José Guadalupe Robledo Guerrero.
Para entretener a los ciudadanos en la pandemia, que llegará en estos días a 60 mil muertos a nivel nacional, los partidos políticos han salido de sus mudas y cómodas guaridas para disputar el voto de los coahuilenses en las elecciones del 18 de octubre.
La partidocracia mexicana hace “política” con dinero público, según cifras oficiales, este año terminarán repartiéndoles a los partidos 5 mil 239 millones de pesos, cantidad inexacta si consideramos otros oscuros financiamientos tanto de gobernadores, alcaldes, instituciones públicas, empresarios, además de dinero sucio. Humberto Moreira, por ejemplo, tuvo dinero de los lenones en su campaña, y no se escondió su procedencia, incluso se organizaron públicamente como los amigos del candidato priista, a los que luego beneficiaron.
México tiene una clase política corrupta, no de ahora, sino de siempre. Recordemos los “cañonazos de 50 mil pesos” posteriores a la revolución mexicana; tampoco la corrupción es privativa de un solo partido, sino de todos. Hay que recordar al “Niño Verde”, Jorge Emilio González del PVE, que en 2004 lo video grabaron aceptando un cohecho de dos millones de dólares de inversionistas en Cancún. Cuando lo descubrieron sólo atinó a decir cínicamente: “Me chamaquearon”, y allí quedó la cosa.
La “política a la mexicana”, llena de corrupción, peculados, desvío de recursos y tráfico de influencias, es parte inherente de la partidocracia y sus permanentes circos electoreros, pletóricos de chapulines, malabaristas, trapecistas, marionetas y un sinfín de payasos, que hacen “política” con el dinero de los contribuyentes y cuando arriban al poder se convierten en ladrones del erario, simulando y engañando a sus electores, que dicho sea de paso, continúan votando por los mismos. ¿Sadomasoquismo?
Por eso no extrañan los videoescándalos con que ahora entretienen al pueblo, para que olvidemos la crisis sanitaria, y que no pensemos en la terrible crisis económica que se avecina, en donde engrosarán la cifra de la pobreza alrededor de 10 millones de nuevos pobres que perderán su empleo y sus micro y pequeños negocios familiares.
Los partidos que hoy solicitan el voto de sus víctimas, estuvieron ausentes durante la pandemia. La partidocracia está muda, sorda y paralítica ahora que se les acusa de recibir cohechos de dinero no contabilizado. Y no es para menos, le siguen apostando a la memoria de teflón de los mexicanos, que hoy se sorprenden con los nuevos y escandalosos videos, cuando éstos han sido recurrentes en la partidocracia: No olvidemos a algunos como René Bejarano, Carlos Imaz, Rosario Robles, Emilio Lozoya y Pío López, y otros más que sólo fueron denunciados para recibir impunidad, e igual que antes, nada pasará.
Por eso no hay duda, que el dinero “de aportaciones del pueblo” que David León le entregó al hermano del presidente provenía del gobierno de Manuel Velasco, ese que repudian los chiapanecos por su grosera corrupción. No hay duda tampoco que David León fue nombrado director de Protección Civil en pago a su aporte, tal y como Armando Guadiana Tijerina obtuvo la senaduría, y la autoridad para recomendar a Reyes Flores Hurtado como delegado y darles chamba a sus funcionarios panistas.
Toda esta conducta ilegal trae el ADN del PRI, que dicho sea de paso, nada tiene que ver con el Partido de la Revolución Mexicana de Lázaro Cárdenas, aunque ahora se quieran colgar la medalla.
Por eso insisto en la pregunta que hice en julio de 2018: ¿Cómo cambiarán al país, los mismos que lo destruyeron? La partidocracia continúa dividiendo a los mexicanos, así les conviene a los piratas electoreros.
Lo grave de la situación, es que los ciudadanos no tienen opción, o votan por unos o sufragan por los otros. Y algunos dirán: votaré por el menos peor. La cuestión es: ¿Cuál es el menos peor? ¿El que diga Amlo o el que impulsen los gobernantes?
¡Pobre México! Con esta partidocracia, no necesitábamos al coronavirus ni a la crisis económica para llegar a la ruina. Pero para no desentonar, disfrutemos de los circos electoreros programados por los dirigentes partidistas, al fin y al cabo, los votantes están en sus manos… y en su corazón…