Luis Fernando Hernández González.
“Olvida el presidente que los mexicanos somos todos, los que están con él y los que están contra él”.
Un estilo económico de manipulación electoral sin visión alguna para salir de la crisis económica en sus lineamientos presupuestales, con solo una finalidad que es buscar ganar las elecciones del régimen, que nos dice a la sociedad ser de austeridad republicana, pero que no actúa como tal, más sí, en una democracia populista a modo, como ya quedo evidente en otras partes de un mundo surrealista del orbe, en las que estas medidas solo han orillado al fracaso y al quebranto de economías en acenso conforme se ha visto aquí al sur del continente en Venezuela, Bolivia , Perú, Brasil y Argentina y su conjunto de administraciones fatales.
Presupuesto general de la nación a la baja y medidas de contención a la pobreza sin resultados perceptibles, mucho menos medibles, es sí, entregar dinero sin muestra alguna de respuesta productiva, más sin embargo, todo ello trae como consecuencia una creación de clientela electoral que el propio régimen federal busca instrumentar y emplear en las elecciones federales y locales del próximo año de 2021, en donde se habrán de disputar 15 gubernaturas, comprendidos en total más de 21 mil cargos de elección popular, entre gobernadores, diputados federales, locales, alcaldes , regidores y síndicos, además de los encargos administrativos que de ello derivan.
No sólo se tratan de las elecciones más grandes de la historia del país, por el número de cargos a elegirse y los 95 millones de electores que serán llamados a las casillas para cumplir con su derecho al voto, sino que estas serán las primeras elecciones en las que se podrán reelegir los diputados federales.
Como respuesta a los gobernadores que han integrado la Alianza Federalista por México, en la búsqueda de apoyos reales a sus necesidades que marquen certidumbre a un desarrollo sustentable en cada una de estas entidades, el gobierno que encabeza el presidente de la república Andrés M. López Obrador, manda al secretario de hacienda para que ante el congreso Federal presente una presupuesto austero en el cual de forma notoria se observa la disminución que de respuesta a las demandas más sentidas en municipios, entidades y del fortalecimiento que la federación consigna para el desarrollo de los estados. Como son los ramos presupuestales 23, 28 y 33.
Esta situación conlleva a una concentración de prepuesto que el mismo presidente reiteradamente expone en sus diálogos mañaneros, bajo el esquema de reafirmar aquellas partidas presupuestarias que den solvencia a sus programas en combate a la pobreza mediante el reparto discrecional del dinero público sin esquemas de verificación en sus distintos programas insignes al no contar con reglas de operación y mucho menos de evaluación en sus resultados, en donde muestren el impacto que generan y que haga avanzar contra la pobreza a estos beneficiarios en sus medidas de sostén económico.
Ante las graves trazas de crecimiento económico, con una situación de Pemex a la baja, con el deterioro de la inversión interna y externa, con afectaciones sensibles en los niveles de empleo y perdida de oportunidad laborales, depreciación del peso frente al dólar, además de la carencia creada por al actual régimen en los niveles de desconfianza para la inversión y el emprendimiento en sus distintas actividades, generan pues una atmósfera de crisis y caos generalizada. Olvidándonos de la propia agudeza de la pandemia que azota al mundo y a nuestro país.
Razón por lo que más se espera sea un cambio en el discurso en el que se pueda dar certeza jurídica a las empresas para que inviertan en el país y eso ayude a reactivar más rápido la economía.
Antes de generar todo un coctel de desconfianza pública, que se resume en la salud, la economía, la política, la inseguridad, en el estado de derecho y la conducción en la gobernabilidad, trayendo como resultado final un deterioro en el entendimiento social que ha nada conduce, menoscabando y desgastado a todo un pueblo y a una entera nación, al incrementar sus niveles de pobreza en más de 12 millones en su población.
A un año de que se lleven a cabo estas elecciones intermedias el panorama político mexicano parece estar profundamente dividido, en gran medida por los constantes señalamientos del jefe de Estado mexicano a las actividades a los líderes de oposición y organismos que no concuerdan con su visión de gobernanza.
Ahora lo que tenemos es un país dividido, confrontado yLópez Obrador está peleado con los partidos políticos, no se ha reunido una sola vez con los partidos políticos; con el sector privado está peleado y no hay manera de echar a andar un plan de desarrollo compartido, está peleado con los gobernadores, con los medios de comunicación y aunque ha dicho que hay que convocar a la unidad, pero hace poco dijo o son liberales o conservadores, es decir, están conmigo o en mi contra, diría en su análisis un politólogo que así lo confirma en la voz del propio presidente.
Se olvida entonces de la búsqueda primordial de toda autoridad ejecutiva y más de la nación que él representa, que es aquella la de conciliar intereses, proyectar objetivos y diseñar esquemas políticos que los hagan realizables y posibles mayores y mejores esquemas de bienestar, más nunca confrontado a ciudadanos contra ciudadanos; ricos contra pobres; creyentes contra escépticos, emprendedores contra indolentes, resultado final solo el caos y desconfianza social.
Una frase de Albert Einstein para meditar por México: Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados.