Manipulación y politiquería

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“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender.”
Alvin Toffler.

“Estamos en manos de políticos ignorantes, que no conocen la Historia ni tienen cultura. Sólo se preocupan por conservar su sillón. Pasan el día escuchando la opinión del contrario y pensando en qué respuesta darle. Así no se construye nada.”
Giovanni Sartori.

Jorge Arturo Estrada García.

Entramos a un período de turbulencias que aún no tiene fecha de finalización clara. Los mexicanos veremos sacudido nuestro entorno con múltiples eventos que se escapan de control. Andamos a ciegas, la mitad confiando, y la otra mitad sin confianza en el tipo que sujeta el timón. Son demasiados sucesos y cada uno impacta, con mayor o menor magnitud, a la vida de cada ciudadano. Los grupos de poder insisten que querer manipularnos en busca de más ganancias, más votos y más likes. En la época del “Sálvese el que Pueda” cada uno gestionará su vida como esté a su alcance.

La economía manda. Los grandes capitales demandan ganancias y atenuar sus pérdidas. Los recortes salariales, los paros técnicos y los despidos se multiplican. La especulación y los precios se disparan. El mercado se abre en cada barrio, las cajas registradoras de todos tamaños reclaman billetes. La sana distancia lo previene todo, dicen.

Además, las adicciones de los ciudadanos demandan acceso libre a ellas. El neoliberalismo nos formó como consumidores que buscan la felicidad en la comida, en las compras, en la distracción, la evasión y en las redes sociales.

No comprendemos que el mundo se cimbró y que ha cambiado, por lo menos hasta el momento. Buscamos una realidad que ya no existe. No acertamos a encontrar una solución para recuperarla. Deambulamos como zombis, sobreviviendo. Deberíamos estar más atentos.

Muchos alegarán que lo mismo pasa en todos los países del mundo, ya sabemos: “…consuelo de tontos”. Estamos a la espera de una vacuna que investigan y preparan en los países más desarrollados científica y tecnológicamente. Mientras, en el nuestro ni siquiera podemos abastecer con las vacunas anuales de influenza a los centros de salud. Así como llegan, así se agotan, alguien hizo mal las cuentas, o no han querido gastar lo suficiente.

Tenemos más de un año presenciando el drama de la falta de medicinas para el tratamiento de los niños enfermos de cáncer. Cuando al fin se compran, se las roban de las bodegas, una banda de 20 ladrones, en varios camiones, se llevan casi 70 mil dosis. El presidente se queja de que fue muy difícil conseguirlas en el mercado mundial porque “su gobierno ha sido boicoteado por los proveedores de antes que se han visto afectados”. Pero, aun así, nadie fue lo suficientemente sagaz para enviar algunas patrullas a custodiarlas. Ya incluso se duda de que las hayan comprado. Y el mandatario se enoja de nuevo.

Vivimos en un país agobiado por la pandemia, que además se debate en una guerra política en las alturas, con actores que buscan involucrar en el conflicto a los tradicionalmente pasivos ciudadanos mexicanos.

Sabemos que sistemáticamente las sociedades han sido tratadas de manipular de distintas formas y medios. Mitos, leyendas, juglares, canciones, los periódicos, el cine, la radio, la televisión, el internet y ahora las redes sociales, todo cabe y todo se emplea en esos intentos. Se han usado las banderas, las fronteras, el nacionalismo, el orgullo y la identidad nacional, el futbol, los deportes, para justificar guerras y totalitarismo. Anteriormente, los mensajes y sus impactos eran más lentos y generalizados. Ahora, la manipulación puede ser individualizada si se usan los algoritmos y los medios correctos.

Las redes nos bombardean con sus mensajes publicitarios y sus contenidos ciberdirigidos para capturar tu tiempo, para que les dediques más minutos cada día, para que sus anunciantes tengan oportunidad para seducirte y que compres un objeto, un servicio que te brinde felicidad momentánea o un candidato que padezcas por un tiempo. El viejo trato de tiempo vida a cambio de dinero, solamente que, refinado por los algoritmos, con la colección de cada uno de tus datos, administrados por la inteligencia artificial y conectados por el largo brazo del internet. Lo mismo, pero al estilo del siglo 21.

En los servidores de los dueños de las redes están almacenados tus gustos, aficiones, fetiches, temores y hasta los sentimientos y tus emociones básicas. Así, es como seleccionan y te envían tus posts en Facebook, Instagram y demás. También saben lo que te gusta y lo que repruebas y lo que te importa, tú se los vas clickeando a cada paso.  Ellos lo van almacenando en tu expediente de consumidor y por supuesto que lo venderán a sus anunciantes. La navegación en redes no es una actividad ni privada ni solitaria. Cada paso deja huellas indelebles.

A la etapa del desarrollo social enfocada en la agricultura la definió, hace cuatro décadas, el sociólogo y futurólogo, Alvin Toffler, como la Primera Ola. En ésta, los dueños del agua y la tierra permitían a las clases subalternas trabajar en sus propiedades a cambio de un pedazo de tierra para cultivar y erigir una choza para habitar.  Al crecer la población también creció la miseria, no había lugar ni alimentos para todos. Las migraciones se intensificaron.

La revolución industrial ofreció trabajo de obreros en las ciudades. Así, hubo que migrar, dejar la autosuficiencia familiar y la choza, para rentar cuartos y casitas. Los alimentos debían ser comprados, ya no cultivados ni creciendo en tu corral. Entonces, debías trabajar por un salario. A cambio de horas de tu vida y de tu fuerza de trabajo te daban un salario para sufragar tus nuevos gastos. Tu nueva vida, también te impusieron un reloj para que la regulara.

Más adelante, mediante la propaganda nos convencieron de que la felicidad la podías encontrar en el consumo de electrodomésticos y de comida rápida, y que eras un triunfador cuando comprabas un auto. Si tenías plancha, tele y carro ya eras un triunfador, casi un magnate clasemediero.

Somos una sociedad programada para el consumo en el cual buscamos momentos de felicidad en una vida agobiada por las crisis, la inseguridad, la pérdida de valores, los bajos sueldos, los trabajos enajenantes y las ciudades mal planeadas. Vivimos ya en una sociedad con escasa empatía y solidaridad.

A todo esto, se le agregan la guerra política en las alturas. Con un presidente espadachín que no suelta su sable. Que con escasos logros que presumir, gobierna con la mirada en el retrovisor. Que recurre a todo para mantener hogueras encendidas mientras los muertos se acumulan en los cementerios. El Virrey de las camas vacías y los miles de muertos en las casas, Hugo López Gattel, es defendido en el púlpito de Palacio nacional y en las redes de bots de los chairos. Su método de ahorros en pruebas, en respiradores, en equipo de protección hospitalaria insuficiente, en su fantasmal Método Centinela, para atender la pandemia, le ganaron el reconocimiento presidencial y el desprecio de muchos.

Estamos en época electoral. Primero saldremos de los comicios en Coahuila y luego nos concentraremos en las nuevas batallas que nos preparan el lopezobradorismo y sus adversarios el 2021. Los antagonistas políticos están desorganizados, semi aplastados, sin calidad moral y con escaso respaldo popular. A pesar, de que la mitad de los mexicanos no está contenta con Obrador.

A los gobernadores los dejó sin dinero y sin obras federales. No quiere líderes fuertes en el país, ni siquiera en su partido. Prefiere no dejarlos que crezcan. Los apoyos federales a la cultura, ciencia, estudiantes, deportistas, cine, defensores de derechos humanos y hasta de búsqueda de desaparecidos pasan a la caja del gobierno federal. Desde allá se repartirán las dádivas.

Para los observadores de la vida política, sobre todo para los veteranos, este momento histórico es muy atractivo e importante. Hace mucho tiempo que no estábamos ante una presidencia imperial, sin contrapesos.

El neoliberalismo en Europa y Estados Unidos apoya la recuperación de la planta productiva con recursos, créditos, lo mismo a los empleados y sus familias con un ingreso básico mínimo. Y ya volvieron a decretar un estado de emergencia en las grandes capitales y reanudaron los confinamientos y los cierres. En México lo estamos haciendo diferente.

Acá, nos tocó un presidente empeñado en acaparar dinero para sus obras monumentales y programas sociales masivos. Sabe que solamente así, creando una adicción a los 40 o 70 pesos diarios que hace llegar a más de 30 millones de hogares del país, en forma de becas, y exigiendo fe ciega a sus simpatizantes, podrá consolidarse. Y, de esta forma, entrar al segundo tercio de su sexenio con firmeza. Entonces llegará al cenit de su poder, antes de que el reloj inicie la cuenta regresiva respecto a su salida. Y, se agote su tiempo.

Quizá, también tendrá tiempo para tomar la decisión acerca de si buscará quedarse con la silla del águila o la transmitirá a otro personaje, mediante las Palabras Mayores, del viejo ritual priista. Turbulento, pero interesante momento histórico en México. Para padecerlo o disfrutarlo. O ambas cosas, seguramente.

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