Carta a Sor Filotea de la Cruz

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Javier López Medina.

La carta de Sor Juana Inés de la Cruz, a Sor Filotea de la Cruz, es una cátedra, sobre la argumentación, un canto al conocimiento, a la filosofía, la lógica y la teología… y un ejemplo de mujer que enfrentaba sus adversos en su propio terreno y de cara al sol.

El antecedente de la carta a Sor filotea de la Cruz, es la Atenagórica. El Padre Antonio Vieira, dirigió un sermón, donde hablo sobre las finezas de Cristo; Sor Juana lo leyó, y no compartió el sermón del Obispo Portugués; le rebatió con una carta que le dirigió personalmente.

Un día, Sor Juana vio publicada su carta “en un pequeño volumen que se encontraba a disposición del público en la librería de Diego Fernández de León en el portal de las flores” en el volumen, estaba también una respuesta, firmada por “Sor Filotea de la Cruz”.

La carta que escribió Sor Juana, al Padre Vieira, se conoció como la Atenagórica, en honor a Atenea, la Diosa del saber y la que escribió a Sor Filotea de la Cruz, se conoce como la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.

En noviembre de 1690, escribió la Atenagórica; en marzo del 1691, escribió la respuesta a Sor Filotea de la Cruz.

En su argumentación Sor Juana, expresa la profundidad y la extensión de su pensamiento en todas las ciencias y las artes; su conocimiento histórico de la teología, su lógica sobre la sociedad, el universo y la iglesia.

En su razonamiento, Sor Juana llega a la conclusión de que el universo es un todo único, concatenado en todas y cada una de sus partes y para el dominio de universo, sostiene, se requiere conocer el todo y cada una de sus partes.

Para su demostración, “viaja” por las tesis de los santos; el análisis y la síntesis; el Jesús de carne y hueso; el pasado y el presente de la historia universal; y por el mundo que la circunda.

Para fundamenta su silencio por varios meses, cita a Santo Tomás en su silencio con Alberto Magno, del cual “callaba porque nada sabía decir, nada digno de Alberto”.

Para agradecer la publicación de la Atenagórica, algo inesperado para ella, cita a Quintiliano “menos gloria producen las esperanzas, mayor los beneficios”.

Para reconocer su sorpresa, dudas y preguntas por ver su carta publicada, cita a Lucas “¿Y de dónde esto a mí? ¿De dónde a mi viene tal cosa?

En la misma secuencia cita a Saúl, cuando se vio electo y ungido como rey ¿Acaso no soy yo benjaminita de la más pequeña tribu de Israel? ¿Y mi familia no es la última de todas las familias de la tribu de Benjamín?

Para expresar no saber cómo agradecer que la tomen en cuenta siendo solo una monja, cita a Moisés, “por balbuciente para hablar con un faraón y después al verse tan favorecido de Dios”.

Para argumentar sus estudios dice: “yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar sino solo para ver si con estudiar ignoro menos”.

“El escribir nunca ha sido dictamen propio sin fuerza ajena; que les pudiera decir con la verdad: Que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras que ni ajenas reprehensiones (que he tenido muchas) ni propias reflejas (que he hecho no pocas) han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí”.

Sor Juana entra en el máximo de su análisis cuando se interroga y solo encuentra como respuesta el estudio de la ciencia, la realidad circundante. Y Dios como columna.

Se pregunta: ¿cómo escalar para llegar a la cumbre la “sagrada teología? ¿porque como entenderá el estilo de la reina de las ciencias quién aún no sabe el de las ancilas?

¿Cómo sin la lógica sabría yo los métodos generales y particulares con que está escrita la sagrada escritura?

¿Cómo sin retorica entendería sus figuras, tropos y locuciones? ¿Cómo sin la física, tantas cuestiones naturales de las naturalezas de los animales, de los sacrificios, donde se simbolizan tantas cosas ya declaradas, y otras muchas que hay?

¿Cómo si el sanar Saúl al sonido del arpa de David fue virtud y fuerza natural de la música o sobre natural que Dios quiso poner en David?

¿Cómo sin Aritmética se podrán entender tantos cómputos de años, de días, de meses, de horas?

¿Cómo sin geometría se podrá medir el arca santa del testamento y la ciudad Santa de Jerusalén, cuyas misteriosas mensuradas hacen un cubo con todas sus dimensiones y aquel repartimiento proporcional de todas sus partes tan maravilloso?

¿Cómo sin Arquitectura, el gran templo de Salomón, donde fue el mismo dios el artífice que dio la disposición y la traza, y el sabio rey solo fue sobrestante que la ejecutó ¿dónde no había basa sin misterio, columna sin símbolo, cornisa sin alusión, arquitrabe sin significado?

¿cómo sin grande conocimiento de reglas y partes de que consta la historia se entenderán los libros historiales?  Aquellas recapitulaciones en que muchas veces se pospone en la narración lo que en el hecho sucedió primero.

¿Cómo sin grande noticia de ambos derechos podrán entenderse los libros legales? ¿Cómo sin grande erudición tantas cosas de historias profanas, de que hace mención la Sagrada Escritura? tantas costumbres de gentiles, tantos ritos, tantas maneras de hablar.

 ¿Cómo sin muchas reglas y lección de santos padres se podrá entender la oscura locución de los profetas?

Pues sin ser muy perito en la música, ¿Cómo se entenderán aquellas proporciones musicales y sus primores que hay en tantos lugares…? ¿Cómo se podrá entender esto sin música?

Sor Juan cuestiona la muerte de Jesús Cristo, por hacer el bien, por devolver la vida a Lázaro, por hacer milagros. Dice: “Cualquier eminencia, ya sea de dignidad, ya sea de nobleza, ya de riqueza ya de hermosura, ya de ciencia, padece esta pensión; pero la que con más rigor la experimenta es la del entendimiento”.

Hace un recital de las mujeres que han trascendido sus causas y azares en un momento de la historia: “Devora dando leyes en lo militar como en lo político; la reina de Saba cuestiona a los sabios; las profecías de Abigail; la persuasión de Esther; la piedad de Rahab; la perseverancia de Ana; Minerva la hija de la sabiduría.

Pola que ayudo a su marido Lucano a escribir la gran Batalla Farsalica; Cenobia reina de los Palmiranos; Arete hija de Aristipo, doctisima; Nocostrata, inventora de las letras latinas; Aspasia Milesia que enseño filosofía, retórica y maestra del filósofo Pericles.

Hipasia que enseñó astrología; Leoncia que escribió contra el filósofo Teofrasto, a Jucia, Corina, Cornelia, Catarina, Gertrudis, Paula, Docta de las lenguas hebrea, griega y latina. Blesila, Fabiola, Falconia, Doña Isabel y la gran Cristina Alejandra”.

Cuando le prohibían sin leer, entonces, reflexionaba sobre la realidad en las más mínimas cosas, veía como se iba cocinando un huevo, cual figura producía un trompo mientras daba vueltas, y como formaban figuras los alfileres, mientras los niños jugaban con ellos.

Para Sor Juana, la carta de la Atenagórica y su continuación en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, fue su victoria y su derrota, el principio del fin; el puente entre la vida y la otra vida.

Al final los poderes facticos de la iglesia la hicieron que abandonara sus libros, se alejara del estudio y la lectura. El 17 de abril de 1995, Sor Juana, entro al valle de los muertos y se convirtió en vida eterna.

*Esta reseña se escribe en el marco de los 500 años de la conquista. Que se cumplirán el 13 de agosto del 2021. Y del aniversario luctuoso de Sor Juana Inés de la Cruz.