La calle Zaragoza de Piedras Negras en 1905

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Rigoberto Losoya Reyes.*

Al iniciar el siglo XX, concretamente el año de 1905, la ciudad de Porfirio Díaz, (hoy Piedras Negras, Coahuila), reportaba cerca de siete mil habitantes y se destacaba entre otras ciudades fronterizas por su pujante desarrollo económico, impulsado por empresas comerciales nacionales y extranjeras establecidas en esta pequeña localidad, ubicada en el norte del estado de Coahuila, en la franja fronteriza con Eagle Pass, Texas.

Gracias a las diligencias de empresarios de la localidad y con el apoyo del gobernador del estado de Coahuila, José María Garza Galán, en diciembre de 1888, la Villa de Piedras Negras, se elevó al rango de ciudad estrenando un nuevo nombre: Ciudad Porfirio Díaz.

Club Internacional (Ciudad Porfirio Díaz).

El presidente de la república, General Porfirio Díaz, privilegió a esta ciudad con concesiones para proveerla de todo tipo de servicios. Autorizó también, la construcción de edificios federales como la aduana fronteriza y los juzgados. A partir de ahí, la ciudad de Porfirio Díaz, se encaminó hacia el progreso.

Por la aduana fronteriza, se importaban todo tipo de mercancías como: maderas de todas clases, artículos de ferretería, ultramarinos importados por los comerciantes españoles “Trueba Hermanos”, abarrotes, refacciones para carruajes como muelles y bujes. También, se realizaban operaciones comerciales con ganado mayor y menor.

En el primer cuadro de la ciudad se desarrollaba una intensa actividad comercial. Por excelencia, la calle Zaragoza, llamada también como Real, se ubicaban algunas de las casas comerciales más importantes, algunas de ellas de inversión norteamericana y española.

Algunos comerciantes que llegaban del interior para realizar sus compras al por mayor, solían hospedarse en el Hotel Internacional, un edificio construido con madera y piedra. En la planta baja, su interior finamente decorado, estaba en servicio un restaurante dividido en dos secciones. Una para los ejecutivos de la compañía del ferrocarril y otra para el público que conectaba con la famosa “Cantina del Cambio”, propiedad de un norteamericano, donde se servían licores y cigarros de magnifica calidad y estaba abierto las 24 horas.

Al salir del edificio, sobre la acera de enfrente se ubicaba el Club Internacional, un edificio construido al estilo francés, daba la sensación de estar en una ciudad de Europa. Este magnífico lugar, era concurrido los fines de semana por los ejecutivos del ferrocarril y por los ricos comerciantes. Enseguida, sobre la misma calle Zaragoza, se encuentra la aduana fronteriza, un edificio construido por arquitectos norteamericanos. 

De acuerdo a un plano fechado en 1905, por la empresa Sanborn Map Company, señala que los materiales predominantes de las construcciones y fincas eran: adobe, ladrillo, piedra, madera, hierro, entre otros. 

La numeración oficial iniciaba con el número 100 a partir de la primera finca de las calles a partir de Fuente (a unos metros de la estación del ferrocarril).

En el número 309 de la calle Zaragoza, don Hilario Delgado vendía todo tipo de maderas nacionales y de importación. Continuando sobre la calle Zaragoza, entre Dr. Coss y Mina, el bullicio de las lavanderías chinas era muy normal en esos días. Las peluquerías también abundaban en esa calle. En la esquina de Guerrero y Zaragoza, en el número 418, operaba el famoso comercio de los españoles “Trueba Hermanos”. Más adelante, el Mercado Zaragoza, lucía esplendoroso, construido también en su estilo francés que estaba muy en moda en esos años. Ocupaba toda una cuadra y alrededor se estacionaban los carruajes particulares y los de sitio.

En este lugar, se ofrecían todo tipo de abarrotes, frutas, carnes, tortillerías y fondas para comer. Citando nuevamente a Vasconcelos, afirmó que durante su estancia en esta ciudad, recordó que este lugar era conocido como “El mercado del cabrito”.

Frente a este mercado, el comerciante y comisionista, Rafael Múzquiz, vendía por catálogo, todo tipo de vehículos americanos (carruajes), se encargaba de realizar compras en Estados Unidos y Europa a cuenta de amigos. Los domingos, al terminar la misa de doce, frente a la parroquia, se encontraba la plaza Hidalgo, (hoy Gran Plaza), ahí las familias, acompañados de sus pequeños, caminaban muy plácidamente, con sus mejores atuendos, los caballeros con sus trajes de casimir francés cortados en la sastrería “La Cosmopolita” y las damas y jovencitas vestidas con la ropa que importaban de Francia en el gran Cajón de Ropa “La Bola de Oro”.

Frente a la plaza de armas, se ubicaba el palacio municipal, construido en 1899, su diseño arquitectónico, era un motivo de gran orgullo para los porfiristas. Antes de la garita, el Casino Nacional y enseguida unos locales comerciales y en la planta alta, la casa donde residió la familia Vasconcelos que tenía a la vista el puente internacional. Este conjunto arquitectónico lamentablemente ya no existe, a excepción de la aduana fronteriza. En aras del “progreso”, se han demolido uno tras otro. Los que se ubicaban en el primer cuadro de la ciudad fueron demolidos, al amparo del Programa Nacional Fronterizo en la década de 1960. Irresponsablemente, las autoridades de ese tiempo, no protestaron ante tal atrocidad.  Hoy la calle Zaragoza luce abandonada, triste y melancólica, saturada de cantinas de mala muerte.