Objetividad electoral

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Luis Eduardo Enciso Canales.

“Si tu pasado es experiencia, haz del mañana sentido común”.
Edgar Morín.

Como ya se ha venido mencionado reiterativamente en los diversos medios de comunicación, este año viviremos las elecciones más grandes que el país haya tenido registro y quizás la más importante de la historia reciente por todo lo que se encuentra en juego sobre la mesa. La actual situación representa una evidente coyuntura tanto por lo que enfrentamos en lo local de manera particular, y por lo que también nos impacta de manera general desde lo externo. De sus resultados dependerá la ruta a seguir por la que transitaremos en un escenario muy complicado e inestable lo que reviste de una mayor importancia a este proceso en donde de entrada ésta presenta la dualidad de poder elegir diputados federales y en lo local a gobernadores, alcaldes y renovación de congresos estatales. Estará disputándose, como la gran cereza del pastel, el control político de la Cámara de Diputados por lo que la oposición al actual régimen buscará remontar el terreno perdido para generar un contrapeso que logre equilibrar el ajedrez de las decisiones en San Lázaro. Pero por otro lado, en lo local reside la verdadera oportunidad de ganar terreno político para los partidos que hoy son opuestos al presidente y a su línea de pensamiento.

Es una realidad que ninguna elección es igual a otra porque precisamente los escenarios son cambiantes e inestables, esto es algo que no se puede controlar, y menos aún ahora que nos encontramos ante un nuevo cambio de paradigma, la nueva realidad nos coloca frente a un lienzo en blanco donde todo es una posibilidad, menos regresar al pasado. Lo cual representa un problema porque en contraste con esto tanto los partidos políticos como el electorado siguen abordando cada elección casi con los mismos criterios de siempre, sin duda esto representa un gran rezago en la vida democrática de una nación e impacta necesariamente todos los demás ámbitos que lo rodean. En gran medida esto se debe a que la imaginación y el poder creativo del ciudadano se han visto truncados por el sistema en el que estamos insertos, como resultado de décadas de gobiernos dedicados  a moldear a ciudadanos pasivos y dependientes que han dejado la toma de decisiones en manos de grupos reducidos de personas que detentan el poder, pero esto a la larga también se está volviendo contra estos grupos porque el ejercicio del poder cada día es más complicado y difícil, hay un profundo desgaste de los partidos, de las instituciones y de todo aquello que suene a demagogia electorera o institucional.

En la actualidad no existen grandes espacios para la participación de los ciudadanos en la vida pública de su comunidad y por ende se encuentra limitado su poder de crear e imaginar nuevos escenarios de oportunidades en conjunto con sus autoridades y gobiernos. En su lugar lo operativo, lo rentable, lo eficiente y lo “pragmático” han dominado nuestros espacios de desarrollo volviendo éste poco sólido y duradero. Cornelius Castoriadis señalaba que en el presente vivimos en medio de una crisis de la imaginación. Por su parte, Celso Sánchez Capdequí se refiere a que el control político contemporáneo a pretendido dar a luz una forma social modulada por el poder de la practicidad, de la técnica y del resquebrajamiento de lo ancestral de cara a gestar personas autónomas separadas del otro, lo que ha provocado el surgimiento de una sociedad abrumada por la alienación mass-mediática, la corrupción, la contaminación, los brotes de la inmundicia, la discriminación, y un profundo déficit axiológico de los individuos sociales perdiendo la capacidad de tomar sus propias elecciones conforme sus valores morales, éticos, estéticos y espirituales. Después de tantos procesos políticos electorales en la era moderna México no acaba de entender sobre la importancia de la inclusión y la participación del grueso de la población en su vida política.

Esta nueva jornada electoral debería marcar una etapa de reconciliación y cambio entre la ciudadanía y sus políticos que marque el comienzo de una objetividad electoral por encima de la polarización entre los partidos contendientes, guerras de lodo y descalificaciones mutuas, ya que las barreras que los diferenciaban han ido desapareciendo al grado tal que todos parecen iguales ante los ojos del elector cansado de tantas decepciones, es una buena oportunidad para la expiación de culpas comenzando por el reconocimiento de los errores que se han cometido en el pasado, como lo dijera Julio Cortázar: No existe una autocrítica que empiece por decir “yo también formo parte de las equivocaciones y de los defectos del país”. En la medida que todos nos demos cuenta (ciudadanos y políticos) de que somos los protagonistas de nuestra propia democracia, y no los demás, no vamos a poder salir adelante”. La participación implica necesariamente reflexionar, es inútil acudir a las urnas sin pensar, sin analizar y sobre todo sin inmiscuirse en el quehacer de la vida pública, los dogmas de fe ya no son útiles ante una realidad que nos avasalla, pensar ingenuamente que vamos a salir de la pandemia, de la recesión económica y de la inseguridad social que nos rodea con formulitas hechas o elaboradas en base a un slogan de campaña es seguir pensando que la luna es de queso.

luis_enciso21@hotmail.com