o filosóficas, sino también por particulares, gente pensante de la sociedad civil tan vilipendiada y agredida por parte de la actual autoridad del país, sobre el futuro próximo y remoto que nos espera.

Las hipótesis, desde hace poco más de tres años, se ensombrecieron y a partir de caprichosos bandazos, vendettas, “reivindicaciones populares”, todo ello aderezado por los niveles más deplorables de mediocridad, impreparación, improvisación y no poco fanatismo, en poco tiempo se fueron despejando incógnitas y en la medida en que se ha venido evidenciando la ignorancia y el consecuente desprecio de los valores superiores, tanto para el individuo, como para la comunidad en conjunto, ya no podemos esperar lo peor.

Habremos de buscar niveles calificativos más bajos de “lo pésimo” y al ritmo de ¡Ya!, prever la ola de inseguridad que provocará el hambre, la insalubridad, la inestabilidad social, la desaparición de valores, y lo más contundente, la aniquilación del orden legal; la ley será impuesta por las hordas, cabestradas por un “iluminado” profeta de la mediocridad y la ignorancia.

La proyección no puede ser más apocalíptica que la simple lógica de la sucesión de causas y efectos; “el que al cielo escupe, a la cara le cae su propia saliva”, dice un viejo proverbio, y es que no hay nada de fondo emotivo o sentimental, ni siquiera ideológico partidista. Nunca he escondido mi inclinación por los regímenes surgidos de nuestra gloriosa lucha revolucionaria de 1910; mi criterio no es oportunista, lo que se viene en un futuro cercano, es definitivamente alarmante. No se nos olvide que la marejada social de la 4T ha venido a aniquilar todo vestigio de orden jurídico administrativo de las funciones propias de lo que fue, un Estado de Derecho.

Tendremos que prepararnos desde ¡ya! para enfrentar la verdadera “nueva realidad”. No la que nos pretende vender el demagogo mandatario nacional, sino el que resulte de la tremenda depauperación a la que se ha condenado a millones de mexicanos; a la inseguridad incontrolable que generarán el hambre, el desempleo, la desesperación, la insalubridad, el desplome abrupto de los estratos sociales, sobre todo entre las otrora resistentes y luchadoras clases medias. Solamente la pobreza clientelar de los esbirros de AMLO se verá protegida.

Ya en alguna o algunas otras ocasiones, he hecho alusión en mis comentarios, a las verdaderamente interesantes y reveladoras ideas que, sobre las masas sociales, nos dio a conocer un prominente sociólogo, con una clarísima visión de la psicología social, Gustav Le Bon, francés quien falleció en el año de 1931.

Y lo aludí, para exponer la peligrosidad de la ola que provocó López Obrador, quien a través de una muy estudiada demagogia y un fanatismo de anacrónicas ideologías seudo sociales, organizó legiones de ácratas y “revolucionarios”; muchos de ellos trasnochados “revancheros” de aquellas décadas de luchas estudiantiles, que en lo personal llevaré hasta que muera en pedestales de honor y gloria, pero que desde hace ya tiempo debieron haber superado.

La masa que manipula AMLO, no lo piensa igual, de ahí una ceguera que nos hace temer lo peor. No hay cordura con quien dialogar; el diálogo nacional está secuestrado por la ignorancia y la perversidad de la revancha de las masas que hoy, dan sustrato al … es… tul… to… man… da… ta… rio… pre… si… den… cial… (para usar un lenguaje similar al del borriquillo de marras).

La contundencia de los argumentos de Le Bon, son los que nos hacen permanecer más alarmados, pues la conducta de la masa es un arma de muchos filos, pero la mas de las veces ferozmente involutiva.

Le Bon argumenta que hay varias características en la psicología de las masas: «Impulsividad, Irritabilidad, incapacidad para razonar, la ausencia de juicio del espíritu crítico, la exageración de sentimientos, y otras …». Le Bon argumenta «que un individuo inmerso por un tiempo en un grupo pronto se encuentra a sí mismo -ya sea como consecuencia de influencia magnética de la muchedumbre o por alguna otra razón que desconocemos- en un estado especial, que se asemeja mucho a un estado de fascinación en el que el individuo hipnotizado se encuentra a sí mismo en manos del hipnotizador.».

En uno de sus estudios sobre los individuos y las multitudes, apunta entre otras cuestiones que: “Por el mero hecho de que él (miembro de esa masa) forma parte de una masa organizada, un hombre desciende varios peldaños en la escala de la civilización.

De manera aislada, una persona que puede ser culta; en una multitud, es un bárbaro, es decir, una criatura que actúa por instinto. Posee la espontaneidad, la violencia, la ferocidad, y también el entusiasmo y el heroísmo de los seres primitivos, a los que tiende más a parecerse por la facilidad con la que se deja impresionar por las palabras y las imágenes, un bárbaro totalmente ajeno a la acción de cada uno de los individuos aislados que componen la multitud y para ser inducidos a cometer actos contrarios a sus intereses más evidentes y sus más conocidos hábitos. Un individuo en una multitud es un grano de arena en medio de otros granos de arena, que el viento agita a voluntad”.

La “cultura del esfuerzo” no es un mito ni mucho menos un cartabón para vilipendiar el neoliberalismo, o al conservadurismo (fantasma que aun espanta las endebles consciencias de fósiles incapaces de destetarse de anacrónicas ideas que aún les impide hasta ver qué diferencias pudiera haber entre una “cuarta internacional” una “cuarta transformación” o una “cuarta” de dolor.

La suerte está echada, y esperemos que esa “clase media” donde luchamos por la superación de nuestro país, vuelva a rescatar un retorno hacia la civilización, a la superación de nuestro país, porque sé que, por nuestra raza, hablará el espíritu. No el de bestiales porros anarquistas o mantenidos “ninis”, sino los jóvenes que estudian y luchan por labrarse un futuro mejor. Futuros ingenieros, médicos, arquitectos, licenciados, economistas, filósofos, politólogos, comunicadores, y técnicos de alto nivel, e industriosos impulsores de las nuevas formas de conocimiento cibernético, de todas las nuevas ciencias que, según el impreparado presidente de México, no le son indispensables.

La solución está en manos de esa sociedad civil a la que se le ha secuestrado su futuro, la que emprenda el retorno a la senda del progreso, y por lo pronto, la tarea más inminente se ve en Puebla, señorial estado que vive uno de sus episodios históricos más vergonzosos; depender de los antojos de un “bufonidae” que luego de propiciar irresponsablemente la pandemia del Covid, está queriendo asfixiar el desarrollo económico de la entidad, atentando contra las plantas automotrices, y el colmo, prepara una red de artimañas jurídicas para atacar a la educación privada, institutos y universidades que están muy, pero muy lejos de la mediocridad del oscuro gobernador … Barbosa.

¿Cuánto tiempo va a resistir la sociedad poblana?, solo ellos lo saben. ¿Cuánto tiempo le queda a la sociedad mexicana para caer en el colapso total que fabrica la 4T?