La prensa contra la prensa

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Carlos Padilla Muñoz.

DURANTE más de 18 años, tiempo que tardo Andrés Manuel López Obrador en llegar a la Presidencia de la República, primero con la bandera del PRD y después con su propio partido, MORENA, el actual Presidente de México defendió la Libertad de Expresión ante los gobiernos panistas y priistas, sin pensar que ahora tendría que violentar esta libertad y fabricar su propio sistema de comunicación, aunque para ello ha tenido que acallar todas las voces disidentes, como en el pasado lo hicieron con él.

Sin lugar a dudas que la intolerancia de Andrés Manuel ha sido palpable, tiene la piel tan fina que no tolera ningún ataque de la prensa, ha perseguido a todo aquel periodista, que en el pasado, en sus prolongadas campañas y ahora, escriban lo que sienten y ven, aunque a un precio muy alto.

El Presidente no solo no olvidó las preguntas incómodas en las entrevistas de periodistas como Joaquín López Doriga, Carlos Marín, Brozo y Carlos Loret de Mola, menos los perdonó y ahora con el poder omnipotente del Presidencialismo que se ejerce en México, los empezó a combatir y exterminar.

Para ello habló con los patrones de estos periodistas, Televisa, TV Azteca y Milenio, con quienes pactó mantener los jugosos contratos de publicidad a cambio del despido de los incómodos comentaristas que le habían hecho la vida difícil, según sus propias palabras.

Ahora con todo el poder, puso condiciones y mandó al ostracismo a quien fue el líder de opinión en el Noticiero de Televisa, Joaquín López Doriga, quien después de Jacobo Zabludozki, se convirtió en el periodista más influyente en la empresa de los Azcárraga. Fue uno de los socios mayoritarios, Bernardo Gómez, quien negoció la salida de Lopez Doriga y Carlos Loret de Mola.

Televisa puso sobre la mesa los jugoso contratos que por años ha gozado por parte del Gobierno federal a través de las diversas secretarias, y a López Doriga, quien se refugió en la Radio y su columna en Milenio. Finalmente pudo más el interés de los contratos que otorga el gobierno federal, que constituyen el 60 por ciento de los ingresos del consorcio Televisa.

Lo mismo pasó con Carlos Marín, acérrimo crítico de López Obrador en el programa Tercer Grado, donde junto a López Doriga fue el dolor de cabeza del actual ejecutivo, quien esperó para cobrárselas. Carlos Marín también fue negociado, después de ser el Director General de la cadena informativa Milenio, una de las poderosas cadenas de información con periódicos, estaciones de radio y televisoras, fue relegado a un puesto insignificante y columnista. Los González decidieron conservar los contratos gubernamentales, y su director y Marín fue relegado.

La misma suerte corrió Brozo, quien fue despedido por encargo de López Obrador, para eliminar a uno de sus críticos disidentes, Este corrió con menos suerte y ahora anda navegando en puestos de tercera categoría.

El último en sentir la ira del Presidente López Obrador con sus críticos, aquellos que le han señalado sus errores a través de su prolongada campaña para escalar hasta el puesto al que llegó, fue Carlos Loret de Mola, a quien en Televisa ya le habían advertido que tendría que bajar la guardia y dejar de criticar y atacar a López Obrador, fue la misma negociación  que López Doriga.

Loret de Mola obedeció en parte a las indicaciones de bajarle como 10 rayitas a las críticas y ataques a López Obrador, pero siguió haciéndolo en radio y en columnas periodísticas fuera de televisa y vino el cese.

La intolerancia de López Obrador contra quienes disienten con él, aquellos que no están de acuerdo en sus alocadas ideas de gobernar, ha sido aplicada mediante la guillotina, el retiro de contratos de publicidad, acusándolos de chayoteros y la recomendación en todos los medios de comunicación para que jamás los contraten ha sido la pauta. Ha iniciado una feroz persecusión de periodistas columnistas.

Para que en las mañaneras no se le critique, ataque o hagan preguntas incómodas, López Obrador a través de su Dirección de Comunicación Social confeccionó un grupo a modo para abrigar las ruedas de prensa.

Hay que recordar a un seudo reportero de un fantasmal canal televisivo por internet que atacó a una reportera de Reforma, al grado que casi llegó a los golpes. Éste, como otros periodistas contratados a sueldo se han encargado de nivelar las preguntas para que el Presidente no sude la gota gorda.

Se trata de periodistas mercenarios a los que les han llenado la tripa con sueldos jugosos y chayotes, para infiltrarse con los verdaderos reporteros que en ocasiones hacen sudar la gota gorda a López Obrador.

A las mañaneras no entra ya cualquier periodista, lo que este solo hecho significa una violación a los derechos humanos y la libertad de expresión, en las mañaneras no quieren voces disidentes, solamente periodistas a modo, algunos que integran parte de las nóminas de las secretarías de estado.

Andrés Manuel López Obrador es intolerante, no le gusta la gente que no está de acuerdo con sus ideas, le gusta el aplauso y que le endulcen el oído, igual o peor que los anteriores Presidentes. AMLO volvió a la política de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo, a su moda impuso la Ley Mordaza, obligando a los medios de comunicación a ser dóciles con sus política,

Periódicos como Reforma y El Universal, por años fueron punta de lanza de la crítica e información periodística en el país, ahora con López Obrador están a punto de integrarse a la familia feliz. No cabe dudas que el ejecutivo ha sido listo y audaz para controlar a su manera a la prensa, tan es así, que ha logrado dominar a sus enemigos y críticos y hacer sus propios periodistas que le hacen preguntas a modo, le endulzan el oído y hasta le queman incienso para ensalzarlo por el ser el Gran Tlatoani.

En estos días se cometió otro de los trucos para eliminar a la prensa incómoda. Durante la visita a Torreón de AMLO, colaboradores del Gobierno Federal, con el infantil argumento que se tratan de medidas sanitarias y de seguridad. En esta ocasión, en las instalaciones militares de Torreón solamente participaron en la mañanera 30 periodistas, todos importados y con el sello de AMLO. Es tan organizado que tiene su propia prensa, la que se enfrenta de alguna manera a la verdadera prensa. No cabe dudas que López Obrador nunca leyó a Voltaire, quien dijo, PODRÉ ESTAR EN DESACUERDO CON USTEDES, PERO DEFENDERÉ HASTA CON MI VIDA, EL DERECHO A QUE LO DIGAN.

Otra frase que debe aprender nuestro presidente, es aquella que dice, Si no quiere que lo digan, no lo hagan. Los funcionarios públicos no tienen vida privada, por eso son servidores públicos a la vista de todo mundo, lo mismo que sus acciones deben clarificarse.